Por: Mario Galeana
Si en algún punto del estado el tsunami lopezobradorista y la maquinaria electoral de Miguel Barbosa fallaron durante las elecciones del año pasado, ese fue Zacatlán. No sólo fue el único de 15 distritos federales donde ganó la coalición Por Puebla al Frente, sino que, desde aquí, en esta intrincada región zanjada por la serranía, Martha Erika Alonso obtuvo carretadas de votos que marcaron el resultado electoral de 2018.
Quizá por eso Barbosa visita Zacatlán en sus primeros 15 días de campaña. Arriba al municipio al mediodía del jueves 11 y no lo recibe el difuso relieve de las calles perdidas entre la neblina, sino un sol plomizo y agreste.
El mitin se realiza en un auditorio rebosante, con miles agitando banderas y matracas, y tres grupos de jóvenes en la parte más cercana al podio que, entre la espera, gritan y se agitan entre guerras de porras.
Cuando Barbosa aparece en el podio, la disputa cesa y todos corean una sola consigna. Antes de que el candidato pronuncie su discurso, lo preceden unas cinco personas que, entre otras cosas, piden recursos para rehabilitar hospitales, caminos, escuelas y cárceles.
Cuando llega su turno, Barbosa dice que hará todas y cada una de las obras que le pidieron. Pero, a cambio, pide una sola cosa:
—Que todos participen. Que abramos los brazos. Que nos reconciliemos. Que podamos recibir a todos los que vengan a comprometerse a trabajar. Que vengan a decir: aquí está mi esfuerzo. Este gran ánimo es producto de ese ambiente de reconciliación.
Y quizá porque el recuerdo del proceso electoral del año pasado marca el actual, Barbosa insiste, especifica:
—Hoy Morena tiene una coalición con el PT y el Partido Verde. Pero abrimos las puertas a todos los liderazgos de todos los partidos, a todos los líderes sociales y a todos los que quieran venir a trabajar. Dejo un saludo a todas las alcaldesas y a todos los alcaldes de la región de Zacatlán. Los necesito.
El mensaje se replica más tarde, en Chignahuapan, donde Barbosa encabeza un mitin por la tarde, con el son languideciendo sobre el kiosko estilo mudéjar que se encuentra a la mitad de la plaza pública.
Aquí, en este municipio, Barbosa pone nombre y apellido a su mensaje: Javier Tirado, alcalde y, hasta hace poco, candidato de la coalición Por Puebla al Frente.
—Yo seré un reconciliador, ese es el papel que me ha tocado jugar. Vamos a trabajar de la mano con Javier Tirado (...) trabajaré con los alcaldes y alcaldesas de los 217 municipios poblanos.
Barbosa ha asumido que él debe ser el político que concilie Puebla de manera impasible, como si no hubiera otros que confabulan en contra suya, que traman su próximo golpe y, entre risas, deslizan la posibilidad de “inyectarle miel”.
No es que los olvide. Pero es como si casi. A ellos, a los instigadores de la conjura, presentes y pasados, les dice:
—Soy un hombre sin rencores. Yo no estoy pensando en el agravio de 2018, en la guerra sucia, en los que desean mi muerte. Estoy pensando en la vida. Una persona, cuyo nombre no diré ahora, dijo: yo nunca pensé en la muerte, pensé en la vida y por eso triunfé. Así, yo nunca pensé en la muerte, pienso en Puebla y por eso triunfaré.
