Disiento
Por: Pedro Gutiérrez

La semana pasada los panistas poblanos fuimos testigos del inicio de sendos proyectos personales con miras a los puestos de elección popular que se disputarán en el año 2021 y, en otros casos, de proyectos personales para la renovación de las estructuras internas partidistas, mismas que se sucederán en el segundo semestre de este año. Diputaciones locales/federales y presidencias municipales, en el primer caso; presidencias de comités municipales y consejo estatal en el segundo.

Más allá de un proyecto auténticamente institucional de renovación franca y sincera en el PAN, estamos presenciando grotescos intentos por adueñarse del partido, desde una perspectiva meramente personal e insulsa, sin respeto alguno por la esencia e historia panistas. La debilidad estructural del partido —yo diría a nivel nacional y local— es caldo de cultivo para que no pocos piensen que es momento de adueñarse de la institución y las candidaturas, como si el PAN fuera susceptible de ser patrimonio de unos cuantos en detrimento de otros. Se trata de una visión patrimonialista y espuria que no privilegia el bien común ni la estabilidad institucional que apremia.

En efecto, la semana pasada observamos el relanzamiento del proyecto político del ex presidente municipal Eduardo Rivera. Con un video en el que enfatiza su supuesta preocupación por la inseguridad en Puebla, Rivera se queja del abstencionismo que campeó en la última elección constitucional, echando implícitamente la culpa a los ciudadanos por el triunfo de Morena y Luis Miguel Barbosa. Se equivoca Lalo —como le dicen sus allegados— en culpar a los poblanos por la poca participación política: algo más sensato sería hacer una reflexión autocrítica del papel ciudadano del PAN desde hace varios años, no sólo desde el morenovallismo, sino incluso antes, cuando el grupo al que pertenece Rivera controlaba la institución. ¿Qué ha dejado de hacer el PAN para que no motivemos a los ciudadanos a participar? ¿Qué hicimos mal en la más reciente elección? ¿Fue mala decisión —como lo señalamos públicamente nosotros— la de designar antidemocráticamente a Enrique Cárdenas como candidato a la gubernatura?

En este tema, la reflexión del ex alcalde debiera ser en el sentido de habernos equivocado en la persona de Cárdenas, personaje que no motivó ni a los suyos en la campaña. Peor aún, los panistas que dijeron apoyarlo sólo simularon el apoyo, como es el caso del propio Eduardo Rivera. Aparecer dos o tres veces en eventos pírricos —al estilo del antiguo PAN perdedor que no queremos de vuelta— no es apoyar, sino un ejercicio de hipocresía.

El segundo tópico, el de lanzar una imagen para la búsqueda ¿otra vez? de la presidencia municipal, es francamente un despropósito. No hemos salido de la derrota electoral y ya están pensando algunos en el siguiente proceso. En vez de pensar en la institución, piensan en la siguiente elección. Eduardo Rivera parte de una falsa premisa como muchos panistas que desde el 2 de junio están haciendo cuentas alegres: el PAN ganó la capital y muchos municipios de la zona conurbada. De risa loca que piensen que por estas cuentas dignas de la lechera, el PAN es la primera fuerza política y que casi por pase automático, ganaremos la siguiente elección en 2021. No se han dado cuenta, o lo saben pero les importa un bledo, que el PAN está en la mayor crisis histórica en años y que es menester que salga adelante renovándose por completo —casi refundarse, según mi opinión— para erigirse además como la opción democrática y de libertades frente al autoritarismo lopezobradorista.

Más grave aún es que Eduardo Rivera piense peregrinamente repetir en la alcaldía de la capital después del mal gobierno que encabezó entre 2011 y 2014; primero debiera reconocer que a dicha responsabilidad arribó gracias al efecto electoral de la campaña a la gubernatura de Rafael Moreno Valle y no por méritos propios. Y del gobierno municipal, ni hablar: el incumplimiento de las 1000 calles a pavimentar, la opacidad en el manejo de los recursos que incluso derivaron en observaciones en la Auditoría Superior del Estado y una inhabilitación posterior y otros contratiempos políticos y legales que están documentados en espera de salir a la luz pública, son solo unos cuantos antecedentes. Al final, ese gobierno municipal acabará siendo recordado por las obras que en la capital hizo el ex gobernador Moreno Valle; tan así es, que cuando Rivera volvió a postularse, fue derrotado apabullantemente por Claudia Rivera, actual presidenta municipal.

En resumen: muchos panistas esperaríamos que la dirigencia estatal convoque a una mesa de análisis seria de reflexión, renovación y refundación del partido. De nada sirven reuniones festivas como la que presenciamos el fin de semana, que no son más que vitrinas para proyectos personales. Urge un ejercicio concienzudo, pero sobre todo autocrítico. Al fin y al cabo, El Yunque y Rivera pueden y deben esperar. Primero está el PAN, luego ellos y todos los demás militantes que lo conformamos.