Figuraciones Mías
Por Neftalí Coria

El novelista y dramaturgo austriaco Peter Handke fue reconocido con el Premio Nobel de literatura 2019, es dueño de una obra de ficción muy sólida. La academia ha dicho que la suya, es una obra “llena de ingenuidad lingüística que ha explorado la periferia y la singularidad de la experiencia humana”. Y pese a las protestas de de la asociación de víctimas del genocidio en Bosnia de Srebrenica en 1995, que han pedido que le sea retirado el Premio por el visible apoyo a los responsables serbios, la obra del escritor austriaco nacido en Griffen en 1942, es una obra que en mi parecer, merece tal reconocimiento. Y es su obra la que ha sido premiada y yo lo celebro; he leído poco de su obra, pero sobremanera, recuerdo una película en la que trabajó con su amigo Win Wenders en una de las historias cinematográficas, que se convirtiera en una de mis favoritas. En alemán, su nombre es “El cielo de Berlín” o “Las alas del deseo”, como la conocimos en español. La participación de Peter Handke, no tengo duda  determinó la historia con un guión definitivamente magistral, aunque Wenders también, por lo que se entiende, estuvo involucrado en la escritura del guión, así como Handke, estuvo participando en el rodaje del filme.

“Cuando el niño era niño, no sabía que era niño”, es una de las frases con las que comienza la historia en Close up, escribiéndose con una pluma. La película resguarda una de las mejores ideas sobre el territorio de la divinidad en el que viven los ángeles, que son representados por hombres y mujeres que descienden a la ciudad y van por los sitios terrenales escuchando el pensamiento y las palabras que los seres terrenos dicen; tal vez vigilando los actos como testigos que oyen el paso de una historia demencial de la gente en las bibliotecas, en el metro, en la calle, pero es curioso, que es en el discurso de los que van a morir, donde tienen la única cercanía que tienen con un ser humano.

Una de las escena significativas que recuerdo, es donde en su peregrinar Damiel y Cassiel, los dos ángeles se encuentran sentados en un auto descapotable en una agencia de autos, y es ahí en el que transcurre una reveladora conversación: dos ángeles hablando de sus anhelos por convertirse en seres humanos y poder disfrutar de los dedos manchados por el periódico, de quitarse los zapatos con los pies bajo la mesa y mover los dedos de los pies e infinidad de cosas simples, dar de comer al gato como hace Philip Marlowe, tener fiebre, entusiasmarse no solo con las cosas espirituales, sino también con las comidas, alegrarse porque es el el esqueleto lo que dentro se nos mueve al caminar y vivir muchas cosas más, incluyendo el mal y sus demonios, la maldad y el dolor mismo. Pero su composición etérea, solo les permite “fingir” la vida y van por la ciudad oyendo lo que la gente piensa y lo viven en la profundidad de la intimidad que es permanente en las calles, los autos, los hospitales, en la vida diaria en general.

La película deriva en una historia de amor cuando Damiel, descubre el Circo y ve allí el entrenamiento de Marion, una trapecista hermosa que lo cautiva, porque en el ensayo, su entrenador, le dice: “No te columpies… ¡¡Vuela!! ¡¡Eres un ángel!!”. Y es que ella lleva alas como parte de su vestuario. Daniel, el ángel, la mira cautivado.

–Con alas es más fácil que sin alas – le dice el entrenador.

– Con alas, pero no con estas plumas de gallina– responde renegando Marion, la trapecista hermosa.

 Ella lleva alas y reniega de ellas diciendo estas son alas con plumas de gallina.

Y el entrenamiento sigue y el entrenador le pide que sea una paloma, que piense en las gaviotas. Y es en ese momento que anuncian la bancarrota del circo. Darán la última función y allí Damiel, escucha lo que piensa Marion, y quizás allí comienza su amor por ella hasta que se le permite caer a la tierra y vivir como los hombres de este mundo.

No olvido la escena del hombre que tiene un accidente en una moto y Damiel se acerca justo en el momento en que el hombre está herido de muerte. El ángel le toca la cabeza mientras el moribundo dice: “¡Karin! ¡No puedo irme así! ¡Tengo tantas cosas por hacer!” Y el moribundo con las manos de Daniel en la cabeza, sigue diciendo en su desvanecimiento hacia la muerte: “…la cruz del sur, el Este lejano, el gran Nortes, el salvaje Oeste, el gran lago de los osos, la Isla de Tristan de Cunha, el delta del Mississipi, Stromboli. Las viejas casa de Charlottenburg. Albert Camus. La Luz de la mañana, la mirada del niño… nadar cerca de la cascada”. Y se marcha mientras antes de morir el hombre dice: “las manchas de las primeras gotas de la lluvia… el sol, el pan y el vino dar saltos, la Pascua, las nervaduras de las hojas, la hierba ondulante, el color de las piedras, los guijarros en el lecho del día, el mantel blanco al aire libre, el sueño de la casa en la casa, el prójimo durmiendo en la habitación de al lado, la tranquilidad del domingo, el horizonte, el resplandor de la luz de la habitación en el jardín, el vuelo nocturno, montar en bicicleta sin manos, la bella desconocida, mi padre, mi madre, mi mujer, mi hijo…” Y muere. A la manera de un poema sus palabras, sus frases que son recuerdos, imágenes, visiones que llegan al azar a la memoria de aquel hombre muriendo, mientras que el ángel Damiel sólo es testigo y nada puede hacer, además de saber que indiscutiblemente va a morir. El moribundo hace un poema de sus recuerdos ¿Y de qué otra cosa se hacen los poemas?

De Peter Handke, su fama se la debe a su novela: “El miedo del portero ante el penalti” publicada en 1970, que es una peculiar historia, en la que se narra la vida del portero Josef Blonch, después que lo echan de su trabajo como mecánico. Sus obras de teatro sorprendieron en su momento y sin duda, su dramaturgia es una de las mejores de los últimos tiempos, quizás en mi parecer, heredero de Beckett.º