La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora 

Juan Pablo revisó su reloj. Ya era hora.

Tomó un vaso, un huevo, un refresco de cola que había al fondo del refrigerador.

-¿Y eso qué es, papá?

-El mejor de los desayunos-

Lo vertió, lo bebió casi al instante… cogió una servilleta y se limpió la boca…

-Hay cosas, actos, y hasta comida que te saben a nostalgia… este era el desayuno de mi abuelita, la cual se levantaba muy temprano para atender el negocio y esto bebía, me causaba curiosidad y siempre ligue sus ganas de trabajar y el ahorro a este brebaje… cosa que con el tiempo me di cuenta que ella lo hacía por ahorrar… hoy me sabe a esos días cuando ella vivía- dijo Juan Pablo.

-Sí que admirabas mucho a mi bisabuelita-.

-Por un tiempo no supimos de ella, luego tu abuelito y abuelita desaparecieron, fueron días muy difíciles para mí y mi hermano, que hoy en día es como mi padre, pues el vio por mí y yo ni sabía muy bien lo que pasaba, sólo me vienen a la cabeza momentos- dijo y veía por la ventana un río a lo lejos.

-Mi hermano Paco siempre ha sido mi ejemplo. Por eso, cuando entré o recuerdo que regresé a la escuela, me prometí nunca fallarle, que nadie hablara mal de mí o de la familia.  Los tiempos son otros, nuestras metas, nuestros sueños y volvimos a hacer familia- suspiró Juan Pablo al momento que tomaba a su hija de la mano para llevarla al coche y en seguida al colegio.

-¡Juan!, ¿pero qué haces aquí? ¿No tenías trabajo?-

-Madre mía, el trabajo allí estará hoy, mañana y siempre, además tengo gente de confianza y ya pasé a verlo, ya vi y di actividades para alcanzar las metas del mes… ¿Hoy me quise dar un regalo?… sí, desayunar con mi madre-

-Una madre siempre presiente cuando los hijos vienen y ayer compré pasta para pipián, tu comida favorita, y pensé “en estos días viene” y mira… llegaste- dijo Carmen al momento que se sentaba a tomar un vaso de leche.

-Demos una vuelta.-

Salieron en coche, y sólo fue manejar y manejar, pasaron por la vecindad donde vivieron, la de 20 cuartos y sólo dos baños.

Más adelante la vecindad donde Paco había hecho la primera comunión, a un lado de la barranca.

Luego se perfilaron a la casa del callejón, la visita más dolorosa, donde había muchos perros. No pudieron entrar, ni lo intentaron, como siempre estaba repleta de coches estacionados y siempre tenían que salir todos los parientes para que alguien pudiera salir.

-¿Recuerdas la cantina? Sí, aquí, frente a nosotros-

-Donde un día Don Quintero salió a pelear con machete en mano, sí que era un señor de cuidado a pesar de su edad- dijo Carmen, al momento que señalaba hacia el frente.

-Sí, esos departamentos donde se vinieron a vivir muchos de la ciudad de México después del temblor, desde entonces muchas cosas cambiaron, mucha gente desconocida vino y hasta a los de la carnicería 5 hermanos los enfrentaron y tuvieron que irse de la ciudad-.

Juan Pablo encendió el automóvil.

-No, espera- Carmen se bajó del carro, Juan fue tras su madre, la cual se metió a una tienda.

-¿Tiene Bolas de Berlín?- el tendero señaló al fondo, y como hacía ya 40 años… allí estaban, en el mismo mueble.

Carmen tomó dos,las olió. Sonrió.

-¿Y siguen siendo del horno de la vecindad de Don Cruz?-

-Así es, él ya murió hace 15 años, pero sus hijos atienden el negocio, fue compadre de mi papá, fueron tantos años de comprarle que hasta tenía llave de la tienda, venía puntual a las 4:25 am todos los días y dejaba todo el pan, muy cuidadoso siempre, se retiraba y volvía a cerrar. Mi papá abría siempre 4:50 am por los que entrarían a la fábrica textil, así desde que era yo niño, hasta que mi papá murió hace ya 14 años, vaya hasta me hicieron suspirar- dijo el señor que atendía.

