Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio

TOLEDO.— A mediados de la década de los 90, los españoles se hartaron de la dependencia energética y apostaron por generarla con lo que tenían a la mano: sol, viento y agua.

Hoy, España se da el lujo de exportar sus excedentes, gracias al exitoso desarrollo de energías renovables.

La empresa energética Iberdrola produce casi tanta electricidad por la fuerza del viento que la que genera en plantas de ciclo combinado (gas y vapor), 22.34% en el primer caso y 24.79% en el segundo.

“La producción de energía eólica creció de dos a 22 gigavatios de 2000 a la fecha”, dice Gustavo Moreno Gutiérrez, gerente de Operación de Renovables de Iberdrola, entrevistado en el centro de control de esta ciudad, desde donde se monitorea buena parte de los 238 parques eólicos de los que es propietaria la empresa, incluidos los seis que hay en México.

Nuestro país está en un dilema similar: cómo producir su propia energía y dejar de depender del exterior. Sin embargo, está apostando por agarrarse de la explotación de combustibles fósiles, cuando el mundo se está moviendo rápidamente hacia los renovables.

Mire lo que pasa en España: en 2040, Madrid y otras ciudades estarán cerradas para los motores de combustión interna. Eso ha hecho que la industria comience a preparar la inminente transición.

Iberdrola está en proceso de colocar 600 centros de recarga para automóviles eléctricos en las principales autopistas del país. Lleva unos 60 y espera cumplir la meta para finales de 2020.

Apenas 1% del parque vehicular en España está compuesto de autos eléctricos, pero se espera que conforme baje el precio de los mismos y se instalen suficientes centros de recarga, el número aumentará geométricamente.

Recorrer 100 kilómetros consume entre ocho y 10 litros de combustible, lo cual implica un gasto de entre 11 y 14 euros. Con un vehículo eléctrico se puede recorrer la misma distancia por 0.45 euros.

—¿Llegará el día en que se pueda prescindir del ciclo combinado? –pregunto a Moreno.

—Por ahora es difícil, pero conforme se desarrollen baterías más eficientes, será posible guardar la energía producida por fuentes renovables y entonces irá disminuyendo la dependencia de combustibles fósiles.

Ése es el rumbo que toma el mundo. Pero el gobierno mexicano parece decidido a ir en sentido contrario: aumentar la producción de electricidad con combustóleo y carbón.

El cambio va a una velocidad tal que la compañía danesa de energía Dansk Olie og Naturgas (DONG) cambió su nombre en 2017 por el de Ørsted, en honor del científico del siglo XIX que encontró la primera relación entre la electricidad y el magnetismo. La empresa se deshizo de sus campos de hidrocarburos y hoy está dedicada totalmente a las energías de fuentes renovables.

México tiene condiciones para hacer lo mismo –nos sobra sol, viento y agua–, pero pesa más una visión ideológica decimonónica que reconocer las tendencias globales en materia de energía.

Al gobierno le pasa lo que, hace casi un siglo, a los productores de hielo cuando aparecieron los refrigeradores comerciales. Apostaron por saturar el mercado con hielo para hacer quebrar a los fabricantes de frigoríficos, pero hoy uno sólo compra una bolsa de cubitos de hielo cuando va a tener una reunión familiar.

Ése es el destino de los hidrocarburos: llenar los huecos que aún dejen las energías renovables. Hasta que las pilas los alcancen.