La población tiende a confundir la palabra educación con escolaridad y recurrir a expresiones que involucran a las instituciones y docentes con la falta de respeto e incivilidad de las personas.

Plumas Ibero

Por: José Guadalupe Sánchez Aviña

“La escuela no cumple con sus objetivos”, “los maestros no cumplen su obligación”… es común encontrar expresiones como éstas, refiriéndose al estado insatisfactorio en el que se encuentra actualmente la sociedad; pocas cosas tan peligrosas para el desarrollo de una sociedad que confundir la educación con la escolaridad; de ninguna manera escolaridad es directamente proporcional educación, de la misma forma que tampoco lo es el nivel de ingresos o posición social.

La escuela representa el esfuerzo institucionalizado; preescolar, primaria, secundaria, bachillerato, licenciatura y posgrados constituyen principalmente este campo, a lo que se suman variantes como todo lo relacionado a la capacitación para el trabajo y similares.

Constituye un tremendo error atribuir a una persona el calificativo de “educado” por el hecho de haber egresado de un doctorado, de la misma forma que tachar de “no educado” a una persona que no ha cursado ningún grado escolar.

La educación a la que aquí se hace referencia es aquella que permite que cada sujeto se autoconstruya y transite de su condición de persona, con la cual nace, hacia la de persona humana; lo cual no significa más que ese sujeto, al mismo tiempo que se reconoce como ser humano, trata a los demás con el mismo reconocimiento. Esta educación se encuentra en todos lados, en todo momento, incluso en las escuelas.

¿Resulta complejo entender esto? Veamos, pensando en el ámbito de la vida diaria: ¿tu conducta cambia cuando hay alguien que te observe de la que conducta que tienes cuando no hay quien lo haga? Por ejemplo, cuando hay o no un policía, un agente de tránsito. ¿Te pasas el semáforo en rojo o en la preventiva? ¿No respetas la fila? ¿Tiras basura? Una persona educada mantiene una conducta estable, regida por el respeto hacia sí mismo y a los demás; lo contrario es muestra de la falta de educación.

Caso aparte es aquella persona que incluso cuando es observada tira cenizas o colillas de cigarro por la ventanilla mientras conduce, tira basura, escupe o pasea a su perro por espacios públicos sin recoger las heces fecales, que aplica aquello de primero yo, después yo y al último yo… tantos ejemplos.

La educación nos proporciona un lugar en este mundo en donde reconocemos nuestro derecho a existir, al mismo tiempo de que esa existencia es junto a otras personas; la educación, de alguna manera nos representa la oportunidad de ser mejores en comunidad. La educación nos permite disfrutar de la responsabilidad que tenemos con los demás, entendiendo esto, como la capacidad de responder ante los demás.

Antes de llevar la basura de nuestra casa a otra calle pensando en que nos libramos del problema, antes de robar, antes de meterte en la fila, antes de dar una vuelta prohibida, antes de colocarte en doble fila, antes de maltratar a otra persona, antes, piensa que todo eso evidencia tu educación. Piensa que en la medida en que no consideres (respetes) a los demás, el primer agraviado eres tú y te alejas de la condición de ser humano, aproximándote, inevitablemente a lo que algunos autores denominan “bestia”.