República Restaurada
Por: Víctor Baca 

A veces las noticias nos presentan de tal modo las cosas que día a día empezamos a mirarlas de manera cotidiana, incluso sin pensarlas a fondo. Por ejemplo, hablar de la violencia contra las mujeres sólo nos permite ver a aquellas que son asesinadas, pero la violencia contra ellas es algo más profundo. Sé de antemano que el hecho de cortar con una vida es muy grave, pero la cotidianeidad de los actos violentos, no lo son menos. Esta violencia atenta contra la familia y aún antes, porque cuando esta situación se presenta por primera vez, sea en el noviazgo, amasiato o matrimonio, sabemos que jamás se detendrá.

La famosa violencia intrafamiliar en denunciada cada día, pero la cifra negra es algo que no solo aterra, sino que obliga a pensar que en el fondo es la causa de la violencia y desintegración consecuente de la familia.

Lo curioso es que este tipo de relación que violenta la misma relación recae por igual contra hombres que contra mujeres, al parecer una característica esta sociedad, mal llamada posmoderna, es el grado de violencia y la ausencia de diálogo para resolver las diferencia, pues ambas partes, sobre todo machistas y feministas, son incapaces de comprender ya tender las naturales diferencias.

De ahí que ante el número de mujeres que mueren en el país o en el estado se debe sumar esta situación que en efecto no es menor. Pero la tratarlo debemos darle un enfoque político, es decir consensuado y dialogado entre ambas partes, no podemos olvidar que la política no es esa que juegan los que aspiran a cargos de la administración sino la relación comunicativa y afectiva de todos los días.

La coyuntura igualmente desvanece la importancia del asunto por un lado y por otro la utilización política de los desastres también nos impide ver la realidad que vivimos.

Ahora todos hablan de lo que pasa en el país. Aun el entusiasmo no ha desaparecido. La ayuda mutua y solidaria salió a las calles de todas las zonas afectadas, no solo a raíz de los temblores, sino incluso desde las inundaciones que provocan los huracanes y tormentas desde hace meses. Sin embargo, sabemos por otras experiencias que la verdadera ayuda y espíritu de solidaridad y colaboración empieza en el momento que el entusiasmo termina y todos vuelven a casa, excepto los que no tienen.

Esto no es raro, podríamos decir que es hasta normal. Por eso debemos pensar que tal vez al centro de la reconstrucción, en muchos casos sabemos que será un largo proceso, considero está lo que a veces a todos se nos olvida: la familia. La familia sin violencia, ya sea contra mujeres o contra hombres.

Es un lugar común, ahora demostrado, que los grupos delictivos y los que resguardan el orden suelen ser los mismos. Nadie puede tapar el sol con el dedo. Los problemas estructurales de los cuerpos de seguridad pública son harto evidentes. Las autoridades creen que con operativos y unidades nuevas resolverán un problema que camina por otra vía. La inoperancia de “reformar” a toda costa las garantías individuales, por parte de los legisladores estatales y federales por igual, sabemos solo lesiona, por último, al acreedor de siempre, la ciudadanía. Y nos revelan su poco interés por representar con su voz y voto los problemas que en realidad nos aqueja desde siempre.

Es un riesgo deambular o transitar por las calles de las ciudades, Puebla, en específico, más que por la inseguridad prototípica que existe, por los operativos policiales que se han instrumentado, de manera no planificada, pues salen “a ver que encuentran” y si no encuentran nada “entonces hay que agarrar lo que aparezca”. Basta con no vestir como los uniformados consideren que es lo “normal” o con parecer “sospechosos” ante la mirada de aquéllos, para originar una detención o un acto delictivo, por parte de los que trabajan para protegernos.

Eduardo Galeano afirma: “La violencia genera violencia, pero también engendra ganancias.”