Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
En el último tramo hacia las urnas y con la holgadísima ventaja que lleva según todas las encuestas conocidas hasta hoy, el único mayor peligro para el candidato puntero Luis Miguel Barbosa, de Juntos Haremos Historia, no es la irrisoria oposición encarnada por Enrique Cárdenas y Alberto Jiménez Merino, sino el exceso de confianza, ese típico pecado electoral que surge de la percepción de una victoria tan segura como anticipada. Dar por hecho que todo está hecho, sobre todo en el equipo, los estrategas y operadores del abanderado de Morena, PT y PVEM, podría ser devastador para el objetivo de ganar -y sobre todo de ganar con la contundencia que se imagina en el cuarto de guerra barbosista-.
Sin duda existe el riesgo de que al sentir ya en la bolsa el triunfo, las estructuras no salgan a votar y los activistas y los promotores se tiren a la hamaca; que abran por adelantado el vino espumoso de la celebración o, en el peor de los casos, que caigan en la soberbia. La alerta ahí está, en especial ante la muy baja participación, de alrededor de 39 por ciento de los 4.5 millones de votantes, que se espera el próximo 2 de junio
El termómetro de la vida cotidiana, la pregunta al taxista, la opinión de la ama de casa, del compañero de viaje en el transporte colectivo, la charla estudiantil, da como inexorable ganador a Miguel Barbosa.
Sí, pero el ex senador quiere arrasar y, también en su mente, está -si es posible- superar los millón 31 mil 043 sufragios que obtuvo el 2 de julio de 2018, en el proceso que denunció como fraudulento.
Sin embargo, en aquél hubo una participación de 68.3 por ciento de la Lista Nominal del estado.
Ahora se prevé menos de 40 por ciento -según nos confiaron desde la trinchera barbosista- y eso en automático complica su meta.
La aritmética, el análisis comparativo y los proporcionales nos estarían indicando que obtendría alrededor de 900 mil votos.
Con un porcentaje a favor de entre 45 a 50 por ciento, le basta al de Zinacatepec para ganar y por mucho, pero sin parangón con 2018, por la sencilla razón de que aquella fue una elección concurrentecon altísima participación.
Las circunstancias son otras.
La distancia que le lleva a sus competidores, sin embargo, podría generar una actitud prematuramente triunfaliasta que, mal encausada, puede resultar perjudicial en sus simpatizantes y estructura.
Bien medido deben tener en su cuarto de guerra, que este 2 de junio se podría registrar la votación más baja de la historia contemporánea de Puebla.
Si las previsiones poco halagüeñas se cumplen, algo así como un millón 800 habitantes del estado serían los que se presenten a las urnas.
Eso mengua cualquier meta.
Visto de ese modo, quedaría en la imposibilidad, que ya ha dicho el propio Barbosa que no está en su preocupación, de superar a los anteriores triunfadores en la gubernatura.
Los datos oficiales de 2018, que fueron impugnados, dieron a la finada Martha Érika Alonso Hidalgo un millón 153 mil 079 sufragios.
En 2010, el fallecido Rafael Moreno Valle logró un millón 111 mil 318 votos.
Con una muy baja participación, de apenas 44.6 por ciento, que nos pinta lo que podría ocurrir el próximo 2 de junio, en 2016, Tony Gali obtuvo a gubernatura de 22 meses con 805 mil 899 sufragios a favor.
En las filas barbosistas, sin caer en la alarma, deben mantener una alerta.
Despojarse, si es que hay, de la soberbia (tía hermana de la modorra).
Las pilas no sobran.
Ya la presidenta del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del Movimiento Regeneración Nacional (Morena), Yeidckol Polevnsky, y la dirigencia estatal del Partido Verde, que acompaña la alianza, comprometieron que se cubrirán con representantes ciento por ciento de las 7 mil 671 casillas.
A la legalidad de un triunfo -no hay que olvidarlo- no le estorba una buena legitimidad.
Ahí estará el bono democrático y la gobernabilidad.
No hay más.