Mesa Cuadrada
Por: Gabriel Reyes Cardoso / @GabrielReyesCa3

Entre un gobierno y los periodistas existe, debe existir, una asociación estratégica.

Los fines son, deben ser, contribuir al mejor entendimiento entre la sociedad y su gobierno, y facilitar la mejor colaboración, hacerla sistemática y permanente.

Ninguno debería espantarse de esto.

Entonces, ¿por qué esa relación siempre es percibida como perversa y mal intencionada?

Creo que todas las respuestas parten de las razones que crean artificialmente la necesidad de pagar por difundir las ideas, las obras y los servicios del gobierno y cómo se promueve su aceptación.

¿Por qué pagar? ¿Para qué pagar? Serían los fundamentos que cambian una asociación estratégica en complicidad, que privilegia el justificar antes que el explicar y que si bien se convierte en un canal de información del gobierno, dificulta y en algunos casos cierra esa misma posibilidad a la sociedad cuyo acceso a los medios de comunicación es difícil.

El diálogo que supone una asociación estratégica se convierte en un monólogo que se apodera, injustamente, de lo que llamamos “debate público” y pervierte esa relación en contra de las posibilidades de expresión de la sociedad.

Entre los reporteros existe un dicho popular que afirma que los reporteros valen más por lo que saben y no dicen, que por lo que publican o difunden.

El gobierno, al pagarles, contribuye a que los ciudadanos piensen que ese pago sea para eso y que no es justo, porque se realiza con dinero de los contribuyentes, para ocultarles a ellos o persuadirlos de algo que debería ser naturalmente conocido, entendido, y a lo mejor aprobado o bien recibido.

Las benditas redes sociales han roto ese monopolio y expuesto al mismo tiempo la necesidad de revisar esa relación que para muchos es y será de cómplices.

El problema, sin embargo, sigue siendo el mismo. Romper, desaparecer ese monólogo, donde el único que habla, se ve y se escucha es el gobierno, porque si bien ahora todos los ciudadanos que tengan un celular o una tablet o una computadora con acceso a internet son reporteros, todavía no se ha invertido el canal de comunicación.

Muchos hablan mucho, pero a lo mejor el gobierno sigue escuchando poco y pensando en el modelo anterior de comunicación política, donde sólo hablaba el gobierno.

Hay muchos que pensamos que el gobierno no debería pagar a los periodistas por sus servicios. “El que paga, manda” dice la gente, pero el problema de valor, de honestidad, es que quien paga con dinero ajeno, estaría obligado moralmente a que esa comunicación sirviera al dueño del dinero y no solo a sus intermediarios.

La gente piensa, pensamos que no es así.

La transparencia de los actos del gobierno es un imperativo moral y ético. ¿Por qué pagar porque se conozca o se acceda a ella?

Por eso ahora que se ha difundido los nombres de periodistas y las enormes cantidades que el gobierno anterior les pagaba, no hay asombro, porque lo único que no conocíamos era la cantidad. Sin embargo, pese a que fue una acción de la Cuarta Transformación, seguimos sin saber para qué el gobierno les pagaba y menos por qué, en la misma Cuarta Transformación el nuevo gobierno les sigue pagando, aunque no a los mismos ni la misma cantidad.

Los nombres podrán ser diferentes, pues cada gobierno tienes sus periodistas. Las intenciones siguen siendo las mismas y entonces el problema no se ha resuelto y eso no va con un gobierno que quiere transformar radicalmente todo lo que no ha favorecido a la gente, en especial a quienes no tienen dinero ni fuerza popular para acceder a los contenidos de la prensa grande, antigua y perversamente cómplice del gobierno.

Nos queda, por tanto, sólo conformarnos con entrar a las redes sociales, que son más baratas y accesibles y hablar, publicar, difundir, aunque se corra el riesgo de que el gobierno lea poco, escuche poco y entienda menos.