Es una tonalidad imprecisa, nerviosa, insegura, que se corrige por momentos, guarda silencios largos, y en instantes se oye agobiada.
Una voz que se interrumpe a ratos por sus tropiezos recorre el Salón Barroco del Edificio Carolino de la Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (BUAP).
Es la del candidato a gobernador Alberto Jiménez Merino, quien busca en los universitarios dar a conocer al Partido Revolucionario Institucional (PRI).
Es una voz imprecisa, nerviosa, insegura, que se corrige por momentos, guarda silencios largos, y en instantes se oye cansada, agobiada.
Esa voz recorre los rincones de un salón con espacios vacíos de quienes huyeron al saber que quien toma la palabra está cobijado por las siglas del PRI.
Tal vez lo triste de su voz sea por cargar con el peso de un PRI desprestigiado desde la elección del año pasado, cuando perdieron más de lo esperado en todos los frentes.
Su voz se oye cansada, quizá, por cargar con los más de 30 y 15 puntos de ventaja que le llevan sus contrincantes, Luis Miguel Barbosa Huerta y Enrique Cárdenas Sánchez, en cada encuesta que se realiza día con día, y sin atisbos de que la tendencia se revierta, pero que se niega a reconocer diciendo que “la verdadera encuesta será la del 2 de junio”.
El nerviosismo en Jiménez Merino se da frente a un Consejo Universitario de la BUAP que, como lo hizo minutos antes con los candidatos de Morena y PAN, espera una verdadera respuesta a la inseguridad de la que son víctimas los estudiantes de la máxima casa de estudios del estado.
En repetidas ocasiones, el priista cae en lugares comunes que sus contrincantes tocaron minutos antes: promete cámaras de vigilancia fuera de los campus universitarios, mejorar el esquema de vigilancia en los alrededores, aunque omite explicar cómo lo hará.
Trata de ganar la empatía de los alumnos y directivos de la universidad, asegura que garantizará un mejor presupuesto para ellos, pero otra vez su voz trastabilla cuando le preguntan de cuánto sería el apoyo a la BUAP en caso de necesitar recursos extraordinarios, si habrá impulso para desarrollar la ampliación de la universidad al interior del estado, a lo que el priista sólo atina a responder con un “apoyo total” a lo que le pidan.
Trata de esquivar su tropiezo con promesas para los votantes jóvenes, a quienes les asegura un apoyo bimestral de mil pesos para tener acceso a Internet, pero al ser cuestionado sobre cómo lo hará posible recuerda que «lo está analizando”.
El cansancio en la mirada y voz de Alberto Jiménez se nota con el paso de los minutos, pues apresura sus respuestas a cada pregunta y así acabarlas en promedio en tres o cuatro minutos.
Pese a que todos los candidatos gozaban de una bolsa de tiempo de una hora para conversar con los universitarios, Jiménez Merino decide poner fin al diálogo 15 minutos antes.
El candidato tricolor sale de la reunión a sabiendas de que aún le queda un encuentro con sus adversarios a la gubernatura.
Ante un Enrique Cárdenas que le guarda respeto, y un Miguel Barbosa que, lejos de reservar la holgada distancia, deja el mensaje de que lo aplastará.
