Esfera Pública
Por Elías Aguilar García

Siguiendo con el análisis del escenario que ofrecerá el 2021 hay que analizar cómo ha sido la evolución en votos que tuvo AMLO en sus tres intentos de llegar a la Presidencia de la República. En la elección de 2006, en la elección más controversial de nuestra historia, Andrés Manuel López Obrador, como candidato del PRD-PT y Convergencia, obtuvo 14 millones 756 mil 350 votos, que representó el 35.3% de los sufragios; mientras que Felipe Calderón, el candidato del PAN, resultó ganador con 15 millones 284 votos, el 35.9% de la votación, sólo 0.6% por encima de AMLO; en tercer lugar, se ubicó Roberto Madrazo, candidato de la alianza PRI-PVEM, con 9 millones 301 mil 441 votos.

En la elección presidencial del 2012, López Obrador como candidato del PRD-PT y Movimiento Ciudadano, logró 15 millones 848 mil 827 votos, un 31.6% de la votación. Mientras que Enrique Peña Nieto, candidato del PRI-PVEM, obtuvo la victoria con 19 millones 158 mil 827 votos, 38.2% de los sufragios superando a AMLO por 6.4%. En tercer lugar, se ubicó Josefina Vázquez Mota con 12 millones 732 mil 630 votos que representó el 25.4% de los sufragios emitidos.

Entre la de 2006 y 2012 hubo tres características importantes en cuanto a los votos. Por un lado, la recuperación del PRI que creció casi 10 millones de votos, es decir 16% más de los votos que obtuvo en 2006, que dado al incremento de la violencia en distintas regiones del país, Peña Nieto representó una opción de cambio que ya en la silla presidencial desencantó a la mayoría de los mexicanos. En segundo lugar, que si bien es cierto que en términos nominales la votación de AMLO sumó más de un millón de votos en comparación a 2006, esta representó un descenso en términos porcentuales de 3.7%. En tercer lugar, la caída en la votación del PAN, que perdió poco más de 2 millones de votos, que representó un descenso de 10.5% de participación en la votación en comparación al 2006.

En la elección del 2018, AMLO como candidato de Morena-PT y Encuentro Social, sumó 30 millones 113 mil 483 votos con un histórico 53.2% de los sufragios emitidos. En un lejano segundo lugar se ubicó Ricardo Anaya, candidato del PAN-PRD y Movimiento ciudadano con 12 millones 610 mil 120 votos, que representó el 22.3% de las boletas contabilizadas. En un vergonzoso tercer lugar se ubicó José Antonio Meade, candidato del PRI-PVEM y Nueva Alianza con 9 millones 289 mil 853 votos, la votación más baja de un candidato del PRI en la historia reciente de las elecciones presidenciales de este país.

Entre 2012 y 2018 es necesario destacar que la fuerza que representa el hoy presidente de la república fue la que creció de manera atípica, sumó más de 14 millones de votos de los que logró en 2012, un crecimiento de 21.6 % en su participación relativa de votos. Mientras que el PRI, de manera paralela tuvo un descenso casi de la misma magnitud, perdió más de 10 millones de votos lo que representó un descenso de 21.8% en la participación relativa de la votación.

Si tomamos en consideración el comportamiento de la votación obtenida por los candidatos y partidos en las últimas tres elecciones, contemplando los mínimos y máximos logrados por los contendientes, se puede inferir que una cuarta parte de los votantes en México son volátiles, votan por distintas alternativas partidistas dependiendo del contexto de la elección. Estos votantes son proclives a votar por el partido o candidato que represente el cambio, en 2006 lo representaron Calderón y AMLO, en 2012 Peña Nieto y AMLO, en 2018 lo capitalizó AMLO.

Este voto del cambio, volátil, se estima en alrededor de 13 millones votantes que buscaron el cambio en 2018 y sufragaron por la opción morenista ante el descrédito de las otros candidatos y partidos. Estos electores son los que escribirán la historia electoral del 2021.

Un escenario posible, siempre y cuando se mantengan los niveles de popularidad del presidente y de que Morena logre tener una estructura electoral eficiente a nivel nacional, es que logre un 38% de la votación en la elección intermedia del 2021, lo que implicaría con ello la mayoría en el  Congreso de la Unión, pero no una mayoría absoluta. 

Este escenario, el más competitivo para Morena, plantea la necesidad para los partidos de oposición la construcción de una gran alianza opositora, un acuerdo entre las diversas fuerzas partidistas en una propuesta atractiva alternativa a la opción que representa  Morena y sus aliados, una fuerza política electoral que tendrá que discutirse y abalarse en el 2020, donde casi todos los partidos opositores tendrían cabida, digo casi porque el PRI, debido a su descrédito, asociado con el tema de corrupción, difícilmente contribuiría a una opción legitima en este momento para ese segmento de votantes que optan por un cambio.