La Quinta Columna
Por Mario Alberto Mejía

A la publicación de la columna en la que aparece exhibida la diputada Paola Ruiz García, como beneficiaria de un Doctorador Honoris Causa Patito, sobrevinieron toda clase de reacciones biliares e informaciones reveladoras.

Vea el hipócrita lector:

Resulta que el senador Alejandro Armenta —padrino político de Yadira Lira y Paola Ruiz— es el más entusiasmado con los doctorados pipitilla, y cada vez que surge uno felicita calurosamente al nuevo integrante egregio de la alta intelectualidá.

En Mesoamérica, ya lo sabemos, somos solemnes, levíticos y dados a la toga, por lo que cada día abundan más los personajes de la vida paria que aspiran a ser Honoris Causa aunque no sepan escribir su nombre correctamente.

Los diputados Valentín Medel y Yadira Lira —ésta última convertida ahora en titular del Deporte—recibieron hace algunas semanas el mismo doctorado patito de parte de la misma “universidá”: el Claustro Doctoral Universidad SIATI.

(SIATI significa: Solo Indigentes Atípicos Tatuados Inclementemente).

Los diputados Medel y Lira no se conformaron con posar con toga y birrete en algún salón hundido en el anonimato, y lograron que la doble unción se diera nada menos que en el Salón de Plenos del Congreso local.

(Más abajo las fotos).

Faltaba más: el senador Armenta también los felicitó.

¿Quién frenará este ridículo ritual de entregar doctorados como larines?

¿Hasta dónde llegarán esas ganas republicanas de sobresalir de entre los demás mediante módicos 30 mil pesos?

Los Honoris Causa ya quedaron tan desprestigiados que en las universidades serias están teniendo problemas para la aceptación de los mismos.

¿O es que todos algún día seremos Honoris Causa cuando la cuota por doctorado baje a mil pesitos?

En la UNAM y la BUAP, por ejemplo, se sigue un protocolo bastante escrupuloso: “a las personas honradas con el grado de doctor honoris causa  se les  impondrá la toga y el birrete que corresponda, y su nombramiento se acreditará con un diploma (…) el único facultado para proponer al Consejo Universitario el otorgamiento del doctorado honoris causa será el rector de la institución”.

Posteriormente, “el consejo otorgará el grado de doctor honoris causa por votación de no más de las dos terceras partes de sus miembros, reunidos en sesión extraordinaria para ese único fin”.

El protocolo de las universidades pipitilla sólo contempla una “módica cuota voluntaria” que oscila en los 30 mil pesos, aunque puede variar de acuerdo al dicho de “según el gato, el palazo”.

Qué vergüenza.

Qué pena ajena.