Bitácora

Por: Pascal Beltrán del Río 

 

La historia la cuenta don Antonio Ortiz Mena en su libro El desarrollo estabilizador. Reflexiones sobre una época (FCE/Colmex, 1998). Todavía en 1959, la autonomía de gestión de Petróleos Mexicanos tenía tan ancha la manga, que la empresa no necesitaba permiso para decidir sus proyectos de inversión y cómo financiarlos. Más aún, podía dejar de entregar al fisco los impuestos retenidos por la venta de combustible, sin consecuencia para sus funcionarios.

Ortiz Mena, quien acababa de dirigir el IMSS durante el sexenio de Adolfo Ruiz Cortines, llegó a la Secretaría de Hacienda, designado por el sucesor de éste, Adolfo López Mateos. Al frente de Pemex estaba el sinaloense Pascual Gutiérrez Roldán, suegro del actual secretario de Comunicaciones y Transportes, Javier Jiménez Espriú.

El secretario de Hacienda convenció a López Mateos de meter en cintura a la petrolera. No se podía permitir a Pemex no contribuir al fisco, algo que a un hombre de negocios le hubiera costado la cárcel. Además, la libertad que tenía para contratar empréstitos “contaminaba la política de crédito de todo el sector público”, describe Ortiz Mena (Reporte Índigo, 26/IV/2008).

El resultado no fue el deseado, pues Pemex pasó de no pagar a no informar al gobierno sobre los impuestos retenidos. Por eso, en la elaboración del Presupuesto de 1960, Ortiz Mena cabildeó para incluir un artículo en la Ley de Ingresos que obligaba a la paraestatal a depositar diariamente sus ingresos en una cuenta del Banco de México, de la que Hacienda se cobraba “a lo chino, todos los días”. Para compensar, Hacienda le prestaba dinero con garantía de pago.

Vale la pena traer este relato a la memoria en momentos en que está por aparecer el Plan de Negocios de Pemex –con tres meses de retraso, por cierto–, que deberá delinear la estrategia para recuperar los niveles de extracción de crudo y convencer a los inversionistas sobre la viabilidad financiera de la empresa.

Recordemos que el presidente Andrés Manuel López Obrador ha dicho reiteradamente que Petróleos Mexicanos tendrá un nuevo régimen fiscal para 2020, que establecerá una menor carga contributiva, misma que Hacienda compensará con programas de austeridad en el gasto público.

“Tenemos que presentar el proyecto del presupuesto en septiembre; y se va a establecer el porcentaje de disminución de pago de impuestos de Pemex a la Secretaría de Hacienda”, dijo López Obrador en su conferencia mañanera de ayer.

Es decir, el gobierno irá en sentido contrario de lo que hizo el país durante el periodo del llamado Desarrollo Estabilizador, que apretó el cinturón fiscal de Pemex, algo que López Obrador ha dicho que fue desastroso. El dato resulta relevante, pues el hoy Presidente ha planteado, desde los tiempos de la campaña electoral, que la política económica de aquel tiempo (1952-1970) le sirve de inspiración.

También, porque el tipo de secretario de Hacienda que fue Ortiz Mena choca con la relación que el Presidente quiso establecer con el renunciante Carlos Urzúa y en la que ahora insiste respecto del sustituto de éste, Arturo Herrera.

La actual se parece más a la que prevaleció en el sexenio de Luis Echeverría, cuando fue removido el secretario de Hacienda Hugo B. Margáin –aunque la historia oficial diga que su caída de la política fue resultado de haberse caído de un caballo–, y el Presidente dio un manotazo al afirmar que “la política económica se decide en Los Pinos”.

Hoy se diría que la política económica se decide en Palacio Nacional, pero en el ala sur, que mira a Corregidora, no en la norte, que mira a Moneda.