En el pasado, los desfiles conmemorativos eran un escenario para mostrarle a los asistentes la modernización del estado en los últimos gobiernos; ahora nada más las sombrillas rojas, no guindas ni azules, son las que siguen utilizando.

Por: Osvaldo Valencia

Frente al Ángel Custodio de la ciudad de Puebla, sobre el bulevar que no era bulevar sino un río, una muchedumbre de espectadores aguarda impaciente el paso de carros alegóricos.

El más esperado es el del Centro Escolar Niños Héroes de Chapultepec (Cenhch), destacado siempre por su inventiva, además de la disciplina y la energía que ponen en sus formaciones.

En el pasado, los desfiles conmemorativos a la batalla del 5 de Mayo eran un escenario para mostrarle a la gente, la local y la de fuera, la modernización que había experimentado el estado en los últimos gobiernos, pero esta vez no.

El carro alegórico del Cenhch es una muestra de ello: la escenificación de un águila enorme, esplendorosa, que sólo se encuentra plasmada en la bandera nacional, acompañada de Porfirio Díaz, Miguel Negrete, Patricio Ramos y la representación del ejército zacapoaxtla, referentes en su historia, un vistazo a las batallas de Puebla, una ojeada a su pasado.

Lejos quedaron las obras de infraestructura estrafalarias que les mostraban a todos los cambios de imagen y régimen.

En el pasado quedaron las épocas cuando los vendedores tenían prohibido acercarse al recorrido del desfile para sacar su día con los asistentes que llegan desde las ocho de la mañana.

Ahora nada más las sombrillas rojas, no las guindas ni las azules, son las que siguen utilizando en las celebraciones, los desfiles, como oportunidad para llevar su propaganda política al electorado.

En los carros de las demás escuelas la celebración a la historia, a lo prehispánico, a lo poblano, son la bandera que se toma para botar a un lado la del pasado reciente de la entidad.

Porque eso fue lo que pasó hace sólo unos meses en el estado, el cambio de un régimen que se había asentado en la entidad.

En el lugar de los hombres de poder, ahora, los rostros de quienes encabezan los actos no son los mismos que los del año pasado.

En el poder federal se pasó de enviar como representante a la titular de una secretaría de segundo rango, como la de Desarrollo Agrario, Territorial y Urbano, a colocar como su visor en Puebla a su segunda al mando: la secretaria de Gobernación.

En el plano local, las reconfiguraciones del poder toman un matiz vinotinto que con solo un gesto se marca la diferencia entre quienes llevan la batuta y los que simplemente no.

Un todopoderoso secretario Fernando Manzanilla Prieto deja con la mano extendida al diputado José Juan Espinosa, que desde meses atrás ha utilizado cada trinchera política o legislativa que le sea posible para desvirtuar al secretario General de Gobierno, a quien sólo le basta no decir nada para dejarlo a un lado del cuadro.

En la esquina del presídium, personajes como el superdelegado Rodrigo Abdala Dartigues, la senadora Nancy de la Sierra Arámburo o la alcaldesa capitalina Claudia Rivera Vivanco quedan relegados de la foto oficial.

Quienes fueron los aliados de Andrés Manuel López Obrador en la batalla electoral de 2018 hoy están a un costado con la confianza entre líneas.

Al centro de la fotografía del momento se mantiene firme y calmo Guillermo Pacheco Pulido, sabedor del trabajo de reconciliador que desempeña desde febrero de este año; Gabriel Biestro que de a poco se asienta como el presidente de la Junta de Gobierno y Coordinación Política del Congreso local, así como la titular de la Segob, Olga Sánchez, para completar el nuevo escenario poblano, y que todavía espera una última modificación para agosto próximo.