Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
Si la elección hubiera sido, digamos, a mediados de julio o en agosto, el voto de castigo a los desastrosos gobiernos de Morena –empezando por el de AMLO y acabando con los de Claudia Rivera (Puebla), Karina Pérez (San Andrés Cholula), Luis Alberto Arriaga (San Pedro Cholula) y Guadalupe Daniel Hernández (Cuautlancingo)– hubiera sido aún mayor y el triunfo de Miguel Barbosa habría estado totalmente en entredicho, incluso con altas posibilidades de derrota. Vaya paradoja: el peor enemigo del virtual gobernador electo fue el Presidente de México, con los improvisados y arribistas que, con él y por él, arrastrados por el tsunami de junio de 2018 llegaron al poder.
Enrique Cárdenas es una caricatura; pésima persona, pésimo candidato: soberbio, irreflexivo, iracundo, indisciplinado y desordenado. Con otro candidato, con un perfil más competitivo y humilde, y sobre todo una campaña –la de Cárdenas no lo fue–, hoy estaríamos observando quizá otro resultado, o Miguel Barbosa hubiese ganado por menos, muchos menos puntos que los 11 que finalmente obtuvo de ventaja, según el INE.
Los electores poblanos manifestaron su rechazo a los esquizofrénicos gobiernos de Morena de dos formas: votando a favor del PAN –no precisamente de Enrique Cárdenas– o no saliendo a votar; de ahí el elevadísimo porcentaje de abstencionismo. Increíble cómo los candidatos y las campañas no lograron entusiasmar a los ciudadanos sin partido (fue una elección de estructuras y votos duros) y cómo en apenas seis meses el efecto López Obrador se terminó a punta de incongruencias, ocurrencias y gravísimas señales de autoritarismo.
Sorprendentemente en un tú a tú entre el PAN y Morena por la gubernatura, esta hubiese quedado en manos del panismo. El triunfo de la coalición Juntos Haremos Historia ha sido en gran parte gracias a lo que sus aliados, el PT y PVEM, le sumaron a Miguel Barbosa. Caso contrario a los aliados del PAN, Movimiento Ciudadano –que no es Movimiento y mucho menos Ciudadano– y el moribundo PRD, dos auténticos lastres para Enrique Cárdenas, que además cometió el gravísimo error de desmarcarse de los partidos que cobijaron su fracasado proyecto.
Por cierto: con otro tipo de dirigencia y con un líder-candidato fuerte, creíble, moderno, sin cola que le pisen y ajeno por completo al desacreditado grupo marinista, el PRI tendría una oportunidad –escasa pero finalmente oportunidad– de resucitar en futuras elecciones; todavía en pueblos, rancherías y comunidades rurales el tricolor sigue siendo el tricolor, ya sea por inercia, costumbre, tradición o ignorancia. Ahí está el dato, que no es menor: el domingo ganó cuatro de las cinco presidencias municipales que estuvieron en juego; la coalición Morena-PT-PES se quedó con la otra. Las pírricas victorias tal vez no digan mucho, pero bien leídas podrían dar para mucho a un priismo que no acaba de entender la nueva realidad política nacional y estatal ni quitarse el estigma de la corrupción que, sin embargo, caracteriza a la clase política en general, no sólo a los militantes del Revolucionario Institucional.
El voto duro del PAN ahí está, tras la desaparición del morenovallismo como fue conocido, sobre todo en la capital del estado, y el 2021 no están tan lejos. No se necesita ser un genio para saber que el gobierno de López Obrador seguirá siendo el desastre que ha sido desde el minuto cero y conforme pasen los días irán formando una legión los decepcionados, los desencantados y los irritados por una Cuarta Transformación que más bien ha resultado una Transformación de Cuarta. El PAN pierde la gubernatura que mantuvo durante casi una década, pero sólo falta que alguien de verdadero peso asuma el liderazgo y tal vez el panismo logre volver por sus fueros más pronto de lo que muchos se imaginan.
Como me ha explicado Pepe Zenteno, será evidente al analizar los números del perfil socioeconómico de los votantes, que la gente de menor nivel educativo y menores ingresos es la que no salió a votar. Es en este segmento donde está el verdadero problema de Morena, ya que la 4T no les ha entregado los apoyos prometidos e incluso les quitó los que recibía por parte del horroroso régimen priista. Cito al director de Mas Data de forma textual: “Los partidos tradicionales representan más de lo mismo, una vuelta al pasado, y esos electores quieren ver al futuro, no al pasado. En tanto, Morena, que el año pasado era el cambio, a seis meses de gobierno, está muy lejos de satisfacer las expectativas que generó”