Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río

Ayer, las cenizas de El Príncipe de la canción –bueno, la mitad de ellas– llegaron a la Ciudad de México, su ciudad, para rendir homenaje a uno de los cantantes populares más prolíficos y exitosos que ha dado nuestro país y uno de los pocos personajes capaces de unir en un mismo sentimiento a esta polarizada sociedad. 

Lo bueno: La sincera devoción popular. La respuesta masiva de la gente al paso del cortejo fúnebre es prueba de lo mucho que comprendió José José la cultura urbana en la que creció y se hizo artista. Su música capturó los pensamientos de ese México que iba transitando del campo a la ciudad, entre los años 60 y 80. Puso voz a la pobreza urbana que desahogaba las penas con alcohol y por eso tocó las fibras más profundas de millones de personas. 

A través de su música, plasmó lo que el arquetipo del macho mexicano sólo se atrevía a decirse a sí mismo o compartir con sus cercanos al calor de unas copas. Y exhibió las hipocresías de la familia mexicana de la posguerra, que vivía con las persianas abajo: el desamor, el engaño, la casa chica…

El homenaje es merecido y había comenzado mucho antes de que la familia Sosa protagonizara un pleito sobre su cadáver, con el karaoke espontáneo en la colonia Clavería y una inundación de fotos y videos en las redes sociales desde que se supo que había muerto. Su talento musical se hizo evidente ayer en Bellas Artes, donde los tenores y barítonos que interpretaron sus canciones frente al féretro batallaban para alcanzar las notas que él acariciaba sin necesidad de respirar. 

Lo malo: el aprovechamiento de los funcionarios. Los gobiernos federal y capitalino decidieron que el fenómeno José José tenía valor político y brincaron sobre él. La transmisión de la ceremonia fue controlada por Cepropie, y el Canal 22 se dedicó a entrevistar a los servidores públicos, en lugar de buscar a quienes realmente tuviesen algo que decir sobre el artista fallecido y su legado. Pero eso quizá termine siendo una anécdota, pues las cadenas privadas de televisión realizaron su propio trabajo desde fuera del Palacio de Bellas Artes y lo hicieron bastante bien.

Lo feo: Esta aportación corrió a cargo de Sergio Mayer, el presidente de Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados, quien creyó que era una buena idea comparar las cenizas de El Príncipe con las del Popocatépetl y culpó a los medios de que los restos no hayan llegado completos. A todo esto, ¿a qué fue él a Miami? 

BUSCAPIÉS

*Pasado el mediodía de ayer, los normalistas de Tenería comenzaron a soltar a los choferes de autobús que habían secuestrado una semana antes. Uno de ellos, de la línea Zinabús, casi se les había escapado. Tras huir de la escuela, condujo la unidad hasta las puertas del 19o Regimiento de Caballería Motorizada, pero no consiguió que le abrieran la puerta de la instalación militar para resguardarse. Alcanzado por los normalistas secuestradores, fue golpeado y puesto de nuevo en cautiverio hasta que lo liberaron, junto con los demás operadores, como resultado de la negociación con el subsecretario de Gobernación, Ricardo Peralta. 

*Justo cuando parecía que se destrababa la aprobación del T-MEC en la Cámara de Representantes de EU, un aliado clave de la mayoría demócrata en ese cuerpo legislativo, el líder laboral Richard Trumka, de la AFL-CIO, dijo que sería un “error colosal” someter pronto a votación el nuevo acuerdo. Predijo que si ocurre antes del Día de Acción de Gracias (28 de noviembre) será derrotado. La central obrera de Trumka tiene 12.5 millones de afiliados y una indiscutible influencia en el Partido Demócrata.