Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio
Recep Tayyip Erdoğan ha sido la figura dominante de la política turca desde hace un cuarto de siglo.
Primero, como alcalde de Estambul, durante los años 90, cuando fundó el Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP); luego, como primer ministro, de 2003 a 2014, y, finalmente, como presidente de la nación euroasiática, investido de nuevas facultades que él mismo se dio, de 2014 a la fecha.
“Quien gana Estambul gana el país”, ha dicho, en relación con la ciudad más poblada de Turquía, que se encuentra en el cruce de Oriente y Occidente.
Pues este fin de semana, el AKP, la maquinaria electoral concebida por Erdoğan, perdió la alcaldía de Estambul por primera vez desde 1994. Lo hizo ante Ekrem İmamoğlu, un empresario convertido en político, quien hace una década no aparecía en el mapa informativo de Turquía, y ahora se ha transformado en el principal retador del poder concentrado por Erdoğan.
Una muestra del absolutismo que ha campeado en Turquía es la respuesta que el Presidente dio a la intentona de golpe de Estado de 2016, que incluyó el despido o el encarcelamiento de 200 mil personas, una auténtica purga de la clase política.
Hace apenas un año, Erdoğan se reeligió sobre la espalda de un referéndum que lo autorizaba a gobernar hasta por dos periodos más. No parecía haber nada que minara su poder, pues había logrado que cada crisis funcionara a su favor. Ante la más reciente, la devaluación de la lira turca, Erdoğan señaló que por muy mal que estuviera el presente, el pasado había sido peor. Y le salió.
El mandatario ha echado mano de las herramientas clásicas de todo hombre fuerte de corte populista, particularmente la polarización de la sociedad. Y le dieron resultado… hasta que apareció un contrapeso real a su poder: Ekrem İmamoğlu.
El próximo alcalde de Estambul pasó de manejar un negocio familiar del ramo de la construcción a participar en política. Eso fue apenas en 2009, cuando se unió al Partido Republicano del Pueblo, el antiguo partido de gobierno, fundado por Kemal Atatürk, el padre de la Turquía secular.
En 2013, a la edad de 43 años, İmamoğlu fue elegido alcalde de Beylikdüzü, un distrito clasemediero de la parte europea de Estambul, y comenzó su ascenso. En marzo pasado, compitió por primera vez por el principal cargo de la ciudad, ganando por 13 mil votos a Binali Yıldırım, exprimer ministro y mano derecha de Erdoğan.
La elección fue anulada, por impugnaciones al proceso realizadas por el AKP, pero İmamoğlu volvió a ganar el domingo pasado, esta vez por 800 mil votos.
La clave de su triunfo, dicen analistas, fue ser exactamente lo opuesto de Erdoğan: unir, en lugar de dividir; tender la mano incluso a sus adversarios. Su cortesía le valió el apodo de “Señor Muchas Gracias”.
Aunque falta mucho para las próximas elecciones presidenciales, cuando Erdoğan e İmamoğlu podrían medirse en las urnas, quizá puedan extraerse lecciones de Turquía a la hora de enfrentar a un hombre fuerte populista: encontrar una figura que una a la oposición y no competir con aquél en confrontar y polarizar.
BUSCAPIÉS
“Hay una situación realmente grave y muchos responsabilizan aquí a su gobierno… hoy estamos en una situación de emergencia social, Presidente, y hay cada vez más narcotráfico, cada vez más armas circulando, cada vez más miseria en Quintana Roo y eso no puede ser posible”, dijo la reportera María Cristina de la Cruz a Andrés Manuel López Obrador en la mañanera que se realizó ayer en Cancún. El tono de ésa y otras intervenciones no gustó al Presidente, quien cerró la conferencia pidiendo “que ya no se cultive tanto chayote”.