Letras al Vuelo
Por Aldo Báez

…Yo fui apresado en la madrugada en Valparaíso pero eso no importa. Importa que necesito amor y me siento solo…

R Zurita

En 2007, invitado por mi amigo y poeta José María Memet al festival Chile Poesía, me pareció una excelente idea, no sólo de convivir con los poetas chilenos y peruanos, Perú era el invitado de honor, sino algo que desde joven me seducía: rendir homenaje a Salvador Allende.

Casi 20 años antes, me había interesado después de que García Márquez publicó La aventura de Miguel Littin: clandestino en Chile, y recuerdo que pasaron en la facultad de Ciencia Políticas un documental sobre la brutal agresión contra la casa presidencial chilena y Salvador Allende, incitada y promocionada por Richard Nixon, como se pudo comprobar después a través de cintas e instrucciones para que el 11 del 11 a las 11 horas , los militares traidores a la tierra de Neruda, asaltaran y tomaran la vida del presidente: así nació el 11/11 en 1973, con el crimen cobarde y artero de los terroristas norteamericanos encabezados por su presidente. Lo de 11/11 de 2001, fue lamentable, pero solo fue parte del karma histórico de los EEUU.

La presencia de poetas y poesía son síntoma de la amistad, es decir, un acto político, el más fiel de todos: el fin de la política, la amistad lo es y la poesía su carretera.

Recordé que por esos años era en coedición con la Udlap, durante el rectorado de Palou, publicó un libro de Raúl Zurita, un libro que él mismo llamó work in progress: Ciudades de agua y por 2008 que anduvo por Puebla platicamos sobre un tema que siempre me conmovió: la caída de la moneda y sobre todo su participación y tortura bajo la terrible dictadura de Pinochet.

El poeta Zurita, afable y, en cierta forma, modelo de lo que siempre imaginé de un poeta: valiente, gentil y revolucionario, narra en ese libro de manera fabulosa y fabulada, la ignominia y el sufrimiento que padeció él y muchos de sus compatriotas durante la dictadura. El poeta que los momentos más terribles sabe cómo hacerlos participes de la belleza de la poesía y cómo conmocionar al lector.

[…En lo alto de las ciudades de agua flotan destellando sobre el medio día y de golpe el fulgor te enceguece. Te ciegas. Te arrojas amoniaco puro a los ojos y gritas…] el poema asciende, aunque el poeta sepa que el cielo está abajo o que es un cielo estrellado su mejilla, el poeta vive y sufre y él, solo él puede ser capaz de transformar una infamia en poesía. Su memoria está atenta y […No hay que olvidar nada…], él es el poeta, el que sabe que los jóvenes son primero que los poetas consagrados, el que asume su condición errabunda y abre su casa, y le gusta hablar de política y de poesía.

Hace años escribí para Sexenio una nota sobre Zurita y Bolaño como recuerdo al 11 de septiembre. Hoy recuerdo a Zurita, porque un día como hoy destrozaron su país y su vida, y él se quiso cegar, pero sólo consiguió ser una voz brillante que desde los cielos escribió “ni temor ni miedo”, a él lo recuerdo ahora porque al leer sus libros, sabemos que nos cuenta la historia no del despreciable Raúl Zurita, que nos deprecia […Consignaré también mi nombre porque me desprecio y los desprecio…] sino de su pueblo, así como suena de cursi de su pueblo, porque él que algún día no dudó en atentar contra su vida  y otro más de convertirlo en un recuerdo más vivo que la infamia de los militares y los hombres que traicionan y que nunca serán capaces de tomar vino mientras leen poesía.

Aún lo recuerdo en su casa, compartiendo con Daniel Samoilovich, el poeta y editor argentino, mientras esperamos la siguiente lectura, en la que don Nicanor Parra estará con nosotros. Antes de ir, me dirigí hacia donde sabía que se encontraba la estatua de Allende, el palacio de La Moneda, y por supuesto y a causa de una manifestación, los soldados impedían el paso. Llevaba rosas, era lo mínimo. No accedieron a permitir el paso y me pidieron (se puede decir que amablemente la depositará a sus espaldas). ¡A sus espaldas! ¡Por dios, él es Salvador Allende!  les vocifere a los militares. Llegó quien comandaba a los milicos y le dije: no viajé casi 10 mil kilómetros para dejar una ofrenda a la espalda del hombre que nos da razón a ustedes y a mí de estar aquí. Nos miró y con la mano les indicó a los soldados nos permitieran el paso… (Roxana Doris, Daniel, Mauricio y algunos otros aún lo recuerdan) a ellos dedico estas líneas, en homenaje a las víctimas del primer atentado terrorista que no fue el 11 de septiembre de 2001, sino el 11 de septiembre de 1973…

Varias voces acompañan a Zurita en ese trabajo, Mann y su hondo pozo del tiempo, Kurosawa y sus sueños y el recuerdo de su padre que no le responde: [Te imaginas la lluvia mojando estas piedras papá…]