Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio

El nonagenario Partido Revolucionario Institucional ha puesto en marcha su proceso de renovación, con el que busca salir de la peor crisis de su historia.

Urgidos de legitimidad, los priistas han aceptado que el próximo líder nacional de la organización salga de un proceso de consulta a la base. Poco deben recordar su propia historia, pues cada vez que han intentado practicar la democracia interna, aquello ha terminado en desastre.

A juzgar por los primeros escarceos para elegir a quienes serán sus nuevos dirigentes en los estados –un proceso previo al recambio de su estructura nacional–, las cosas no pintan nada bien.

El domingo se celebraron en Yucatán los comicios internos para la próxima directiva estatal, que deberá entrar en funciones en octubre. Para el cargo de presidente estatal se registraron 4 aspirantes, aunque la competencia real parecía darse entre dos de ellos: Francisco Torres Rivas, exdiputado federal, y Diego Lugo Interián, alcalde con licencia de Sucilá.

Aunque los resultados oficiales se darán a conocer mañana, Torres Rivas se declaró ganador, si bien su triunfo –en una elección que atrajo a 14% de los 191 mil priistas empadronados en el estado– se ha visto manchada por decenas de irregularidades.

La planilla perdedora denunció que militantes fallecidos aparecen entre quienes ejercieron el voto, una práctica tan vieja como el propio PRI.

Uno de ellos es Eufemio Osorio Maas, quien, de acuerdo con un acta de defunción presentada por la campaña de Lugo Interián, murió el 8 de junio del año pasado, pero que, de alguna manera, resucitó para votar en su natal Abalá, donde, por cierto, sufragó la totalidad de los inscritos en el padrón.

Irónicamente, priistas reconocidos no pudieron participar al no aparecer en la lista, como Felipe Cervera Hernández, presidente del Congreso del estado y consejero nacional.

El PRI aún no sale de las dificultades de esa contienda y pronto se meterá en otra, en Veracruz, donde la elección será el domingo 28. Ahí se da, como en Yucatán, una competencia entre el aspirante del grupo tradicional que ha manejado el PRI veracruzano, Marlon Ramírez Marín, y la candidata de las bases del sur del estado, Isabel Gómez Morales, regidora por Minatitlán. Ésta denunció que en el padrón priista, que tiene 166 mil nombres, hay muertos y “gente que ya no nos acompaña políticamente”.

Gómez Morales dijo que el órgano regulador del proceso “tiene las manos metidas” y que hubiera sido mejor designar al nuevo dirigente estatal por dedazo. “¿Para qué simular, por qué querer engañar a la militancia?”, se quejó la candidata.

A principios de los años 90, el PRI buscó recuperar de forma similar la credibilidad perdida durante la sucesión presidencial de 1988.

Personalmente, me tocó atestiguar la elección interna que se realizó para definir la candidatura a gobernador de Colima en 1991. Los dos aspirantes, el vencedor, Carlos de la Madrid, y la vencida, Socorro Díaz, protagonizaron un pleito tal que pocas ganas le quedaron al PRI de seguir con la faramalla y volvió al dedazo, aunque disfrazado de “candidatura de unidad”.

El PRI nunca ha sido un partido democrático, no está en su naturaleza. Si el tricolor quiere recuperar influencia en el escenario político tendrá que apostar por otros atributos, si es que los halla. Pero más parece bien que, hoy por hoy, no tiene remedio.