La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora / @RomansanchezZ 

Mónica no podía creer que el asesino de su padre estuviera libre…

–Pero si él mismo lo confesó… ¿cómo pudo suceder?

–Quizá un juez corrupto.

Así pasaron los meses, ella no sabía cómo vengarse, cómo poder hacer algo para que se hiciera justicia.

¿Qué hacer? ¿A quién acudir? ¿Cómo se siente la justicia? ¿Cómo vivir la angustia de justicia, más allá de Frank Kafka, o quizá de las letras de García Márquez en un poblado lejano… o quizá debía sentirse en sus manos la sangre del personaje odiado, como diera cuenta Dostoievski en Crimen y castigo, o sentir el odio y la angustia de Truman Capote, más allá del tiempo.

¿Hasta dónde se tiene el concepto de justicia?

Lo legal ha tenido un precio de venta, con lo cual se ha convertido la justicia en una mercancía más del que puede pagarla o esperar para tener el control no sólo de las instituciones, si no de sus intereses.

Hasta dónde la justicia es algo que responde al interés propio, entonces es positiva y si es contraria, la victimización comienza a ser una herramienta para criticar al mismo sistema que bajo una visión personal se piensa como patrimonio propio.

¿Qué es entonces la justicia?

¿Qué valores existen dentro del mexicano que le hagan sentirse en un país justo?

Un país donde se debe pagar impuestos y hasta tributos a grupos organizados para sentirse protegidos, desde cuándo el Estado dejó de ser inoperante, dejó de ser necesario, dejó a los mexicanos a su propia suerte.

Mónica salía tarde del trabajo; muy apresurada no se había dado cuenta del tiempo, pero estaba muy satisfecha… subió al elevador y podía ver todas las oficinas sólo con el personal de servicios generales; todos se habían marchado, dos veces le fue a ver el de seguridad para ver que todo estuviera en orden.

El ascensor se detuvo y subió un hombre al cual no le prestó mayor atención.

El ascensor bajó tres pisos más y se detuvo…

Mónica tomó su celular y llamó a seguridad… le dijeron que subirían, que se había encendido una luz de emergencia en unos pisos más abajo y por seguridad los ascensores se detenían, que verían y que no se preocupara.

Ella miró al sujeto que se había subido…

Le daba la espalda, no se movía… no decía nada, ella decidió no hacer comentario alguno.

Mónica llamó dos veces más a seguridad y ellos le dijeron que estaban junto con bomberos viendo la situación, que estaba en área segura, que esperara unos minutos.

La silueta del hombre, su olor, su sonido al respirar, poco a poco fue tomando forma… era él, era… el asesino… ¿Qué hacer? ¿Cómo llamar la atención de los guardias?

Seguro venía por ella, seguro era parte de todo un plan… que seguro había hecho este sujeto, por eso el ascensor se detuvo.

Tomó su navaja de bolsillo…

–Yo estoy más asustado que usted –le dijo el hombre.

–Creo que usted me ha buscado por mucho tiempo, y usted cree que soy ese asesino… pero no, señorita, no lo soy y fui acusado injustamente… –le dijo sin voltear temiendo un ataque de Mónica.

–Claro que fuiste tú, a ti te vieron, a ti… le tenías envidia, le tenías coraje y lo mataste, eres un asesino y mira, el destino nos pone en esta situación para que yo pueda vengarme, pues te soltaron.

–Cuando yo llegué, su padre ya estaba malherido, yo traté de reanimarlo, tuve que manipular su cuerpo para poder salvarlo y pedir ayuda, nunca supe cómo actuar en un momento así y todos pensaron que yo había sido… y no, no fue así… discúlpeme si usted cree que yo haría tal cosa, no fue así.

–Mientes, mataste lo único que tenía en el mundo.

–Ese día también mi vida acabó, usted no sabe cómo es vivir en el presidio… cada día es una hazaña y saberse parte de una estructura que se desvanece de la sociedad y que por más que trata uno de decir la verdad son papeles y plazos, plazos que te van secando la sangre allí dentro.

Alex se dejó caer de rodillas, sin voltear…

–Usted no sabe, perdí todo por querer ayudar a un desconocido.

Se quitó los lentes…

–Le reconocí al entrar a este elevador… y poco a poco sentí su odio y rencor hacia mí, discúlpeme, pero yo no fui y fui encerrado injustamente, nadie me quiere dar trabajo por mi situación legal; mi primo, que es sastre, me deja usar su taller y vine a ver a unos abogados a los cuales les vendo trajes, ya se habían marchado, pero me dejaron el pago en seguridad, por eso no me preocupo, sé hacer muy bien mi trabajo-.

Mónica no podía creerlo, ¿se habían equivocado? ¿Y si este hombre mentía? ¿Entonces, quién lo mato? ¿Entonces hubo una injusticia y por proteger a alguien? ¿O quizá todo estaba mal, hasta sus dudas de todo ese sistema que sólo necesitaba encerrar a alguien, no importa si fuera culpable o inocente?

–Si encerrándome la gente reviviera, bien habría valido la pena seguir encerrado, tenemos un sistema que todos son susceptibles a un encierro, sin importar el delito, como si la libertad frustrada fuera todo para pagar, eso me lo dije muchas veces allí en ese hueco encerrado.

La puerta del ascensor se abrió y allí estaban los de seguridad y los bomberos.

–Señorita Mónica, ¿está usted bien?

–Sí, todo bien…-

–Señor Alex, tenemos un sobre para usted, abajo, ¿Está usted bien?

Alex se paró…

Salió del ascensor, pidió un vaso de agua…

Mónica continuó el viaje… en unos minutos vio que su vida ahora tenía más dilemas.

“¿Y si me hubiera mentido? ¿Y si yo hubiera hecho justicia por mi propia mano? De todas maneras él ya me esperaba, por ello no volteó en ningún momento, dejó todo en mis manos y quizá esta navaja habría marcado la diferencia, o quizá fue el síndrome de Estocolmo y por ello me dijo eso”. Y siguió caminando…

“Todo lo inventaron para justificar sus trabajos, y entonces ¿quién me arruino la vida? ¿En que corazón cabe arruinar la vida de Alex y la mía? Un sistema que no tiene justicia, que mantiene instituciones para arruinar a enemigos y encerrar a todo tipo de personas que estorban”, se dijo para sí… la pesadilla se había terminado.

 

EPÍLOGO

–¿Don Carlos, está usted bien?

–No, no lo estoy; mira, me trataron de asaltar y al descubrirlos mira cómo me han dejado.

–Ya soné la alarma, y vendrán por nosotros… aguante un poco, lo acomodaré… ¿don Carlos?… ¿Don Carlos?

–Alex, te has metido en un problema… mataste a don Carlos, ojalá te pudras en la cárcel.

–Pero yo no fui…

–Eso se lo explicarás a la policía, yo te vi cómo tenías el arma en tu mano…

–Pero yo no fui…