Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
Es inevitable no dejar de ver con cierto aire de nostalgia los eventos del otrora poderoso PRI poblano. Por más esfuerzos que hagan los concurrentes, la toma de protesta de la nueva dirigencia encabezada por Lorenzo Rivera y Xitlalic Ceja transcurre en color sepia, con un sonido defectuoso y en el aire el amargo olor que despiden los cuerpos, invadiendo el salón blanco de un aroma rancio, ciertamente nostálgico por los tiempos idos.
Esta es la fuerza del PRI que durante años se especializó en la matraca, sustituido ahora por la batucada y el confeti, que se esparció justo en el momento del “Sí, protesto”.
Las figuras que todavía son representativas en eso que quedó del partidazo, brillaron por su ausencia.
En su lugar, un grupo de ciudadanos despersonalizados, una masa amorfa, que ciertamente cumplió con el ritual de aplaudir y vitorear a esta, que seguramente será la dirigencia lista a cargar con el cadáver de este cuerpo que en algún tiempo fue exquisito.
Los discursos dibujando una realidad inexistente.
La técnica goebbeliana de repetir una mentira hasta que se convierta en verdad ya no les funciona.
El llamado a recibir “a quien seguramente será el próximo gobernador del estado” ya no tiene ningún significado (dudo incluso que tenga algún efecto en los asistentes, incluso en el candidato que se autodenomina “del pueblo”).
Esos ya son tiempos idos.
El marinismo a plenitud.
Esto es lo suyo, el acarreo, el baño (de sauna) de pueblo, las porras, el brazo levantado con esfuerzo, el ritual de vitoreo, las promesas de empleo, los representantes de Luis Miguel Barbosa en la anterior elección regresando de nuevo al partidazo, ahora que Alejandro Armenta ha sido derrotado.
Han decidido que esta batalla la librarán aquí, con el candidato que no deja de sonar ingenuo al momento de arengar a la multitud, con un llamado a la victoria que francamente en vez de motivar llama al llanto.
Asistimos a las exequias de un partido que lejos de ser un modelo político se convirtió en una cultura.
Al partido que durante 90 años aplastó a sus adversarios y que ahora siente el rigor, el amargo sabor de la derrota, y lo que es peor, anticipada.
La nueva dirigencia da ternura.
No son generales para tiempos de guerra.
Quizá en otra época eso no importaría; después de todo, sólo se trataba de administrar la victoria.
Ahora Lorenzo y Xitlalic, Xitlalic y Lorenzo, dan ternura.
El colmillo retorcido ha sido sustituido por una lista de buenos deseos.
En este evento brilló más el ruido de la batucada y de un intento de mariachi, que la voz tenue, temerosa y desafinada de quien será el nuevo dirigente del PRI, presagio de los tiempos por venir: mucho ruido y pocas nueces.
Parece que lo peor está por venir para los priistas, que mientras tanto viven el sueño de los justos, pero en vida.
Al fin y al cabo, señoras y señores priistas, “¿qué es la vida? –un sentimiento, ¿qué es la vida?–una ilusión. Al fin y al cabo, la vida es sueño y los sueños, ¡sueños son!”.
(Descansen en paz).
(Cerrado por duelo).
(Rueguen por él, por ellos, por el PRI).