Mesa Cuadrada
Por Gabriel Reyes Cardoso

No necesitó ni ejercito en lucha ni libro dogmático ni discursos aterradores.  Sigilosamente se fue filtrando en cada persona, en todas las actividades y en todas partes.

Internet apareció y sin darnos cuenta se hizo omnipresente y omnipotente. También indispensable.

Los humanos y la humanidad somos ahora diferentes a nuestros padres y ancestros, superiores en muchos sentidos, pero no en todos y a la vez  incapaces de medir las futuras consecuencias de utilizar la ¨world wide  web¨   vía ancha mundial, para buscar y encontrar todo en Internet, nuestro nuevo hábitat individual y colectivo.

No sabemos aún el precio que tendremos que pagar por usarlo.

A lo mejor,  el mayor riesgo está en la libertad, a la que hace más amplia, directa e inmediata, pero a la vez, menos propia, porque todo lo registra y guarda, donde es difícil saberlo. El concepto de las nubes no ayuda mucho y para qué, eso está más complicado.

Algunos irónicamente lo relación con aquel Ojo de Dios, que todo lo ve y todo lo sabe y todo lo controla.

No cabe duda. Vivimos una nueva historia antropológica, más manejable a discreción, pero mas incierta porque esta tecnología tiene su propia capacidad de autogestión  y autosustentación y conlleva en sus genes digitales la construcción de una inteligencia artificial que por momentos nos puede ayudar pero también destruir.

La pregunta fundamental esta en saber si esta tecnología nosotros  la controlamos o ella a nosotros. Nuestra experiencia es corta y más allá de mitos y leyendas, no hay antecedentes para consultar,  a pesar de toda la experiencia con la que nuestros ancestros han construido el mundo, pues ellos no tuvieron una inteligencia artificial que les ayudara.

La pocas referencias filosóficas nos ubican en el gran salto del ¨homo sapiens¨, al ¨homo videns¨, y al ¨homo digitalis¨, saltos que nos narran como el hombre ha ido abandonando el patrón libre de construcción de su pensamiento a manos de la tecnología, primero la que ve en pantallas, después la que reconstruye con entornos virtuales que pudieran ser solo contenedores de la información que depositamos, pero que al integrarlas con algoritmos, son diferentes y nos atrapan,. Nos tiene en sus manos.

Nuestra convivencia con Internet es de apenas 50 años a partir de aquella  primera y efímera conversación entre dos máquinas situadas a varios kilómetros entre ellas el 29 de octubre  de 1969, que de inmediato, ciencia de por medio, logró en menos de un mes, 21 de noviembre, una conexión permanente con el proyecto Arpanet destinado a tareas militares.

Con todos los riesgos y costos, Internet es ya el espacio donde nosotros y nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos viviremos, sepamos manejarla o no. Es evidente que estos primeros cincuenta años son apenas el comienzo de algo mayor en trascendencia, en importancia y en significación.

Ya no hay, ni habrá política pública o decisión política que pueda evadir su diseño, construcción, operación y evaluación, fuera de esos entornos virtuales cuyo control y desarrollo se ha convertido ya en el instrumental estratégico para el control de naciones y personas. 

Dos aspectos quedarán pendientes.  Uno sobre como garantizar la verdadera privacidad virtual de los datos que cada quien maneja en las computadoras y otro sobre el control legal de esa privacidad, o el manejo ilegal que ya sabemos ha influido hasta en poner jefes de estado y de gobierno.

Así la inteligencia virtual se suma a las amenazas para la humanidad que han hecho nacer un nuevo cuerpo científico en la Bioética, para poder asegurar que esa tecnología no se convierta en arma mortal de la humanidad.  Y es que apenas nosotros le conocemos a ella, pero ella ya nos tiene bien monitoreados supliendo con creces al ¨big brother¨, que de por sí ya nos espiaba.