Crónicas marcianas
Por: Zeus Munive / @eljovenzeus 

¡Que no le digan, que no le cuenten que la luna es de queso y compre sus pantaletas a dos por el peso! En pocas palabras: no se hagan bolas, el queso de Oaxaca ya viene enredado. Así que si aún no entiende qué diablos pasa a tres días de los comicios extraordinarios, las Crónicas Marxianas le presentan un breve, pero muy sustancioso análisis y sin artistas invitados.

Y como diría el clásico: “Corre videotape”.

  1. El PAN va a perder porque carece de operadores electorales. Nos pudo haber caído bien o mal. Podríamos o no estar de acuerdo con su estilo personal de gobernar, pero de que sabía operar una elección lo sabía (haiga sido como haiga sido). Sin Rafael Moreno Valle, el PAN no sabe trabajar: carece de método, dirección, misión, visión y objetivos. El PAN ganaba porque sus votos castigaban al PRI; después de su rotundo fracaso en el gobierno federal y por terminar actuando lo más parecido al partido tricolor, ya no es opción de oposición. A lo mejor en 2021. Ya veremos (y diremos), como dijera otro clásico.
  2. Enrique Cárdenas no supo unir al panismo, al contrario, lo dividió más. De entrada, nunca se identificó como blanquiazul ni perredista ni del Movimiento Ciudadano. En su último video en redes (impugnado ante el INE por promoción fuera de los tiempos electorales), él mismo dice que con esos partidos no va: “Cero bolita”. Era un enemigo acérrimo del morenovallismo, así que ahora representar a los partidos que impulsaban el proyecto del ex senador es una incongruencia. Además, independiente del resultado electoral del domingo, Cárdenas va a fundar su propio partido político. Como me dijera otro clásico: “Qué chingón, mijito. Y tu nieve, ¿de qué la quieres?”. Esa actitud genera huelga de brazos caídos en las estructuras.
  3. La lectura de esta elección es como La caída de los dioses, de Luchino Visconti, o la ópera de Wagner, El ocaso de los dioses, en donde, de tener todo el poder o el poder absoluto, ese grupo se quedó en el vacío absoluto. Tras la tragedia del 24 de diciembre del año pasado, todo se vino abajo. Renunciaron los principales operadores y llegó la orfandad política. Se ajustó el ajedrez político y el panismo eligió a un personaje que pensaban que era impoluto, limpio, pero no. Como dijera ese otro clásico de Nativitas: “No somos santos”.
  4. Luis Miguel Barbosa jugó a ganar desde el principio. Dos ventajas tuvo: había enfrentado a la estructura de Moreno Valle el año pasado y él ya había hecho una campaña reciente. El domingo por la noche su discurso seguramente será (y reescribirá la historia oficial) que en 2018 fue víctima de un fraude electoral y que con su triunfo ratifica a la Cuarta Transformación en Puebla.
  5. Barbosa sí llevó a la práctica el discurso de la reconciliación. Desde enero comenzó a reunirse hasta con sus más acérrimos adversarios del pasado y les tendió la mano. Algunos aceptaron, otros no. Ya cada quien asumirá sus consecuencias.
  6. Alberto Jiménez Merino pudo haber sido un buen candidato en otras circunstancias. Pero como el “hubiera” es un verbo inexistente, le tocó bailar con la más fea: el PRI cada vez es un partidito, pues las estructuras se fueron a llenar los espacios en Morena: Leobardo Soto, Maritza Marín, Erika Díaz y René Sánchez Juárez, entre otros personajes dignos del viejo corporativismo, más un escándalo mediático de todos conocido que mermó aún más la credibilidad de su partido. Pobre de don Rural: es una buena persona, pero esta no es ni la Gloria ni el Cielo, es el maldito planeta Tierra.
  7. Ni el PRI ni el PAN lograron registrar representantes de casillas al 100%. No cabe duda que eso se llama karma político. Quién iba a pensar que esta realidad un día iba a alcanzar a dos de los partidos que eran el sistema, el aparato, y ahora son una mala caricatura de ellos mismos.

Y como diría otro de los clásicos: “Ni Obama” (con perdón de don Carlos Macías Palma que ya se adueñó de esa frase).