Disiento
Por: Pedro Gutiérrez / @PedroAGtz

En el PAN nos hemos convertido en lo que por tantos años criticamos y denunciamos: una madriguera de mapaches electorales encabezada por los más conspicuos personajes que por años y años han controlado las estructuras del partido y, por ende, las principales candidaturas a puestos de elección popular. La última marranada que perpetraron: la imposición de Jesús Zaldívar como presidente del Comité Directivo Municipal.

Los mapaches electorales en el PAN poblano tienen nombre y apellido: Eduardo Rivera, Mario Riestra y Pablo Rodríguez. Con nexos preclaros con la Organización Nacional de El Yunque, estos tres personajes se han aliado de manera inconfesable a lo que queda del morenovallismo. Otros personajes con menor incidencia en el padrón local, pero con renombre, como Humberto Aguilar Coronado −a quien aprecio y respeto− y Ana Teresa Aranda también se sumaron a la imposición de Jesús Zaldívar.

Esta alianza es francamente contra natura y sólo puede explicarse a partir de la ingente necesidad de conservar sus privilegios por encima de la militancia y el partido. Aferrados a las candidaturas plurinominales y los espacios de control intrapartidista, no les ha importado cometer un fraude electoral tan grotesco como histórico: sustraer o desaparecer boletas electorales del recinto en el que se llevó a cabo una asamblea para elegir al jefe municipal.

Claro está que los Padres del Fraude en el PAN no se ensuciaron las manos; para eso están los operadores que tienen plenamente capacitados para agandallarse cualquier elección interna. Al respecto, el partido se ha ido pervirtiendo para retroceder en eso de los mecanismos de elección interna. Hace años, las asambleas cerradas, lisas y llanas, digamos las auténticas en las que crecimos todos los panistas. Luego, las primarias en centros de votación determinados. Finalmente, las asambleas que, como la de este domingo en Puebla, son una suerte de híbrido: se colocan centros de votación por tiempo determinado en el marco de una asamblea que tiene orden del día en las que reina el desorden que precisamente aprovechan los mapaches electorales. Si acaso, los militantes llegan al momento de la asamblea en que se abre la votación, comienza el verdadero caos. Quien preside la asamblea, ordena que se abran las casillas y en el caso que nos ocupa, casi dos mil 700 personas al mismo tiempo y sin ningún criterio de orden o metodología, se aprestan a levantarse de su lugar e intentar votar y depositar el sufragio en las urnas. Claro está que todos quieren hacerlo lo más rápido posible, por lo que eso se vuelve un auténtico mercado electoral. No hay filas, los gafetes pasan de mano en mano, los ladrones afilan sus dientes y compran las boletas, para anularlas si van en sentido adverso o sustraerlas del lugar.

Fue así que en Puebla vimos un verdadero fraude por cortesía del concitado caos que propició la autoridad municipal del partido, presidida por Pablo Rodríguez. Para perfeccionar el asalto a la democracia interna, el Comité Municipal elige un recinto ideal para el atraco: un inmueble insuficiente, en el que para emitir un voto las filas y empujones son tales que los mapaches afilan sus uñas. ¿El resultado del domingo? De dos mil 634 asambleístas registrados “sólo pudieron sufragar por uno u otro candidato” dos mil 390. Zaldívar tuvo mil 294 votos contra los mil 96 que logró Alcántara.

La pregunta es: conforme a datos oficiales ofrecidos por la propia autoridad electoral interna, ¿dónde quedaron los votos restantes, es decir 244 papeletas? La respuesta es simple: las boletas nunca llegaron a las urnas, el caos intencionalmente provocado tuvo frutos y dichos sufragios se sustrajeron incluso del recinto de la asamblea.

Horas después del cierre de la votación, y posterior escrutinio y cómputo, el equipo de campaña del candidato perdedor fue advertido por una llamada anónima de que varias boletas a favor de Alcántara habían sido encontradas en un lugar distinto al de la asamblea. Efectivamente, en al menos tres lugares distintos, pero cercanos al evento, se encontraron decenas de votos, todos a favor del candidato aparentemente perdedor y, lo peor, las boletas tenían la rúbrica de los representantes de los candidatos en la parte reversa, lo cual constata que dichas papeletas pasaron por las mesas electorales.

Una auténtica vergüenza es lo que pasa en el PAN no sólo local, sino nacional. La democracia que siempre invocamos ha venido cediendo ante el apetito de poder de los grupos enquistados en las estructuras internas. En el caso de Puebla, el PAN se parece al viejo PRI cuando se fundó como PNR allá por 1929: grupos antagónicos entre sí que se unieron con tal de subsistir y repartirse el pastel. Una alianza que durará en tanto se despedacen por las candidaturas en 2021, pero que hoy en día, vía fraude electoral, parece que sirvió para sortear una coyuntura. Al tiempo, a ver qué dice el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación.