El ex senador destacó que la coalición Juntos Haremos Historia es “un arcoíris de fuerzas políticas, un arcoíris de todas las fuerzas políticas”, pues lo acompañaron líderes del Verde, del PT, de Compromiso Por Puebla, del PRI y de Nueva Alianza.

Por: Mario Galeana

Despojado del traje de candidato opositor —que en Puebla siempre ha implicado transitar por un sendero tortuoso hasta las elecciones—, Miguel Barbosa promete que no será beneficiario de nada que a él lo haya afectado hace un año, cuando compitió por primera vez como abanderado al gobierno de Puebla.

Se refiere al uso de la publicidad electoral en las unidades del transporte público, que por dos meses se convierten en escaparates de rostros y siglas y eslóganes de campaña, pero se refiere a algo más importante: a la no intervención de la poderosa mano del gobierno en las elecciones, a la prohibición de la guerra sucia y las campañas negras.

Lo dice desde un auditorio abarrotado, un auditorio de 40 mil metros cuadrados donde hay por lo menos 15 mil personas convocadas por ese extraño amasijo que lleva por título Juntos Haremos Historia, donde lo mismo caben líderes de Morena, del PT, del Verde y hasta del PRI, de Nueva Alianza, de Compromiso Por Puebla y los que se sumen en los días venideros.

Y Barbosa está ahí: al centro de un templete en su segundo primer día, es decir, en su nuevo arranque de campaña por Casa Puebla. Pocas cosas sirven tan bien para ilustrar el significado de la palabra opuesto como las dos campañas de Barbosa. El año pasado partió como candidato de oposición —con todo lo malo y lo bueno que eso significa—, y ahora arranca como un candidato puntero al que se le relaciona con los gobiernos estatal y federal —con todo lo malo y lo bueno que eso significa—. Por eso, quizá, lo dice tan fuerte:

—¡El gobierno que gobierne, que no se meta en el proceso electoral! Y celebro que, por primera vez en la historia electoral de nuestro estado, en el transporte público no vaya a estar la propaganda electoral. Yo no quiero ser beneficiado de nada de lo que me dolí en la campaña anterior. No queremos que nadie se meta.

ORADORES VARIOS I

En el templete hay al menos 70 sillas para los líderes de la coalición Juntos Haremos Historia, y 14 de ellos pasan al micrófono una vez. Una lista con tantos oradores admite, a manera de resumen, una breve descripción de algunas intervenciones, fotografías casi de sus discursos y de sus maneras —sobre todo de sus maneras—.

Ahora habla Mario Bracamonte, delegado en Puebla de la dirigencia nacional de Morena. Lo hace con una voz ajada, una voz que rompe el pacto de no mencionar a Andrés Manuel López Obrador en las campañas, una voz que pretende hacer bíblica la larga travesía política de aquel líder político: “Hace tiempo un gran líder atravesó el desierto de la incomprensión”, dice sobre el Presidente, pero podría estar hablando de Cristo. “Tuvimos un líder y lo tenemos: Andrés Manuel López Obrador, el hombre que transformó a México para siempre, el hombre que cargó a México sobre sus espaldas”.

Ahora habla Juan Pablo Kuri, dirigente estatal del PVEM: “Es un honor acompañar a Miguel Barbosa, que luchó siempre por la libertad y la justicia en Morena de manera pacífica”, dice, y dice “siempre” aunque él, es decir Juan Pablo, recién lo haya descubierto.

Ahora habla Gabriel Biestro, coordinador de la bancada de Morena y el único orador en la larga lista que lee su discurso: “No queremos los mismos esquemas de corrupción, porque no queremos otra vez uno de esos gobiernos que juran en campaña que ya son diferentes. No los queremos ni les creemos, aun cuando vengan disfrazados de ciudadanos”.

EL ASOMO DE UN GOBIERNO BARBOSISTA

Esa mezcla heterogénea que es hoy Juntos Haremos Historia es un orgullo para Barbosa, tanto que, apenas toma el micrófono y ve y oye frente a sí la algaraza de la multitud, pronuncia que en el Centro Expositor de Puebla está presente un “arcoíris de fuerzas políticas”, un arcoíris de “todas las fuerzas políticas”.

