Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río

La vulnerabilidad de la producción petrolera de Arabia Saudita –el mayor exportador de crudo del mundo, con 16% del total– era bien conocida.

El 24 de febrero de 2006, la organización terrorista Al Qaeda realizó un ataque frustrado contra las instalaciones de la empresa estatal Saudi Aramco en Abqaiq, ubicadas en el este del reino. Ese día, un coche bomba destruyó una de las rejas de acceso para permitir que entrara otro, pero éste explotó tras ser alcanzado por las balas de los guardias.

La relevancia de ese complejo –construido en los años 40– es que por ahí pasa 70% del petróleo que extrae Arabia Saudita, alrededor de 6% de la producción mundial del hidrocarburo. Ahí se remueven las impurezas del petróleo que sale del gigantesco campo de Ghawar, el más importante del mundo. Entre 1948 y 2005 –este último, el año pico de su explotación– había dado unos 60 mil millones de barriles.

En Abqaiq se remueven el azufre y metales pesados del crudo para alistarlo para la refinación. También se separa el petróleo del gas asociado. Expertos de la industria, como Robert McNally, de la firma de consultoría Rapidian Energy Group, había advertido, el 15 de mayo pasado, de los riesgos que representaba una concentración tan grande de petróleo en una sola planta, a la luz de las sanciones estadunidenses contra el petróleo de Irán y los subsecuentes contra buques tanque.

Pero esos y otros apuntes no fueron escuchados y Abqaiq no recibió medidas de seguridad adicionales. La madrugada del 14 de septiembre, un ataque con drones hizo un daño incalculable en 17 puntos específicos del complejo, además de golpear el campo petrolero de Khurais, vecino del de Ghawar.

“No hay redundancia para las 18 columnas de estabilización y las esferas de desulfuración”, señaló McNally en un tuit posteado el domingo. “Esperemos que no hayan sido dañadas (…) La capacidad depende de un equipo especialmente confeccionado, difícil de reemplazar”, agregó.

En un principio, voceros sauditas habían desestimado la gravedad del ataque, aduciendo que otras instalaciones del país podrían hacer el trabajo de Abqaiq, pero los mercados dieron la razón a expertos como McNally y los precios internacionales del crudo dieron un brinco ayer.

Después de unas horas de desconcierto, el ministro de Energía saudí tuvo que admitir que el país tuvo que reducir su producción a la mitad, lo que representa un 6% del consumo mundial. En sus primeras reacciones, los gobiernos de Arabia Saudita y Estados Unidos responsabilizaron a Irán de haber dotado de las armas a los hutíes –un grupo insurgente chiita que cuenta con el respaldo de Teherán– para llevar a cabo el ataque.

La pérdida de 5.7 millones de barriles al día es mayor a la experimentó el mundo durante la revolución islámica en Irán en 1979 y la Primera Guerra del Golfo en 1990-1991.

El ataque podría llevar a una acción militar estadounidense, pues el presidente Donald Trump ha sido puesto en entredicho por los halcones del Pentágono, luego de despedir, hace apenas unos días, a su asesor en seguridad nacional, John Bolton, para buscar un diálogo directo con el régimen teocrático de Irán.

La reducción en la disponibilidad de petróleo, que durará semanas o hasta meses también podría generar grandes presiones inflacionarias, justo cuando los bancos centrales del mundo comenzaban a reducir las tasas de interés para sacar a la economía del empantanamiento en que se encuentra.

Como publicó ayer el diario Financial Times, el ataque en Abqaiq dejó expuesto el talón de Aquiles de la economía mundial.