La Quinta Columna
Por Mario Alberto Mejía

Un personaje político muy influyente en Puebla —pero muy, muy, extraordinariamente influyente— sostuvo el siguiente diálogo conmigo sobre Claudia Rivera Vivanco, presidenta municipal de Puebla.

Vea el hipócrita lector:

—Claudia, pobrecita, siempre anda como…

—¿Ida?

—Como ida, sí, como perdida en el más allá. Cuando uno habla con ella sólo sonríe, pero perdida en el mundo.

—¿Como astronauta?

—Como ida. Lo dijiste bien. Como perdida en el más allá. ¿Qué le pasó?

—Le sorbieron el seso. La abdujeron.

Hasta aquí el revelador diálogo.

Este lunes, la astronauta abducida por los marcianos ofreció su primer informe de gobierno.

Comparto con el lector algunos pasajes de una crónica instantánea que subí minuto a minuto a las redes sociales:

Mal empieza su informe quien dice “liderea” en lugar de “lidera”. 

Mientras Claudia lee su chabacano informe, el gobernador Barbosa tamborilea la mesa con los dedos. 

Ufff.

“Las y los”, lo más llamativo del informe hasta el momento.

Vaya que es nocivo ese lenguaje de género

Cuando no se tropieza, se tropieza. 

Hay dos sopas: Claudia no sabe leer o no había leído su informe.

La presidenta municipal grita como lideresa cenopista en su informe. 

No se notan las enseñanzas de Adán Jodorowsky.

Qué descanso: los errores de Claudia son técnicos, no éticos.

Lo acaba de decir.

Por fin terminó su informe.

El gobernador Barbosa no le aplaudió. 

Cosa curiosa: ella presentó una Puebla ideal, avanzando, llena de aciertos.

El gobernador empieza por exhibirla de manera elegante. 

Ella sonríe creyendo que escucha elogios.

El gobernador se dice sorprendido de que no haya presentado denuncias en contra de las anteriores administraciones.

Claudia sonríe.

“Pasa un año ya y parece que ya se nos olvidó todo lo que encontramos”, dice el gobernador Barbosa. 

Claudia, sonriendo, dice “no” con la cabeza. 

“Este ayuntamiento tiene muchos panistas y priistas”, agrega el gobernador.

Rafa Quiroz se agacha para que no lo vean.

Qué regaño le está dando el gobernador a Claudia.

Ya le borró la sonrisa. 

“Respira, respira”, le dice su gurú.

El gobernador eleva la voz. 

Claudia ya se asustó. 

Respira. 

Sigue asustada. 

Barbosa la mira y le dice: “yo no estoy jugando, ¿eh?”. 

Ella respira. 

Dice sí. 

El gobernador aclara que no es un juicio el que hace, y concluye. 

Claudia respira aliviada.

Final de campeonato: Claudia Rivera cierra la sesión y, sonriente, le da un beso en la mejilla al gobernador con ganas de platicar.

Él, muy serio, dice “¡vámonos!”. 

Y se va. 

Claudia se frustra y no sabe qué hacer. 

“Respira, respira”, le vuelve a decir su gurú.

Este retrato hecho con pinceladas rápidas —muy a la Van Gogh— muestra a una presidenta municipal adicta a la mentira.

Qué lejos está de la imagen que generó cuando fue candidata a la presidencia municipal.

Hay que decirlo: los Jodorowsky le sorbieron el seso.

Por eso, como al inicio de esta columna, ríe permanentemente.

Sonríe para todo.

Incluso en las catástrofes.

Hay quienes se benefician de esa abducción.

Algún día despertará y descubrirá que el sexo tántrico es sólo una metáfora.

A lo largo de sus discursos en los informes municipales, el gobernador Barbosa ha instado a los alcaldes a denunciar a los anteriores presidentes municipales.

Y es que ya agarraron de pretexto a los que los antecedieron en el cargo para no hacer nada.

De ahí que el gobernador les diga que denuncien ya, ahora, de inmediato.

Lo que quiere en realidad es que los alcalditos y alcalditas dejen de poner de pretexto los supuestos tiraderos que les dejaron.

Es lo que hay.

Y lo que hay es deplorable.