Por: Fredo Godinez

Pocos son los libros que al lector o al crítico le resultan imposibles de clasificar o encajonar en algún género literario. Del que voy a escribir, probablemente, sea uno de ellos.

El único que logró, con gran maestría, entregar al lector obras maravillosas y sin género fue Sergio Pitol. A excepción de su obra ficcional, la restante es una mezcla de mini-autobiografía, memoria, diario, diario de viaje, relato, cuento, ensayo y anexos. Quizá la culminación de todo eso se llame: El Arte de la Fuga. Leer a Pitol era/es una de las mejores experiencias que uno pueda tener como lector, pues en muchos de sus libros uno tiene la sensación de haber vivido cada una de sus experiencias retratadas, a su lado, cual sombra.

En dos de sus poemarios: Dodo y Tesauro, uno podría darse cuenta de que las exploraciones de Karen Villeda iban más allá del género, se encontraban en la búsqueda de una voz o quizá en la construcción de una especie de universo literario propio y difícil de encasillar. Sus poemarios parecían ser fragmentos de una historia en verso y al mismo tiempo cada poema que conforma cada poemario goza de una independencia absoluta.

Visegrado, su más reciente libro, es un ensayo que es poema, al mismo tiempo que diario, que su vez parece apunte de viaje, pero que también puede ser una gran introspección reflexiva y bien podría ser una especie de diccionario personal, álbum de fotografías descritas, guía para turistas curiosos en búsqueda de alguna experiencia fuera de lo común. Visegrado es todo eso y más o menos, según la percepción del lector; supongo.

Conforme leía el libro no sólo tenía la sensación de ir conociendo un poco más a Karen Villeda, sino que a través de ella logré comprender un poco más las búsquedas estéticas y literarias de Sergio Pitol. Había momentos en los que me imaginaba caminando por Budapest teniendo como guía a Karen y que después me llevaría a algún café donde nos estaría esperando Sergio para platicar más sobre esa ciudad.

Yo no sé qué pueda ser Visegrado para usted, caro lector, pero lo escrito es tan sólo una sencilla descripción de las sensaciones y pensamientos y viajes internos que me generó la lectura de Visegrado. Le recomendaría acercarse al libro e invitarlo a obtener su propio Visegrado y estoy seguro de que será un ejercicio que disfrutará mucho.

Lo único en lo que estoy cierto es que Visegrado coloca a Karen Villeda dentro de una tradición creada o al menos perfectamente manejada por Sergio Pitol, pero en la que incursionó a su manera y lo ha hecho de forma excelsa.

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*Visegrado: Karen Villeda. Almadía: 2018. México.