Figuraciones Mías
Por Neftalí Coria

Leo noticias de Chile y con cierto arrobo, me refugio en mis divagaciones con el temor de que aquel pueblo sea de nuevo territorio de sangre y de injusticias, me vuelven a la memoria momentos en que aires parecidos, pasaban por la vida de Latinoamérica. Escucho la canción de Pablo Milanés: “Yo pisaré las calles nuevamente”. Con ella recuerdo aquellos años cuando pude informarme –gracias a la literatura y a mi interés por saber–, de lo que en el mundo había ocurrido. Y temo repeticiones de la historia chilena; lo que muestran los videos es de temer: represión, necedad ante un pueblo que ya no va a permitir que los sátrapas se salgan con la suya.

Recuerdo el horror de la dictadura de aquel país, gracias a los textos y a las pocas noticias que en aquellos días leíamos con mis amigos y nos horrorizaba la crueldad de las torturas y las muertes atroces que narraron los escritores latinoamericanos y que podemos volver a ellos, y releer como si fuera una ficción de horror, que mucho se parecen al descuartizadero que ahora vivimos en Michoacán y a la cantidad de cadáveres encontrados en fosas clandestinas por todo el territorio nacional. Nada le pedimos a los horrores de los que antes nos asombramos con estupor y tristeza.

Y aunque desde hace años, en México hemos vivido un horror con el que cualquier pueblo corre el peligro de destruirse a sí mismo, lo que sucede en Chile ahora, me alerta a creer que de nuevo la historia se repita. Veo los videos y también puedo notar que la gente unida de verdad, es invencible. Como en ese video donde la gente –a golpes– vence a los milicos y estos aterrorizados con sus armas no saben qué hacer. Esa es una prueba que el pueblo puede ser invencible (nótese hace unos días que dejamos de comprar jabones y papel de baño y temblaba el hipócrita de Claudio X).

Con lo que sucede en Chile, me alegra y temo a un tiempo, ver al pueblo levantado con las cacerolas y la rabia por las calles, enfrentando y defendiendo su dignidad, porque como en muchos países latinoamericanos, puede ocurrir que crezca la violencia contra la sociedad civil que quiere precio justo en el transporte público, por ejemplo. Porque el motivo no importa, la inconsciencia de los criminales y sus aliados, desde la oscuridad y el sigilo, son capaces de hacer cualquier atrocidad, como la que vimos en Culiacán, debidamente planeado y sin mínimo respeto a la vida. Y ni aquí ni en Chile, podemos jugar con fuego; el pueblo trabajador y bueno, no merece los abusos, ni merece las amenazas asesinas. Aunque sabemos que los que se han beneficiado de ese mismo pueblo, son crueles. Y pienso en ese verso de la canción de Pablo Milanés en el que hace referencia a “Santiago ensangrentada”, refiriéndose al negro septiembre del 73 chileno. “Y en una hermosa plaza liberada, me detendré a llorar por los ausentes”. Sin duda una escena desoladora que nadie quisiera verse en tal remembranza, ni en la sentencia de haber vivido lo que alude Milanés en este remate de la canción: “regresarán los libros, las canciones, que quemaron las manos asesinas, renacerá mi pueblo de su ruina y pagarán su culpa los traidores”.

Nada de eso es nuevo para nosotros en México: la tiranía, el descaro, la ignominia, el sabotaje, etc. en nuestra historia del poder con presidentes que vivieron como reyezuelos y el pueblo eran números, votos, nadie… Pero hablo de Chile y también –escuchando la canción de Pablo Milanés– viene a mi memoria, cuando semana a semana, leía con avidez y necesidad los textos del reportaje de García Márquez que después se haría libro con el título de “La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile”, publicado previamente en varios periódicos de Latinoamérica y España. El gran reportaje que nació de la intención del cineasta chileno de “ponerle una cola de burro a Pinochet”, como se lo había prometido a su hijo. Y se la puso con creces, porque entró al país, clandestino y en una hazaña impensable frente a la ignorante crueldad que seguía detentando el poder en aquel país tan lastimado. Y le puso la cola de burro y los cuernos del buey, porque se sabe que el 28 de noviembre de 1986 en Valparaiso, enfurecido el burro de Augusto Pinochet, mandó quemar quince mil ejemplares de “La aventura de Miguel Littín, clandestino en Chile” de Gabriel García Márquez.

La canción sigue sonando y ahora la canta Joan Manuel Serrat y escucho los versos de esperanza que la componen. Una canción que fuera compuesta por Milanés, –según dijo– en diez minutos luego de enterarse de la muerte de Miguel Enriquez, el médico chileno que no quiso exiliarse, y quiso seguir viviendo en su país, luchando contra la ignominia de el sátrapa de Pinochet. Y fue abatido al lado de su esposa embarazada, a la que solo hirieron, pero el hijo que llevaba en el vientre, perdió la vida. Sigo viendo lo que sucede en Chile y de verdad, temo por ese país que sabe de la tragedia, aunque también, veo como en las calles, la gente canta “Yo pisaré las calles nuevamente” de Pablo Milanés y sé que ahora no se podrá ocultar nada, como lo hicieron hace 46 años.

Mientras termino esta columna, por alguna razón nostálgica, sigo escuchando canciones que me hicieron temblar cuando creía, con esperanza en que la vida y la historia, serían otra cosa y no lo que he visto que fueron.