La Quinta Columna Exprés 
Por: Mario Alberto Mejía 

El 11 de abril, María Elena Suárez Préstamo, magistrada del Vigésimo Séptimo Circuito con sede en el estado de Quintana Roo, giró órdenes de aprehensión en contra del ex gobernador Mario Marín Torres, Adolfo Karam y otros personajes ligados a la trama orquestada en contra de la periodista y escritora Lydia Cacho en diciembre de 2005.

El círculo marinista entró en shock.

Las llamadas y los WhatsApps saturaron sus celulares.

Tenían que tramitar amparos para evitar ser detenidos.

Trece años después un karma muy poderoso tocaba a sus puertas.

Pero no con las manos.

Con los pies.

A patadas voladoras.

Tal y como ellos lo hicieron el 16 de diciembre de 2005 en contra de Lydia Cacho.

Fue entonces cuando contrataron al bufete jurídico Nassar Nassar y Asociados, quienes recurrieron a un amparo de fondo para proteger a sus clientes de la captura.

Abogados consultados por quien esto escribe revelaron que un amparo de fondo no implica que el imputado se presente personalmente en el Juzgado.

El trámite lo puede hacer cualquier litigante del despacho.

Técnicamente, pues, Marín, Karam y asociados son prófugos de la justicia, ya que el caso instruido en su contra es por “tortura psicológica”, lo que no admite fianza por tratarse de un delito grave.

Este sábado, Marín era el invitado especial a un bautizo en Atlixco.

Todos lo esperaban.

Unos, solidarios.

Otros, bajo la expectativa generada por la Quinta Columna Exprés que sobre este tema publiqué ayer a las 13:29.

Pero el ex gobernador nunca llegó.

Sólo acudió Fernando Marín, su hijo, quien no paró de hablar por teléfono durante la fiesta.

Otros grandes ausentes en esta trama son Alberto Jiménez Merino, abanderado del PRI a la gubernatura, y Alejandro Armenta Mier, senador con licencia que buscó en vano tirar la candidatura de Miguel Barbosa Huerta.

Ambos viven semejantes horas negras, pues Marín era su padrino político.

Un padrino interesado en regresar a la vida pública.

Tanto lo estaba que hace unos días le dio el beso del diablo a Jiménez Merino.

Y más: dijo que el caso Marín-Cacho habría que dejarlo en el olvido porque la Corte lo había exonerado en 2007.

“Ya olvídense de ese caso, hombre”, fueron sus últimas célebres palabras.

¿En qué lugar del país estará oculto esperando un milagro que lo saque de esta pesadilla?