Por: Michel Chaín Carrillo

Economía

Este 1 de julio vamos a tener, en el Zócalo de la Ciudad de México, una gran celebración presidida por Andrés Manuel López Obrador. Lo que no me queda claro es qué vamos a celebrar pues, más allá de que se cumple un año de su triunfo en las elecciones de 2018, no hay efeméride alguna que lo justifique y los resultados de su gestión distan mucho de estar “requetebién”.

Si bien el Gobierno de la 4T ha mantenido el equilibrio de las finanzas públicas y el Banco de México sigue defendiendo el poder adquisitivo de la moneda y las familias mexicanas, aspectos importantísimos para el país y que siempre hay que reconocer, la verdad es que la economía mexicana está estancada y genera cada vez menos empleos.

La incapacidad del gobierno federal para hacer fluir el gasto público (sus grandes proyectos estratégicos están atorados por falta de planes ejecutivos serios y porque a nadie se le ocurrió tramitar los permisos necesarios; la concentración de las compras en la SHCP ha generado un cuello de botella que ha atrasado muchos de los calendarios de compra y se está generando desabasto, o la falta de un marco jurídico adecuado para los “superdelegados” de todo el país lo que, entre otros factores, está generando retrasos en la entrega de los programas sociales del Presidente) ha hecho imposible que se generen efectos multiplicadores que impulsen el crecimiento de la economía.

Asimismo, decisiones como la cancelación del aeropuerto de Texcoco o la revisión de los contratos de los gasoductos totalmente unilaterales han ocasionado que los inversionistas de todo el mundo cada vez vean a México con mayor desconfianza. Ante la incertidumbre sobre las decisiones del gobierno o la posibilidad de que éstas afecten sus negocios, salvo febrero de este año, cada vez se gasta menos en maquinaria y equipo para el país.

Y por ahí también va el tema de Pemex que, con una deuda del orden de los 105 mil millones de dólares, cancela las asociaciones con privados para meter dinero fresco al negocio más rentable que es el de la exploración y producción (la plataforma de producción en mayo con mil 663 millones de barriles diarios es la más baja desde diciembre de 1979), y decide ir por una refinería, el negocio menos rentable, con un proyecto que no deja contento ni a los técnicos ni al área comercial.

Y aún falta que el agrónomo Octavio Romero, director general de Pemex, lleve a Nueva York un nuevo plan de negocios para 2019 de la paraestatal (no se ría, es en serio) y convenza a calificadoras e inversionistas.

Si acaso, se salva el esfuerzo hecho por el canciller Marcelo Ebrard para evitar que el presidente norteamericano hiciera efectiva su amenaza de imponer aranceles del 5% y hasta el 25% a los productos mexicanos, que hubiera mandado al país a una recesión profunda. Y eso, a reserva de ver a qué hora cambia de opinión Mr. Trump.

Pero quizá debamos dejar atrás la desconfianza y el miedo para ver hacia el futuro. Un futuro donde se estima que el país estará creciendo alrededor del 1% en el año. Diría el clásico: ¡plop!

Política

La atención de las dos grandes demandas hechas por la sociedad al gobierno de la 4T tampoco nos dan muchos elementos para celebrar. En el combate a la corrupción, más allá de discursos y anuncios, no han caído grandes nombres y, por el contrario, cada vez más nos enteramos de más compras de la 4T hechas sin licitación, además de escándalos, como el del superdelegado de Jalisco, de ventas millonarias al gobierno federal.

En materia de seguridad, venimos de un mayo considerado como el mes más violento en la historia del país con 94 homicidios dolosos al día. De diciembre de 2018 a mayo de 2019, los seis meses de la actual administración federal, México ha registrado 14 mil 133 homicidios dolosos. En mayo también se registraron 153 secuestros, 62 casos más que en abril, y en todo 2019 ya se acumulan 684 casos.

Sin duda, un ánimo de celebración un tanto macabro y mórbido el de este 1 de julio.

Otros Pecadillos

¿Alguien encuentra la austeridad republicana en dedicar recursos públicos para hacer un “bailongo” y celebrar el triunfo del Presidente en las urnas un año atrás? Yo la verdad es que no.