Sin Derecho de Réplica
Por: Alberto Rueda / @AlbertoRuedaE

Durante la era moreovallista existió de manera velada la traición de priistas, quienes se beneficiaron del grupo en el poder, se olvidaron de ser oposición, pero eso sí, tampoco renunciaron a las prebendas, cargos y posiciones que les ofreció el PRI.

Para muestra tenemos el caso del líder cetemista Leobardo Soto, quien en el último sexenio se apropió de jugosos contratos colectivos y de proyectos como Ciudad Modelo y la plataforma Audi, obviamente sin renunciar al tricolor.

En ese entonces, el aún priista no reparaba en elogios al mandato de Rafael Moreno Valle justificando su supuesta institucionalidad, pero el partido terminaba por tolerarlo.

Después de la tragedia de diciembre de 2018, vino la declaratoria del proceso extraordinario y no había tiempo para negociar ni para conquistar, ni para convencer, sino que en un modo de desesperación con un toque de oportunismo, muchos priistas corrieron a los brazos de su nuevo Mesías.

Y entonces vino la desbandada.

Leobardo Soto, Maritza Marín, Ardelio Vargas, Francisco Jiménez, Vanessa Barahona, Rene Sánchez Juárez, Javier López Zavala entre una amplia, muy amplia lista hoy en poder de la dirigencia nacional decidieron abandonar las filas del priismo para ponerse a disposición de Morena, pero sobre todo del candidato con mayores posibilidades de ganar la contienda electoral: Luis Miguel Barbosa Huerta.

Para penetrar en el primer círculo del candidato usaron todo tipo de argucias, se filtraron por los espacios más inimaginables y, desde luego, prometieron un capital político que hoy se ha descubierto, no tenían en realidad… o no quisieron movilizar.

Y es que los resultados del pasado domingo pusieron en evidencia que el voto corporativo es cosa del pasado.

Sume usted que estos personajes se atrevieron a hacer una serie de exigencias económicas para supuestamente operar y garantizar los votos, sin embargo no lo consiguieron.

En el equipo barbosista se tomó la decisión de no cerrar las puertas a quienes quisieran sumarse al proyecto del entonces candidato, pero eso no significó un cheque en blanco ni el pase de acceso al padrón de militantes.

Ahora, el nuevo grupo en el poder está analizando distrito por distrito, municipio por municipio, si verdaderamente sumaron los votos que prometieron y se han encontrado con que se vendieron más caro que lo que realmente valían.

Y para sorpresa de estos ex priistas, hoy ven cómo el tricolor, quizá hasta de manera sorpresiva, logró ubicarse en la tercera posición en una elección donde participaron sin aliados.

De hecho, el PRI logró recuperar cuatro de los cinco municipios donde hubo elecciones extraordinarias y en uno (Tepeojuma) es probable que se cuente voto por voto y de ganarlo, la dirigencia del PRI estaría obteniendo el carro completo.

Lo anterior fue sin duda, un tanque de oxígeno para el partido que, se creyó, estaba destinado a morir en Puebla.

En una de esas, estos desleales del priismo y quienes se creían ya funcionarios del barbosismo podrían quedarse como el perro de las dos tortas y además, con la cola entre las patas.