La Mirada Crítica
Por: Román Sánchez Zamora / @romansanchezz

Oliver siempre fue acusado, fue señalado y hasta burlado por su nombre, un nombre fuera de lo común en una población donde los nombres del calendario eran lo común… desde Oliva, Olin, Hollín, eran los sobrenombres que podía oír desde su infancia para llamarle bajo las burlas…

Un lugar donde Masiosare era mejor que el nombre de un novelista inglés ubicado en el realismo, Dickens…

Los vientos del otoño cubren todo el paisaje del frío de un cielo azul y se traducen en la imaginación… al chocolate y al hedor del pan de muerto, la combinación de la canela y la vainilla, y en algunos casos el agua de azahar… muy pronto al pasar por el mercado, el olor a la guayaba deshace las glándulas gustativas por una mordida que no llega tras ese choque de sabores imaginados, solo por ese frío…

Oliver tomó su chaqueta, la negra, la favorita… se subió a su coche…

-Buenos días señor-

-Buenos días Ramón…-

Sin decir más se perfiló a la oficina, por los mismos lugares…

-Ramón, date vuelta… iremos muy rápido a ver a una amiga… está en el poblado próximo… la Chely… la magnífica Graciela-… Ramón solo miró por el retrovisor y vio como el señor Oliver cruzaba sus brazos y sonreía…

Al llegar, la tienda de su amiga, ya había prosperado… 15 años de tomarla a su mando y levantarse a las 4 de la mañana y cerrar a las 11 de la noche habían dado sus frutos…

-Oliver, mi amigazo… vaya, te ha ido muy bien… felicidades… yo poco a poco pero ahí la llevo…- dijo Chely… mientras se quitaba el overol, siempre lleno de monedas para dar cambio, pero también de polvo y franelas…

-Hoy, por el frío me dio la nostalgia de ver a un amigo y mira… mejor vine a ver a mi amiga Chely…-

-Poncho… quédate al frente de la tienda y dile a la muchacha que ponga chocolate y que ponga hojaldras en la mesa, que en 5 minutos iremos a desayunar… mmmm y unas guayabas de esas rosadas por dentro… ya sabe de cuales me gustan- le dijo a su hijo… un joven de 16 años.

Oliver al escuchar, sonrió… no pudo ocultar su alegría…

-Me siento como un fantasma arrancado del Pedro Páramo, ese librito que nos llevó todo un año en terminar que el profesor de filosofía nos puso a leer, un gran tipo ese señor con sus chinos y su nariz muy pronunciada, pero buena gente- suspiro y le dio un brazo a su amiga…

Ya en la mesa sentados…

-Le puse mermeladas y de esa nata bronca que le gusta señora…- dijo la muchacha, Jaqueline se llamaba, pero casi nadie lo sabía pues le daba pena su nombre.

-Ese profesor, siempre me acordare de él, un día me vio… después de que todos hicieron burla de mi nombre… y me preguntó que qué me pasaba, le dije que no me gustaba mi nombre… ¿Pues cómo te llamas?… ¿no sabe? Le dije… y me contesto… si lo sé y me parece un gran nombre… el nombre de un ciudadano ejemplar… me dio la mano y se retiró. Ese día… todo cambio, ya después de ese día el todo nunca volvería a ser igual…- dijo Oliver, mientras le servían ese chocolate que por alguna extraña razón… solo allí tenía un olor tan peculiar…

-Oliver, de pie… sin duda que no han leído la gran novela de Oliver Twist, de Chales Dickens….- El profesor de filosofía ese día, hablo de la novela… muchos se quedaron muy entusiasmados… tanto que muchos tomaron las letras y se convirtieron en abogados, otros en administradores, ingenieros, una novela partió su vida en dos… desde sé día, el nombre de Oliver nunca más fue un sonido que causara la burla, fue entonces un gran nombre de respeto…

¿En cuánto influye un hombre para destruir a otro?

¿En cuánto una palabra, define a un hombre y lo construye?

¿En cuánto influye una figura de respeto como un maestro?

¿Cuántos profesores son capaces de sentarse un instante y ver que están construyendo seres humanos, construyen vidas, sociedades, países y toman su papel como mentores?

Una palabra, un instante y de pronto surge el genio del hombre, surge cual semilla que germina y deja a todos asombrados, por un libro, por una clase, por un instante… y todo cambia, ese momento mágico, todos lo recuerdan, pero pocos los valoran…

La conjunción de los entornos de los hogares, que se presenta en un torrente de ideas, de sueños, de educaciones domesticas los cuales encuentran el vértice que los impulsa a chocar en el centro de aglomeración de jóvenes que representa la escuela, cuando no se sabe encausar, solo desborda al ogro, desborda el odio y el rencor de los sueños no cumplidos y la sociedad es la culpable y la deshumanización de la responsabilidad se vuelve el eco de pasillos donde los párvulos son eco de los vicios de la propia sociedad…

Una sonrisa entonces… una palmada… un libro… abre los sueños de esos niños, como alas ansiosas y los impulsan a volar más allá de esas paredes de desilusión…

-Marcolín, se llamaba- dijo Chely eufórica…-un gran tipo de letras y de grandes sueños y creo muchos le debemos ese buscar más allá de los común…- dijo ella mientras se relajaba esa mañana fría… de otoño…

-No soy hombre de rencores… un día entró uno de los más fervientes acosadores que tuve y lo reconocí, y él también me reconoció, pero no quiso ser reconocido al instante y le dije que si lo conocía y siempre lo negó hasta que le dije que yo era progresista y que el rencor no vive en mí y menos aún el odio y le di lo que estaba a mi alcance y era lo legalmente correcto y él se fue muy agradecido… y así vi a todos… y bueno se han vuelto parte ya de un pasado que no me pesa, al contrario que me da una profunda alegría vivir el cambio hacia lo positivo gracias a ese profesor…- dijo y termino su chocolate…

-No hay duda que siempre vienes en la primera torrente de viento frío… y ya te esperaba, sin duda que el verte cada año desde hace 10 años, ha sido para mí un premio que bien vale recibir a mi amigo Oliver-

Oliver, como siempre al verse descubierto, le dijo…

-Una mesa como la tuya, solo se compara a la de mi madre, una mesa como la tuya siempre evoca lo mejor de mi… te he traído mi último libro que publique… eso de ser funcionario, escritor y cosas de esas es complejo- dijo y le dio el libro en la mano a su amiga.

-Sí, te vi en televisión y escuche varias veces en radio de tus ultimas letras y supuse me lo traerías, por eso no deje que mi hijo fuera a comprarlo, sabes que en esta casa se te quiere…- dijo ella al despedirlo…

Oliver, disfruto en su regreso a la ciudad del campo verde, de esas flores amarillas… esos girasoles silvestres, esas amapolas silvestres y dientes de león, que le evocaban a Ángeles Mastretta en su libro de Arráncame la vida, el cual tuvo que leer y saber de la naturaleza de ese pueblo que tanto apreciaba y que allí vivía su amiga… y seguro el próximo año… pasaría nuevamente otra mañana, para la tan ansiada platica con chocolate caliente y ese pan de muerto… con guayabas de gran olor…