Bitácora
Por: Pascal Beltrán del Río
En 11 días, entre el 26 de septiembre y ayer, los habitantes de la Ciudad de México fueron víctimas de cinco episodios de graves afectaciones a la movilidad en la capital, lo cual implica un daño económico. Y eso, sin contar la destrucción de propiedad pública y privada que se dio en cuatro de ellos.
El jueves 26 de septiembre fue la acción vandálica de los grupos anarquistas embozados e infiltrados en la marcha para conmemorar los cinco años de la desaparición de los normalistas de Ayotzinapa. Los daños llegaron hasta la misma puerta del Palacio Nacional.
El 28 de septiembre, nuevamente personas con el rostro cubierto realizaron pintas y destrozos en monumentos y comercios, tomando como pretexto una manifestación para exigir la despenalización del aborto en todo el país.
El 2 de octubre, otra vez los anarquistas, quienes, con todo y el “cinturón de paz” que el gobierno capitalino formó con burócratas, volvieron a arremeter contra negocios y edificios públicos. Además, los disturbios dejaron 14 lesionados.
El 4 de octubre, policías federales inconformes con las condiciones de su incorporación a otros cuerpos de seguridad, como la Guardia Nacional, bloquearon el acceso a la Terminal 1 del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México, en pleno inicio del fin de semana.
Y ayer, miles de taxistas capitalinos realizaron bloqueos en diferentes puntos de la ciudad, incluyendo la glorieta del Ángel de la Independencia, sembrando el caos en buena parte de la zona metropolitana. Por si fuera poco, provocaron daños en el camellón de Paseo de la Reforma. Además, taxistas del AICM bloquearon los accesos a las dos terminales del puerto aéreo.
A las autoridades de la Ciudad de México, atrapadas en sus atavismos, ya les tomaron la medida. Grupos organizados aprendieron bien las enseñanzas que han aplicado por años el movimiento que gobierna el país y la capital, así como sus adherentes: para sacar lo que se busca hay que bloquear calles y hacer la vida imposible a los ciudadanos de a pie, en este caso, de la capital.
Por ningún lado ha aparecido el gobierno de la ciudad, más allá de sus cuestionables iniciativas, como que los burócratas la hagan de policías y éstos, de burócratas. ¿Y los gobernados? Que se jodan.
BUSCAPIÉS
*Si la renuncia de Eduardo Medina Mora a su asiento en la Suprema Corte no fue producto de presiones ni de venganzas lanzadas desde el gobierno federal –como aseguró ayer el presidente Andrés Manuel López Obrador–, entonces las presuntas investigaciones contra el aún ministro tendrán que dar resultados. Si no los hay, querrá decir una de dos cosas: o no tenían base y sólo se fintó con las consecuencias o sí la tenían y se desactivaron cuando Medina Mora se hizo a un lado para evitar un daño mayor. El caso es que hasta el momento de escribir estas líneas, las causas de la renuncia no se han conocido públicamente, lo cual, irremediablemente, hace crecer la especulación y no abona a la certeza jurídica.
*En lo que va del periodo de López Obrador se han hecho ya dos nombramientos de ministros de la Corte: Yasmín Esquivel Mossa y Juan Luis González Alcántara Carrancá, quienes sustituyeron a José Ramón Cossío Díaz y Margarita Luna Ramos, respectivamente, mismos que concluyeron su ciclo en el máximo tribunal. En estos días seguramente habrá un tercero para reemplazar al renunciante Medina Mora y todavía vendrá un cuarto nombramiento, cuando se agote el periodo de José Fernando Franco González-Salas, en diciembre de 2021. El tener a cuatro ministros propuestos por él y avalados por la mayoría oficialista en el Senado, permitirá al mandatario contar con el número suficiente para bloquear una controversia constitucional o acción de inconstitucionalidad. Con cuatro basta.