República Restaurada
Por Víctor Baca 

Todo hombre tiene su precio, lo que hace falta es saber cuál es.

Fouché

La corrupción es un proceso natural en la naturaleza, no en la sociedad.

La corrupción es un mal muy viejo, quizás tan viejo como la historia del hombre. Podríamos decir que la enseñanza de la ética entre os griegos era con la finalidad de hacer hombres buenos y que no se corrompieran. La educación en esta materia es parte fundamental de la formación de todo político, no en balde, el gran pensador de la antigüedad, nos enseñó que después de la ética estamos preparados para estudiar la política.

Podemos decir que la cultura revolucionaria, sin que olvidemos que en nuestro país desde la Colonia ya existía esta práctica, creó los mitos que, por desgracia hasta la fecha nos adorna. La inolvidable sentencia, “nieto de revolucionario ladrón, respetable hombre”, el terrible “a mí no me den dinero, a mí póngame donde hay”, hasta el recuerdo de algunos hombres contrarios al sistema que, por ejemplo, desde el periodismo lucraron y, en muchos casos no perdieron su prestigio crítico: hombres de claroscuros.

Su servidor, lector de la Jornada desde los años juveniles, desde apilar años enteros de ejemplares en los años ochenta, o compilar cada una de las notas de marco o lo grandes columnistas, como mi amigo Warman, Fabrizio León, Granados Chapa, Herman Bellinghausen, Gutiérrez Vega, Mussachio y no sé cuántos más, sin embargo al llegar a Puebla, lo que se hacía llamar La jornada de Oriente me decepcionó y la razón era clara, salvo una ligera critica muy light (en demasía), en esos años al marinismo, en realidad nada tenía que ver con una versión nacional (que hay que decir que ya estaba muy disminuida). Había excepciones, pero nada del otro mundo. Pero la versión local, era notable por la ausencia de posición y sobre todo por lo anodino de la situación imperante, como decía el maestro renano: algo pasaba, pero nadie sabía que era… o no querían saber…

Al principio, entre sorprendido y molesto, me preguntaba qué era lo que pasaba y poca gente podía notarlo: ya estaban acostumbrados. Muchos amigos solo leían la parte nacional y ese era el consejo que me compartían.

La tibieza de la cornada o el editorial era hasta irritable, pero lo más sorprendente es que sí había una nota que se escribía desde lejos sobre la situación actual. No fue difícil que después de algunos días, entre cambios de opinión y luces, comentarios a favor y en contra, notas por encargo o contra el funcionario en turno, -al grado de que, platicando con algunos de los agraviados, varios de ellos me contaron cómo funcionaba esa columna: lo triste de la tristeza. La parte más vergonzosa es la que ejercen desde un periódico que mucho tiempo tuvo la fama de la objetividad, el amor a la verdad y sobre todo la pasión por la veracidad que (solo la honestidad y honradez) ofrecen… lo siento este caso no forma parte de la naturaleza sino de los tristes derroteros del periodismo actual… ahora describen desde lejos y no lo hacen por pasión… el terrible Fouché sí lo sabe…