El candidato por Morena a Casa Puebla asistió a un foro organizado por la UPAEP, al que también llegaron sus contrincantes por el PANPRD-MC y del PRI y donde presentó sus propuestas en materia de seguridad, de medio ambiente y de oportunidades de empleo para jóvenes.

Por: Mario Galeana

La confirmación llegó de último minuto: Miguel Barbosa, el puntero en las encuestas, acudiría al encuentro convocado por la UPAEP la mañana del lunes 29. Antes de que arribara a la universidad, los candidatos Alberto Jiménez Merino y Enrique Cárdenas ya habían desfilado, por separado, ante los estudiantes.

Pero con Barbosa era distinto. Desde que Enrique Peña Nieto terminó escondiéndose en los baños de la Universidad Iberoamericana, en aquel 2012, en todos los candidatos punteros ha anidado la idea de que asistir a los encuentros realizados por universidades implica correr un riesgo innecesario.

Porque se trata de la suma de varios intereses: de los rectores, de los dueños de las universidades y, sobre todo, de aquel imprevisible ánimo juvenil.

Ayer, por ejemplo, los intereses de la UPAEP —coto histórico de la ultraderecha en Puebla— quedaron expuestos con una pregunta realizada a los tres candidatos: “¿Qué políticas públicas va a implementar para proteger la vida desde la concepción?”. No preguntaron: “¿Está usted a favor o en contra de despenalizar el aborto?”. No preguntaron: “¿Criminalizaría usted a las mujeres que decidan abortar?”. No. La ultraderecha veló uno de los temas más polémicos en una pregunta cargada, sin embargo, de todo sentido.

Barbosa, como el resto de los candidatos, salió por peteneras. Quizá porque es absurdo pensar que todos los estudiantes y académicos de la UPAEP están a favor de la prohibición del aborto —así como pensar que todos están en contra—, el candidato por la coalición Juntos Haremos Historia optó por contestar que hará valer todos los derechos establecidos en la Constitución y que no será “promotor” de temas que dividan a la sociedad.

Ese habría sido el momento más relevante de todo el encuentro de no ser por aquel instante, por aquella voz de un muchacho entre el público que dijo, apenas, una palabra: nunca.

Barbosa llevaba unos 20 minutos hablando. Había presentado sus propuestas en materia de seguridad, de medio ambiente, de oportunidades de empleo para jóvenes. Del gesto recto, incómodo, había pasado a la comodidad y al chiste fácil.

En algún momento empezó a sincerarse. Dijo lo que las encuestas dijeron aquella mañana: que superaba por al menos 30 puntos a su más cercano contendiente.

—Yo llevo 30 puntos de ventaja. Voy a arrasar en las elecciones. Voy a arrasar. Vénganse conmigo. Vénganse conmigo. Hagamos campaña juntos, caminemos juntos…

Y del público surgió aquella voz desconocida:

—¡Nunca!

—¡Ah! —exclamó Barbosa—, pues si tú quieres, nunca. Es tu derecho. Los nunca también van a existir, y lo respeto.

No hubo voz que atizara el destello de aquel estudiante. Nada. Ningún grito o protesta o campaña urdida o propaganda que remitiera al YoSoy132 de 2012. Nada. Ningún recuerdo del trágico momento en el que Peña Nieto terminó en el baño. Nada.

Barbosa respondió cada pregunta y, al final, firmó un pacto cívico que la UPAEP presentó a todos sus candidatos. Y un alud de aplausos precedió su salida del recinto.