Diario de Viaje
Por: Pablo Íñigo Argüelles / @piaa11 

¿Qué le hubiera relatado Marco Polo a Kublai Kan sobre Puebla si la hubiese conocido?
Creo que mi pregunta no es inverosímil.
En 1974, Italo Calvino escribió las falsas crónicas aquellas en que Marco Polo relata las ciudades que ha visto a lo largo de sus viajes. Las tituló “Ciudades Invisibles”.
Las descripciones son una forma de redención mientras el imperio de los tártaros, dirigido por Kan, se vuelve ruinas.
Calvino, con magia breve, abre así:
“En la vida de los emperadores hay un momento que sucede al orgullo por la amplitud
desmesurada de los territorios que hemos conquistado, a la melancolía y al alivio de saber que pronto renunciaremos a conocerlos y comprenderlos; […] es el momento desesperado en que se descubre que ese imperio que nos había parecido la suma de todas las maravillas es una destrucción sin fin ni forma, que su corrupción está demasiado gangrenada para que nuestro cetro pueda ponerle remedio, que el triunfo sobre los soberanos enemigos nos ha hecho herederos de su larga ruina. Sólo en los informes de Marco Polo, Kublai Kan conseguía discernir, a través de las murallas y las torres destinadas a desmoronarse, la filigrana de un diseño tan sutil que escapaba a la mordedura de las termitas”
No sé porqué me suena.

***

La entrada al Mictlán se encuentra en el cruce de la
Avenida Juárez y la 19 sur.
Dábamos, M y yo, un paseo nocturno por la
Juárez, actividad que hoy en día podría ser
catalogada como acto de riesgo extremo.
Admiramos sus palmeras centenarias, sus glorietas,
sus bares, sus restaurantes, sus Valet Parking, su
basura, sus bolardos incontables e inservibles
(cuánto habrán cobrado por cada uno) y sus

incidentes casuales, vamos, los de cualquier calle: un
vendedor de cigarros, un cadenero empoderado, dos
borrachos y hasta una riña dentro de un bar de
nombre norteño en el que retumbaban las tubas,
riña que subió de tono y que tuvo que ser frustrada
por la Policía Municipal.
Vimos un mundo, y eso que solo llevábamos
dos calles andadas.
Cuando llegamos al cruce de la 19 sur dimos
cuenta, primero, de un hoyo en el piso, pero al
acercarnos más, vimos que el mismísimo centro de
la tierra podía verse ardiendo desde ahí.
En nuestra calidad de Millenials, lo primero
que hicimos fue sacar una foto (cabía la mitad del
cuerpo de M) y tuitearla, arrobando al
Ayuntamiento de Puebla.
Pronto tuvimos respuesta.
Tanto la CFE como Telmex, se echaban la
bolita. El ayuntamiento nunca contestó.
Pasó un mes, y decidimos regresar al mismo
lugar, al cruce de la Juárez con la 19 para ver si ya
lo habían arreglado. Lo encontramos peor, hasta se
robaron parte de la tapa de metal que todavía
permanecía la primera vez que lo vimos.
El ayuntamiento nunca contestó.
No sé desde cuando esté, pero sé que sigue
ahí, en medio de la recién remodelada banqueta de
la Avenida Juárez, que además costó millones y que
fue, por cierto, anunciada con bombo y platillo.
No sé, ha de ser por la veda. O porque es una obra
que forma parte de las ruinas recibidas de la
administración pasada.
Sí, seguro es eso.
El hoyo está ahí, como el dinosaurio de Monterroso,
y ¿saben qué?, ya no se trata del hoyo, ya es el hecho
de que todos ven la ruina y la pasan de largo.
Si Marco Polo le hubiera contado a Kublai Kan
sobre Puebla, quizá se hubiera quedado más
tranquilo de saber que su imperio no es el único que
arde.

***

Twitter se ha vuelto un buzón de quejas públicas (y
de las propias también), tanto que ya uno luego no
sabe ni a quién arrobar para este u otro descontento;
tanto que ya uno luego no tiene idea quién nos
prometió fervientemente que se iba a dar
seguimiento a nuestro caso, o —mi favorito de
todos— a qué instancia correspondiente nos iban a
canalizar.
Pero también se ha vuelto (Twitter) el gran
elogio de la incompetencia pública (y de la propia
también), el gran delator de lo mal administradas
que se encuentran esas mentadas y repetidas
instancias correspondientes.
***

PS
Yo terminé la prepa por teléfono.