La Mirada Crítica
Por: Roman Sánchez Zamora / @RomansanchezZ 

¡Tocan!

—¡Que abra Juan Carlos! —respondió uno de los jóvenes.

—¿Qué pasó con ese ánimo de colaboración? Mejor iré yo.

—¿Es usted Luis Raúl Cruz?

—¿De parte de quién o para que me busca?… —fueron esas las últimas palabras… al ver incrédulo la pistola; una mirada a los ojos fue lo que vería por última vez antes de caer al piso.

Los jóvenes corrieron a esconderse al escuchar las detonaciones; el hombre, Ramiro, se retiró entre las calles solitarias de ese fraccionamiento.

•••

—…pero Ramiro, es un proyecto que veo muy peligroso.

—¿Peligro? Si tenemos los terrenos, tenemos todo —dijo éste, animado, y agregó— lo único que nos falta es ese piquito de 150 mil monedas que en el banco me lo prestan de inmediato —le dijo sonriente a su esposa y la abrazó.

Ramiro fue al siguiente día al banco, al HBWA, el más famoso de la región por sus préstamos de inmediato.

—Soy Luis Raúl Cruz, su facilitador de cuenta, ¿en qué podemos apoyarle?

—Mire, soy Ramiro y me interesa un préstamo de 150 mil, espero me pueda apoyar y me diga qué necesito para que me los otorguen.

—Claro que sí, podemos hacerlo, sólo requiero unos datos para verificar su línea de crédito.

Ramiro entregó todo, ya que no era la primera vez que pedía prestado.

Luis Raúl de inmediato generó y le entregó a Ramiro una tarjeta, un número de cuenta, observó en su historial que había sido su cliente y se dispuso a darle la línea de crédito, la cual podría retirar de la caja en cualquier momento.

Se formó en la fila. El dinero le fue entregado; subió al coche con su esposa.

Tres cuadras más adelante un carro se le emparejó; de este bajó un sujeto con una pistola.

—¡Dame todo el dinero que traigas!

Tomó su cartera, su celular y se los dio.

—No juegues conmigo… dame los 150 mil…

Se quedó mudo, sin aliento; la boca se le secó en un segundo…

Tomó el sobre manila y se lo dio.

—¿Te gusta jugar?… ¡pues juega con esta!… —y el hombre le disparó a su esposa en el pecho…

•••

—¿Por qué a mí? –se repetía una y otra vez.

Despertaba en la noche al sentir vacío el lugar de su esposa.

El dolor más grande era ver a sus dos hijas tristes; una de ellas aún se sentaba a esperar afuera de la escuela, pues ella le había dicho que cuando salieran la llevaría a comprar un helado y aún tenía la esperanza de que se hubiera ido a la casa de la abuelita y no sabía cómo regresar a casa…

—Papá, vayamos a buscar a mamá —le decían. Los psicólogos le comentaban que debían vivir el duelo, nadie aceptaba la ausencia de esas palabras que ya no corrían en la tarde para llamar a comer… o en la mañana para despertar a todos…

Tejer redes de poder siempre ha traído consigo una serie de desgracias a la sociedad, el anhelo de eternizarse en el mismo poder hace que el actor político olvide la prioridad, que es mantener a una sociedad gobernada y su interés se transfigura en votos.

La relación voto-imagen es lo más importante y deja de ser la premisa gobierno-sociedad.

Una parte de esa mano invisible que todo lo autorregula, por lo que hay que dejar hacer y dejar pasar; al final, las aguas vuelven a su nivel… el Estado del bienestar es parte de lo pasado, del olvido, la acumulación de la clase política es lo de moda…

Los grupos delincuenciales se hacen cómplices de todos y se incrustan en las sociedades, que al verse abandonadas por el gobierno les resulta más cómodo pagar una cuota, pero lo importante es estar incluido en el negocio.

•••

—Veamos, veamos, cómo fue… qué hicimos… qué datos dimos para que ellos supieran de lo que se iba a hacer… —se dijo Ramiro esa mañana.

Fue a dejar a las niñas a la escuela, fue a la plaza comercial, revisó el número de cámaras que había, hacia dónde veían, si eran móviles o fijas… vio cómo actuaba el ejecutivo de cuenta, revisó los vehículos… se metió al centro comercial por un refresco… se sentó a comer en uno de los restaurantes que tienen sus mesas en la banqueta.

Entonces, por fin, descubrió que había un patrón de conducta…

Salía el cliente del banco y pudo ver muchas veces lo mismo: una moto daba la vuelta y perseguía al vehículo.

Se dio cuenta de que todos estaban coludidos; en ese instante todo se apagaba: las cámaras no servían y lo supo cuando el juez pidió las videograbaciones de ese día, cuyas cámaras se reportaron sin energía eléctrica ese día; clavado en su memoria… y las solares las estaban actualizando en su programación a esa hora.

El Ministerio de Seguridad, los del banco, los del Ministerio de Ejecución de Justicia, los dueños de la plaza… todos eran parte de ese negocio, del robo…

Luis Raúl atendía al cliente, si se rascaba la ceja en su operación, eran 50 mil…

Si contaba los billetes a contraluz eran 100 mil, si llamaba dos veces al cajero de junto era más dinero.

El señor que cuidaba los carros podía ver las señales y llamaba, pues sabía en cuál carro venían los clientes.

La motocicleta se ponía a tres cuadras.

“Fuego” era la palabra clave, tenían todo bajo control…

Ramiro sólo buscó el nombre del empleado que un día lo pusieron como el cajero del mes.

Fue al mercado llevando consigo el papel con el nombre completo de ese cajero, donde había un chico que sabía mucho de computación; le dio el nombre y la foto, y obtuvieron su dirección… el plan estaba hecho…

Ramiro, después de disparar el arma, se fue a otra ciudad; vendió todo y antes de perpetrar el hecho había pagado para que no hubiera cámaras a esa hora… la vigilancia vecinal también valía unos pesos.

•••

Las luces del cine se encendieron…

Patricia, en ese momento de reflexión cuando la gente se levantaba de sus butacas, se dio cuenta que había sido un error entrar a ver esa película

–Mamá, la película fue muy obvia… fueron muchos factores que hablan de un Estado fallido donde todos están organizados menos el gobierno –dijo Melanie.

–El error fue no ver de qué se trataba esta película, y de esa rifa de boletos –dijo Patricia mientras le compraba un helado a su hija antes de ir a casa, pensativa y con mucho miedo…