Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río / @beltrandelrio 

Usted seguramente conoce la sensación. Se hiela la sangre por unos segundos, que parecen interminables, cuando una motocicleta se le empareja a uno en una vía con tránsito parado.

Peor, si en la moto vienen dos personas. Más aún, si durante la maniobra para avanzar entre carriles el motociclista voltea a ver el vehículo en el que usted viaja como conductor o pasajero. Quizá sólo esté tratando de librar su carrocería sin darle un rayón. No importa. Usted bajará su celular e intentará esconderlo abajo del asiento.

Muchos automovilistas no han sido tan afortunados. A veces llega el temido toque con la punta del revolver en la ventanilla. “¡Abre, güey, dame lo que traes! ¡Rápido, no te pases de pendejo! ¡El celular, la cartera, el reloj, pero ya! ¿O quieres que te meta un plomazo, cabrón?”.

Los asaltos en moto se han vuelto cada vez más frecuentes en la capital y otras ciudades del país. Casi no hay día en que no circule un video en redes sociales en que se ve cómo el conductor de un automóvil, un transeúnte, el habitante de una casa o el dependiente de una tienda son robados por uno o más delincuentes que se mueven en dos ruedas.

La semana pasada vi uno en el  que un hombre que esperaba en una calle de Iztapalapa fue abordado por un par de sujetos en moto y en menos de 20 segundos lo despojaron de sus pertenencias. Y eso que ya había sido desplegada la Guardia Nacional en esa y otras demarcaciones de la Ciudad de México. De acuerdo con el Inegi, en 2017 circulaban por el país 3.5 millones de motocicletas, 17% más que el año anterior y 408% más que una década atrás. En el Estado de México eran 496 mil; en Jalisco, 416 mil, y en la capital, 347 mil.

Desde luego, no se trata de estigmatizar a quienes viajan en motocicleta, pues a veces es la única solución que encuentran muchos mexicanos que no tienen el dinero para hacerse de un auto y que no pueden depender del transporte público saturado, lento y decrépito que abunda en el país.

Pero algo tienen que hacer las autoridades para enfrentar a los delincuentes que usan motos para robar, asesinar y escapar de la escena del crimen. Además de aprovechar  la facilidad del vehículo para maniobrar, los criminales muchas veces toman ventaja del casco para no ser identificados.

De acuerdo con Salvador Guerrero Chiprés, presidente del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México, de cada cinco delitos que se cometen en la zona metropolitana de la capital, en cuatro participan motocicletas. A decir de Guerrero, apenas la mitad de las motos que circulan en la Ciudad de México tiene sus papeles en regla, además de que estos vehículos son fáciles de adquirir, pues los venden incluso en supermercados.

El delito que se realiza a bordo de motocicletas comenzó en Colombia en los años 90 —donde se volvió el vehículo preferido de los gatilleros del Cártel de Medellín— y de ahí se extendió el fenómeno a lo largo de América Latina.

En Bogotá estuvo vigente una ley entre 1999 y 2008, que obligaba a los conductores de motocicletas a portar un casco y un chaleco en que aparecieran las placas del vehículo. La medida se suspendió, pero actualmente se discute reinstaurarla, pues dio buenos resultados mientras estuvo vigente.

En el Congreso capitalino, actualmente se discute en comisiones una iniciativa presentada en marzo por el diputado local priista Guillermo Lerdo de Tejada para aplicar aquí el modelo colombiano, aunque ésta ha enfrentado la resistencia de clubes de bikers, quienes argumentan que aumentará el costo para quienes se desplazan en motocicletas.

Lo cierto es que se tiene que hacer algo al respecto. Y no sólo en la capital, sino también a nivel nacional.