Las Serpientes
Por: Ricardo Morales / @riva_leo

A la memoria de un gran ser humano, un hombre como ya no hay muchos… mi querido Luis Maldonado, descansa en paz, algún día nos volveremos a encontrar.

Largas horas vive el priismo poblano, incapaz de salir de su marasmo, luego de la derrota de 2010, cuando entregaron el poder y parece que olvidaron su ADN ganador.

Caro, muy caro ha pagado el PRI el precio de renunciar a ser una oposición responsable y haberse entregado de lleno a los brazos del morenovallismo, aunque no todo es culpa de las dirigencias estatales que se han sucedido. Me explico.

Luego de la derrota de Javier López Zavala, producto –entre muchos factores– de la traición de los propios cuadros del tricolor que estaban molestos con el entonces gobernador Mario Marín, y a nivel nacional la dirigencia priista prefirió pactar con Rafael Moreno Valle Rosas.

La propia Beatriz Paredes Rangel, quien en ese tiempo era la dirigente nacional del tricolor, avaló el triunfo de Rafael y le pidió a Zavala que reconociera la victoria del panista; célebre fue el encontronazo en Casa Puebla entre ambos personajes.

A Paredes la sucedió en el cargo Humberto Moreira, ahijado de Elba Esther Gordillo, quien terminó por entrelazar los nexos con Rafael Moreno Valle a través del entonces dirigente estatal Juan Carlos Lastiri Quirós, quien puso al PRI de tapete.

El terrible acuerdo mediante el cual el tricolor y su bancada en el Congreso local se sumaron a la Reforma Electoral de Moreno Valle; la cual dio lugar a las presidencias municipales de cuatro años y 8 meses, además de la minigubernatura, selló la suerte del PRI y de sus militantes.

Quienes sucedieron a Lastiri Quirós en el cargo sólo aceleraron la debacle del ex partidazo, lo mismo Fernando Morales Martínez, hoy dirigente estatal de Movimiento Ciudadano, que personajes nefastos para el tricolor como Ana Isabel Allende Cano, que llevó al PRI a la ignominia.

Hubo algunos intentos de rebelión, como en 2013, siendo presidente Pablo Fernández del Campo, pero su delegado, el gánster venido de Colima, Fernando Moreno Peña, echó por la borda a un excelente candidato como era el ex rector de la BUAP, Enrique Agüera Ibáñez.

Los pactos entre Peña Nieto, Osorio y el ex gobernador de Puebla terminaron por hundir al Pritanic, que naufragó en el Atlántico.

El tobogán del tricolor arrastró a sus ex candidatos, algunos con experiencia, pero bajo las siglas de un partido que perdió la identidad y también la vergüenza; Blanca Alcalá y Enrique Doger pagaron el precio de sus pactos con el morenovallismo, a pesar de los esfuerzos de un siempre combativo, Jorge Estefan.

Otro factor que terminó con lo último que quedaba del ex partidazo fue su canibalismo. El priista se convirtió en el lobo del priista; uno a uno, los cuadros con trayectoria se fueron devorando hasta casi extinguirse.

Lo más patético del caso ha sido que tras haberse liberado del yugo morenovallista, los principales cuadros del tricolor no supieron sacar provecho de esta situación y de inmediato buscaron un nuevo amo.
Morena se convirtió en el refugio de los tránsfugas del PRI, a tal grado que se conformó en Puebla, el PRIMOR, un hibrido formado por el espermatozoide del tricolor y los óvulos de Morena, la especie dará como fruto a la nueva clase política que sustituirá al morenovallismo.

La designación de su candidato a la gubernatura, en la persona de Alberto Jiménez Merino, y de Lorenzo Rivera como presidente estatal, no pudo haber llegado en peor momento, pues los dos son bienintencionados pero incapaces de revivir una estructura que está muerta.

Muchos años tendrán que pasar para que la nueva semilla de lo que alguna vez fue el PRI pueda germinar, o quizá ya no lo volvamos a ver en el poder, aunque quién sabe: en política todo puede pasar, aunque francamente se ve difícil que pueda darse un resurgimiento.

El pecado de haber renunciado a ser oposición lo pagó muy caro el que alguna vez fuera el partido hegemónico, el cual, al parecer no ha aprendido la lección, ya que repite el mismo esquema, pero ahora con Morena.

Ni duda cabe, “el que nace para tamal del cielo le caen las hojas”.