Los recientes acontecimientos en Chile, así como en otros países de América Latina y de otras partes del mundo, obligan a todos los actores políticos a una seria reflexión sobre el estado que guarda la democracia en nuestras naciones. Si bien la etapa de los gobiernos dictatoriales ha quedado para la historia, es necesario reconocer que hay insatisfacción ciudadana en la democracia.
Las profundas desigualdades, los serios niveles de pobreza y el insuficiente crecimiento económico son parte de las asignaturas pendientes que requieren con urgencia ser revisadas; además de varios factores que deben ser fortalecidos para la gobernabilidad democrática, tales como la libertad de prensa, la sólida protección a los derechos humanos, el reparto equitativo de la riqueza, entre muchos otros.
Es necesario tener en cuenta que las manifestaciones de inconformidad, como las que ahora se presentan en Chile, son de demócratas insatisfechos que pugnan por mejores servicios públicos y una mejora de sus condiciones de vida. Si bien se podría decir que en general se está avanzando en derechos civiles, los derechos sociales como el empleo, el salario, los servicios de salud, la falta de oportunidades, etc., tienen un rezago considerable.
Como respuesta a esta oleada de demandas, miles de voces se han levantado para ser escuchadas y exigir un cambio en la democracia de dicho país, como los 28 músicos chilenos que adaptaron la canción “El derecho de vivir en paz” de Víctor Jara, para crear una nueva versión acorde a los tiempos actuales, y ésta se ha convertido en el himno de las protestas en Chile.
Bajo el lema de respeto y libertad, los artistas, respaldados por un alto porcentaje de la población, han expresado su repudio por “las acciones del gobierno al militarizar las calles, asesinar y torturar a nuestro pueblo, elevamos este canto como un genuino intento para generar cambios profundos y estructurales en nuestra sociedad”.
Evidentemente, asumir actitudes represoras e intolerantes es colocarse del lado del conflicto y excluirse de la solución. Consolidar la democracia es un proceso que requiere de políticos con altura, que trabajen en los temas que verdaderamente preocupan a los ciudadanos. Que las políticas públicas tengan en el centro a la persona, a la familia, a los jóvenes, a la sociedad, no al interés económico mezquino. Se debe humanizar el poder público.
Abrir el diálogo, mostrar apertura y una visión de futuro es lo que reclama la sociedad chilena y los ciudadanos que hoy se manifiestan en América y el mundo. Abrir el debate representa la oportunidad para reivindicar la política y darle el sentido que debe tener; un instrumento para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos que tienen el derecho de vivir en paz.