Mesa Cuadrada 
Por: Gabriel Reyes Cardoso / @GabrielReyesCa3

El Presidente López Obrador está contento y Marcelo Ebrard también.

No es fácil ganarle algo al presidente Donald Trump, así sea sólo un round. Todavía no podemos cantar victoria. Lo de esta semana es sólo una reprogramación de hostilidades, acosos políticos y “bullying” electoral.

En Norteamérica señalan los que saben que nada se dice, nada se escribe sin un guion de producción debidamente planeado y estratégicamente diseñado para un plan de medios. Ni los tuits que aparentan improvisación son asaltos al pensamiento o exabruptos emocionales.

Por el contrario, además del plan, se ejecutan, evalúan y en su caso se corrigen en un cuarto de guerra que, como su nombre lo dice, es un ejercicio de evaluación-reacción a cargo de un equipo que puede tener muchos defectos menos el de inexperiencia o la improvisación.

Es cierto que en el caso de Trump el guion se adereza con su estilo personal de ser, hacer y exigir que habrá de reconocerse es inédito, al menos en un presidente norteamericano.

Pero en eso de los estilos, el nuestro no canta mal las rancheras.

¿Qué celebramos entonces en estos días?

Dos son los resultados que pienso pueden calificarse de exitosos aunque efímeros quizá. El primero tiene que ver con la prudencia mexicana como antídoto a la agresividad norteamericana, y el segundo, las debilidades que demuestran el retroceder en las amenazas, que casi estoy seguro se programaron para eso solamente.

Abono positivamente a la cuenta del presidente López Obrador la estrategia de madurez y prudencia y la demostración de serenidad y paciencia. Queremos seguir siendo amigos, dijo una y otra vez, en lugar de epítetos de agresividad y envalentonamiento, que otros presidentes hubieran pensado.

Lo mejor fue que el presidente mexicano mostró inteligencia, valor y respaldo. Su intervención ha sido pertinente con muchos principios de la política exterior mexicana y al mismo tiempo con las realidades del momento actual de transformación que vive México. Sin embargo, López Obrador mostró un discurso diferente.

Nunca recurrió a la fraseología normal de las relaciones internacionales mexicanas. Tampoco se refugió en la solidaridad de otros jefes de estado de otras naciones. Al contrario, fiel a su estilo confió en el verdadero valor de las relaciones reales entre los dos países, que al final, fue lo que levantó por el momento la sentencia del castigo norteamericano.

A mi parecer, López Obrador si tiene una victoria personal en el diálogo internacional al que está innovando.

Para Trump, el retroceder en sus amenazas le muestra aun inestable en la oferta electoral que utilizará este y el siguiente año en su campaña para reelegirse como presidente de los Estados Unidos. Sus publicistas lo utilizarán como un rasgo de generosidad al creer en la palabra del presidente Andrés Manuel, también asentado en la relación entre las dos naciones.

Pero no es tal. Trump demostró que una vez más sus asesores pudieran no haber calculado bien ni los costos ni los riesgos de esta guerra de aranceles, apenas comenzando. Porque no se canceló, sólo nos dio tiempos extra.

El ejercicio, los estiras y aflojas como decimos en México, continuarán. La razón es ya obvia y se desprende de un diseño tradicional de una campaña presidencial norteamericana. Los estadounidenses tienen que unirse en torno a su líder nacional, ante la presencia de un riesgo enorme, inminente que siempre ha sido y seguirá siendo extranjero.

Nos tocó la mala suerte de que la guerra contra los Osos perversos del Socialismo, los rusos y sus malévolos aliados, ya no tenga significado. Pasó también ya la amenaza tenebrosa de los árabes y musulmanes que con sólo su vestimenta asustan a los americanos, y por eso Trump tuvo que escoger entre jugar a las vencidas con China, el monstruo que los gringos crearon, o los brothers mexicanos, y pues nos tocó a nosotros, porque además de aguantadores seguimos cargando con el estigma ya un poco viejo de que pronto, los latinos, mexicanos a la cabeza, pintarán, algún día de café la Casa Blanca.