Bitácora
Por: Pascal Beltrán

Al opinar sobre el conflicto desatado entre los senadores Ricardo Monreal y Martí Batres –el más grave que haya vivido Morena en su breve historia de cuatro años–, el presidente Andrés Manuel López Obrador difícilmente pudo haber sido más críptico. 

“El pueblo de México tiene un instinto certero; sabe quién habla con la verdad, quién tiene buenos sentimientos, quién se preocupa por ayudarlos y quién es un trepador, un oportunista, un politiquero”, afirmó, a pregunta expresa, en la mañanera de ayer.

¿Cuál es el veredicto del pueblo? Quién sabe. López Obrador se abstuvo de decirlo. Respecto de su opinión personal, el Presidente fue aún más reservado. Simplemente dijo que él no participó en la elección que desplazó a Batres de la presidencia de la Mesa Directiva del Senado y que, de hecho, él está en receso de toda actividad partidista. 

En el aire quedó la duda sobre si López Obrador apoya la forma en que se llevó a cabo la votación de los senadores morenistas y, en ese sentido, si apoya a una u otra parte. 

Hay, pues, tres opciones posibles: 1) Que Monreal haya procedido con la venia de Palacio Nacional; 2) que lo haya hecho sin permiso, y 3) que, como lo dijo, López Obrador no se haya involucrado en el asunto.

La tercera opción es poco posible. Sabemos que Monreal accedió al cargo de líder de la mayoría en el Senado por un acuerdo con el hoy Presidente. Y lo sabemos porque el propio zacatecano así lo ha contado. 

Para hacer historia, debemos recordar que Monreal se inconformó con la forma en que Claudia Sheinbaum se convirtió en candidata a la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México. Y que durante varias semanas se retiró de la actividad política y del apoyo a la candidatura presidencial de López Obrador –mientras crecían las versiones de que podría abandonar el barco morenista para ser candidato a jefe de Gobierno por una coalición de otros partidos– hasta que el tabasqueño lo buscó para negociar, y ahí se fraguó su llegada a la coordinación de la mayoría en el Senado. 

López Obrador, ya Presidente electo, intervino para que se cumpliera el compromiso con Monreal, en momentos en que Batres también albergaba esperanzas para asumir el cargo. 

La solución que se encontró es que Monreal asumiera la coordinación del grupo parlamentario y Batres, la presidencia de la Mesa Directiva. Si se acepta, con base en esa y otras evidencias, que López Obrador sí interviene en decisiones del Legislativo, sólo quedaría por saber si Monreal actuó con o sin anuencia del Presidente para tumbar a Batres. 

Si lo hizo de común acuerdo con Palacio Nacional, querría decir que el Presidente accedió a dotar a Monreal de un poder que nadie fuera de él tiene en el oficialismo. Si Monreal se fue por la libre, el significado sería que se jugó su futuro como nadie más lo ha hecho hasta ahora en el entorno de López Obrador.

El tiempo dirá cuál de esas dos opiniones es la real. Quizá tengamos mayores luces cuando se renueve la dirigencia de Morena en noviembre entrante. 

Porque, por ahora, yo sólo me animo a decir que estoy seguro que la versión de que el Presidente de la República no se mete en los asuntos del partido del gobierno es esencialmente puro cuento. 

 BUSCAPIÉS

El presidente de la Comisión de Presupuesto de la Cámara de Diputados, el morenista Alfonso Ramírez Cuéllar, me dijo ayer en Imagen Radio que es tiempo de pensar en reformar el sistema de pensiones. “El futuro nos alcanzó”, me dijo, al comentar las dificultades de conformar el presupuesto de 2020 ante el creciente costo fiscal por ese rubro –cerca de 900 mil millones de pesos para este año–, que, aunado a la caída de la recaudación por el IVA y de los ingresos petroleros, mete en aprietos la posibilidad de alcanzar las metas del gobierno federal.