La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora 

Al principio fue muy divertido… los conocí en una fiesta, una semana después me llamaron, por dos años fuimos los mejores amigos, los bares, los antros y en centros de diversión de la metrópoli ya nos identificaban; todo siempre muy sano, pero de esas desveladas que terminan a las 10 de la mañana, muchos perdieron la escuela, otros perdieron tiempo, su trabajo… otros perdimos todo— sonrió Patricia, mientras fumaba su cigarro.

—Esos días de la universidad sí que fueron buenos, a pesar de que la ley decía que no debían existir bares cerca, la alcaldía los permitía, ninguno de los ministros se metía, es más, los dueños de esos bares eran más poderosos que el propio primer ministro, de vez en cuando se veía un reclamo en los periódicos y a los dos días se olvidaba, eso sí era tener poder y con el tiempo a todos los dueños los conocía— Patricia tomó su cigarro… aspiró… tomó un trago de whisky y luego sacó el resto del humo… el efecto, decía ella, era de lo mejor.

—Mira, antes yo era de las más bonitas, muchos anduvieron detrás de mí, éramos la ley—….

—¿Y… qué pasó?— dijo Claudia… la nueva en esos lugares de pestilencia nauseabunda cuando el calor de la primavera arreciaba sobre las láminas de vinil… donde las historias son muchas y todas se topan con en esa pared, ese vértice donde lo irreal se vuelve realidad y los miedos dejan de existir después de la primera noche.

—¿De dónde sale tanto dinero para sostener las botellas, los cigarros, las entradas, las cenas, las comidas, los autos de alquiler, las fiestas inacabables, quizá todos sospechábamos, pero como no nos costaba, mejor ni preguntábamos, éramos un grupo de personas de muy alto perfil, decían todos que nadie sospecharía, nos ocupaban sólo para encubrir a Manuel, le decíamos el Toreto, porque según se parecía a él… bueno casi… sólo que pesaba como 145 kilos, jajaja— todas morían de la risa por sus comentarios.

—Es como este lugar, hay cuotas, hay pagos y mientras tengas con qué… miren…— y tomó la botella de whisky y bebió directamente de ella…—¡Hey… agente… amiga… apóyame, necesito otras dos más…. mmm no, dame cuatro más y con sus respectivos cigarros— Patricia tomó un paquete de billetes de una bolsa de plástico y se los dio en la mano y en unos minutos estaba todo lo que había pedido.

—Dice el director que te calmes, no quiere un escándalo por una congestión etílica, ya viste lo que sucedió en el área de hombres cuando el Charly se suicidó y en los diarios salió que había tomado de más y el director resultó perjudicado y removido de toda institución…— le dijo la celadora muy seria.

—¿Y si había tanto poder? ¿Cómo llegaste aquí?— le dijo Claudia muy asombrada.

—Todo tiene un precio, y un día tuve que pagarlo, llegó el Toreto muy agitado, muy nervioso, le dimos una copa y no se calmaba y de pronto entraron unos oficiales y tomaron un bolso de mujer, al instante recordé que no era de ninguna de las chicas, era del Toreto, muy raro, y preguntaron de quién era… él sudaba mucho, como nunca, me miró y parece que comprendí… y le dije que era mío… me tomaron del brazo y llegué hasta aquí… una pistola, un paquete de droga, un fajo de billetes verdes— tomó un trago de agua, luego fumó, todas estaban en silencio…—Me sacaron solo a mí, al otro día llegaron en una camioneta algunos abogados, uno de ellos habló conmigo y dijo que estaría algún tiempo y me sacarían, que el patrón estaba muy complacido y que nada me faltaría…— Dijo Patricia y tomó unos billetes y los repartió con sus compañeras.

—No me vean así… mañana me traen más y si es necesario el doble…— dijo Patricia antes de dirigirse al baño…

Todos, políticos, analistas, comentaristas hablan de un mejor mundo, de honestidad, de mejores caminos para el progreso, cuando nunca se habla de políticas preventivas es mejor ocultar el secreto de la familia, mandarlo a otro lugar en lugar de aceptar y trabajar.

Sin embargo, es en las periferias donde se ve el fallo de los algoritmos del modelo econométrico que expone resultados macroeconómicos favorables para los países donde todos son un número y todo es una variable, donde no hay sentimientos, no hay sueños… y allí es donde se viven las injusticias.

La ley existe es muy muy clara, pero es tan pura que no entra la impureza del ser humano y por tanto no imparte justicia, tiene que ser una mercancía más que tiene un precio de mercado y quien tiene dinero puede comprar y disponer de ella.

Todos vigilados, todos partes de un negocio donde hasta los ministros saben que son efímeros y es mejor ser parte del negocio que parte de la pena de ser uno más en la lista de desaparecidos, en la lista de desempleados, de políticos venidos a menos, es mejor cerrar los ojos un momento y ser parte de los ganadores, quizá hasta un día llegue uno a ser el primer ministro.

Como un sentido del algoritmo del fallo de un programa, donde se pone un parche, un parche cibernético para corregir el error. La prisión resulta una salida fácil para hacer saber a la sociedad que el sistema funciona, funciona para defraudadores, como para acosadores o para asesinos confesos… y ese parche cibernético parece funcionar pues la sociedad no exige otras formas de reestablecer o corregir a la sociedad.

—¡Y Patricia?— preguntó Claudia…

—Ay amiga, cuando Patricia, hace una fiesta como esa… significa que en unas horas se irá… y mira… nos dejó más botellas y hasta la comida de mañana puesta, sí que hay mujeres que son excéntricas… pero no te apures en unos seis meses regresa y pasará unos tres meses encerrada, todo para cubrir a sus jefes y para que vean que el sistema funciona— dijo Gaby, quien rompía el sello de una cajetilla de cigarros del paquete había dejado Patricia para sus amigas.

—Hola… ¿Cómo han estado? Claudia… ¿aún aquí? ¿Pues qué hiciste? Te prometo que en la próxima te vas conmigo para que trabajes para nosotros… en la última fiesta el candidato a ministro estuvo allí y hablamos… me gustará verte de funcionaria…— dijo Patricia, quien abría la primera botella de coñac para festejar su regreso… ese rito lo había hecho ya por 16 años…