De acuerdo con la mirada experta, los estímulos económicos no son suficientes para mantener a los alumnos de comunidades rurales e indígenas en el aula , pues las necesidades particulares no están siendo atendidas.
Plumas Ibero
Por: Laura Angélica Bárcenas Pozos
La semana pasada fui invitada por el gobierno federal a una de las mesas sectoriales que se están organizando para analizar diferentes temas, pero yo fui convocada a analizar el tema de las becas Prospera, que en el nuevo gobierno se llamarán Becas “Benito Juárez” y son aquellas que ofrece el gobierno por estudiar a niños y jóvenes en pobreza y pobreza extrema con la intensión de que no abandonen las aulas por situación económica. Puebla fue sede de la región centro, que está integrada por Ciudad de México, Estado de México, Hidalgo, Morelos, Querétaro, Puebla y Tlaxcala. Además de los invitados en la sede de Puebla, estuvimos enlazados con los otros estados de la región centro y entre los invitados había representantes de la SEP, de instituciones de educación superior públicas, de organizaciones civiles, alumnos y padres de familia.
Primero los organizadores hablaron de la función que han cumplido las becas Prospera beneficiando a una amplia población en cuanto al recurso económico, pero no así en cuanto al aprovechamiento escolar, pues sigue habiendo una alta deserción, particularmente en el nivel medio superior y un dato que me pareció importante es que los niños y jóvenes en edad escolar que menos asisten a la escuela son los que sufren pobreza extrema, indígenas, discapacitados y aquello que tienen padres con escolaridad baja. Del mismo modo se señaló que sólo 0.3% de la población indígena accede a la educación superior y que la cobertura no se ha logrado del todo en estados como Oaxaca, Chiapas, Michoacán, Quintana Roo y Guerrero.
Después de la presentación de los datos duros, la discusión se organizó por niveles educativos y para cada nivel se plantearon cuatro preguntas, sólo una de estas era relativa a la beca, que el moderador leía para después abrir la discusión. Las intervenciones se daban en torno a alguna de las preguntas o bien a alguna percepción sobre el nivel del sistema educativo analizado y todo el que quería participar y tenía algo que decir daba su aporte. Los organizadores tomaron nota de todo lo que se dijo, dando la impresión de que la instrucción que recibieron fue la de recabar la mayor cantidad de información posible.
Uno de los temas que se trataron una y otra vez, en los diferentes niveles educativos, fue el correspondiente a las lenguas originarias y cómo hay una educación mestiza para los pueblos indígenas que no son tomados en cuenta en sus necesidades y diferentes cosmovisiones. Es decir, hay un programa nacional único sin tomar en cuenta la diversidad de nación que México es. Esto está provocando rezago, pues muchos niños en sus primeros años de vida escolar no hablan español y sus profesores no hablan la lengua original, generando un rezago en los estudiantes y frustración en los profesores, abriendo brechas cada vez más profundas entre los que saben y los que no saben.
Los libros de texto están estandarizados a una mirada urbana, de clase media, que habla español y que genera sus aprendizajes en esta cosmovisión. Todos lo que salen de este esquema están en una alta posibilidad de retraso educativo, porque lo que se les enseña no guarda significado con las experiencias que han tenido los alumnos en sus cortas vidas. Además, muchas veces los padres de estos alumnos no han tenido la posibilidad de un alto desarrollo educativo que les permita ayudar a sus hijos a aprender y también a integrarse a la escuela. Sin embargo envían a sus hijos a la escuela por el recurso económico que reciben a través de la beca Prospera.
Lo que se observa es que se vive el proceso educativo como una total simulación, en donde no hay ni procesos, ni aprendizajes, ni enseñanzas, y no se generan alternativas educativas como las que pueden tener los alumnos de los medios urbanos, de las clases medias, en donde reciben clase en la lengua materna, sus profesores hablan y dominan la misma lengua y los libros de textos les parecen significativos porque presentan ejercicios, información y dinámicas que son cercanos a la cultura de estos alumnos. Pero todos lo que están fuera de estas condiciones tendrán que remar contra corriente para alcanzar los niveles de calidad establecidos por la OCDE.
En este sentido las becas Prospera o “Benito Juárez” no serán suficientes para mantener a los estudiantes en las aulas y sobre todo para alcanzar los niveles educativos deseados, pues no se estarán atendiendo las necesidades particulares y específicas de los estudiantes que viven en comunidades rurales e indígenas y que no pertenecen a los estratos de clase media de nuestro país. Es necesario comprender que nuestro contexto es diverso y multicultural y que se requiere de planes y programas de estudio acorde a las necesidades de cada región y de cada diversidad cultural.