En su primera oportunidad también se deshace de su discurso elaborado —con el consabido enojo de sus asesores— y anuncia que sus palabras no seguirán un guion escrito, sino que estarán dotadas de un halo de espontaneidad, y enseguida continúa con sus dos primeras promesas de campaña:

—Les digo a todas las mujeres empoderadas y destacadas, pero sobre todo a las más sencillas, a las más humildes, les digo que yo seré su aliado. Vamos a hacer un gabinete paritario, un gabinete 50% hombres y 50% mujeres. Y vamos a impulsar la creación de una Secretaría de Igualdad Sustantiva.

Dice que, para él, esa promesa no es nueva, que ya era parte de sus propuestas del año pasado y que lo sabe bien la presidenta municipal Claudia Rivera, quien también está sentada en la primera línea del presídium, mirando al candidato y aplaudiendo ocasionalmente.

La tercera promesa es menos explícita, porque Barbosa se limita a explicar que convocará a “los mejores constitucionalistas de Puebla para que hagan un rediseño constitucional de la vida institucional de Puebla”.

—No voy a gobernar como lo hicieron los anteriores gobernadores priistas y panistas, ¡qué horror hacerlo así! Tenemos que dotar de autonomía del Congreso para que legisle, para que sea contrapeso del Poder Ejecutivo. Tenemos que crear verdaderos órganos constitucionales autónomos, y tenemos que hacer de la vida pública en Puebla una vida basada en principios.

ORADORES VARIOS II

Ahora habla Nancy de la Sierra, la ex aspirante que sí decidió reconocer el triunfo de Barbosa y que, por tanto, ahora goza de aquel brío, de aquella extraña adrenalina que surge al hablar frente a decenas de miles: “Morena va a gobernar los próximos años y lo hará con alguien que aprecio, respeto y que efectivamente los poblanos decidieron que fuera nuestro candidato”.

Entre la mirada reprobatoria de todos, ahora habla Gerardo Fernández Noroña, a quien Yeidckol Polevnsky regañará más tarde: “En Puebla ha existido una tiranía, y el tirano murió en un trágico accidente, pero la tiranía no ha sido desmontada, y hay que desarticularla pieza por pieza”.

Ahora habla Mario Delgado, coordinador de diputados federales de Morena: “Decía Andrés Manuel López Obrador que ni con el agua de todos los océanos podría borrarse la mancha del fraude electoral. Aquí en Puebla hay que restaurar la voluntad electoral, acabar para siempre con el fraude electoral y la corrupción”.

Y ahora habla Polevnsky, que cierra el evento que, por error, los organizadores dieron por concluido: “De todas estas fotografías, de estas rápidas intervenciones, quizá queda claro que en lo ideológico no caben los matices para la llamada Cuarta Transformación. Cuando se trata del discurso, no hay más grado posible que el superlativo: ‘siempre’, ‘nunca’, ‘siempre’”.

LA VUELTA A PUEBLA EN 60 DÍAS

—Silencio, por favor, guarden silencio.

La multitud calla o al menos trata.

—Silencio. Oigan bien ese sonido.

Y el sonido es este: el viento suave de un caracol recorriendo el auditorio.

—Ese es nuestro espíritu: el espíritu de los pueblos indígenas —dice Barbosa, candidato convertido en el niño que hace casi 60 años nació en un pueblo enquistado en el corazón de la Sierra Negra—. Mi compromiso es con ellos. Mi respeto con ellos. ¡Cuánta deuda social! ¡Cuánta pobreza! Puebla no se acaba en la Angelópolis. Voy a recorrer el estado. Voy a hacer tres eventos multitudinarios por día en todo el territorio.

Es la vuelta por Puebla en 60 días: una meta que sería imposible para la versión del político ajado o débil que sus adversarios trataron de difundir en meses previos.

Para ellos, una cosa:

—A quienes me desearon la enfermedad o la muerte, les digo que no me enfermé y no me morí. Y no lo voy a hacer por lo menos los siguientes 20 años. Así se lo prometí a mi esposa, a mis amigos y a mis hijos.