-Nunca le cambiamos de nombre ni de color a la tienda, siempre repintamos, pues ese color dijo mi mamá desde que se puso el negocio que traería suerte… y ya hasta abuelo soy- y el hombre rió a carcajadas señalando una foto de su familia.

-Cuando estaba embarazada de Eliseo, pasaba y se me antojaba mucho estos panes, y no tenía dinero para comprarlos, cuando mi hijo nació muerto me dio tanto coraje y siempre pensé que él, mi bebé, mi ángel, nos vio tan pobres que no quiso ser una carga más y volvió al cielo- dijo Carmen.  Al ver la foto suspiró, sin mirar a su hijo ni al tendero.

-No lo sabía señora, una disculpa por mi carcajada-

-Cirilo, mi buen vecino Cirilo, nunca te gustó tu nombre y mejor decías que tu nombre era el Guayabo, y tu hermana, obvio, la Guayaba, y los parientes ricos de los que viven en el callejón, callejón que un día vio mis pasos, y que por muchos años fue la cueva de ladrones de los negocios del centro- Carmen, se sentó en una silla y Cirilo se quedo boquiabierto.

-¿Carmen? ¿La Polla?-

-La misma, él es mi hijo el más pequeño, Juan Pablo, es ingeniero y de una vida como la nuestra, difícil pero ahora pues tiene tiempo para llevar a su madre a lugares que ya ni recordaba, pues nunca pensé en regresar- dijo al tiempo que tomaba un vaso de agua.

-¿La polla?- Juan Pablo no pudo contener la risa. Se sentía en un lugar muy agradable después de toda esa charla.

-El huevo con refresco, eso es una polla y siempre venía aquí por eso para mi mamá y por eso me pusieron así, pues decía: vengo por La polla para mi mamá.  Al tendero le daba risa y ya me tenía todo como reloj a las 6:10 am, 5 minutos antes de que me fuera a la escuela, y así me pusieron estos vagos- dijo Carmen y se rió como no lo había hecho en años.

El secreto de la vida va caminando por recuerdos, por pasados que se entrelazan y vamos haciendo redes sociales que se bifurcan, se tuercen, y todo por una decisión, una pequeña palabra basada en monosílabos que nos determina la vida, la vida entonces son decisiones.

¿Quién tiene la razón? ¿Quién la verdad? ¿Quién ha ganado?

Nunca nadie nos dijo que esto fuera una competencia de sufrimientos o de sonrisas, sólo se trata de no dejar de vivir, pero son un sentido, un sentido de humanidad perpetuo, el ser ecológico, donde lo que nos hace bien a nosotros también hace bien a los nuestros y a nadie daña.

-Quédate a comer, Carmen, con tu hijo, por favor-

-Será un honor. Hijo si ya no tienes tiempo, puedes irte y ya me iré en un coche de alquiler.

-No, no, no… ¿Cómo en un taxi? Mi yerno te llevará a tu casa si se requiere- dijo Cirilo al momento que se levantaba de su silla.

-Madre, tanto tiempo que no te veía así, que por supuesto me quedaré todo el tiempo necesario, eres de mis tesoros más preciados. ¿O qué cuentas daría que la deje en la tienda de los guayabos?…jajaja- sonrió, y por fin decidió sentarse en una costal de frijol que todos mundo ocupaba de asiento.

 

Epílogo. 

-¡Tocan! Gritó Carmen…

Al ver a Celestino Carmen quedó muda.

-Sí, señora. Mi papá murió anoche, pero le diré, usted le iluminó la vida, todo el mes nadie le paraba la boca, habló de tantas cosas que nosotros ni sabíamos, anoche… me dijo, avísale a La Polla, por favor, que me acompañe en este último viaje… y le dices que se lleve el mueble de las Bolas de Berlín… y ya no dijo más… ya eran las 4:25 am, pero eso vengo hasta que fuera una horas decente… por favor espero nos acompañen….- dijo el joven Celestino y se marchó.

-Hijo, Juan Pablo, gracias. Pues me diste un gran regalo y a mi buen amigo de hace muchos años, sin duda hay cosas que valen más que el dinero.
Gracias- dijo Carmen antes de irse a cambiar para ir al funeral de su amigo, de su pasado… de su niñez.