Mirada. El concepto sostenible surge primero en un informe de la ONU y hace referencia a una situación o a un tipo de desarrollo que es soportable en lo ecológico, en lo económico y equitativo en lo social.

Por: Mercedes Núñez Cuétara

En los últimos días he estado reflexionando e investigando sobre el tema de la sostenibilidad en las llamadas comunidades de origen. Dicha reflexión surgió a raíz de la sistematización de una experiencia comunitaria que se generó a partir del sismo del 17 de septiembre de 2017 y en la que la IBERO Puebla ha estado colaborando. El sismo de hace dos años puso en evidencia las vulnerabilidades en las que estas comunidades viven por lo tanto el proyecto no está orientado únicamente a temas de reconstrucción de viviendas, sino que también pretende potenciar el fortalecimiento comunitario y la reactivación económica.

Uno de los temas transversales en todo este trabajo con las comunidades tiene que ver con generar proyectos e impulsar prácticas comunitarias que sean sostenibles. En este escrito me centraré únicamente en el componente de reconstrucción ya que las viviendas reforzadas o reconstruidas tenían como propósito incorporar o recuperar técnicas y elementos que contribuyeran al cuidado del medio ambiente y a reducir el gasto de la familia. Es así como en las viviendas pretendíamos incorporar el uso de baños secos, sistemas de captación de agua de lluvia y utilizar técnicas de bioconstrucción como techo de madera y bahareque a dos aguas.

Sin embargo, durante el proceso hemos sido testigo de elementos psicológicos, culturales, sociales y económicos que dificultan la sostenibilidad en este tipo de proyectos. Específicamente me gustaría hablar sobre dos elementos muy concretos que se pudieron observar en esta experiencia comunitaria y que dificultaron la implementación de estas técnicas: la idea de progreso y la impaciencia con los tiempos requeridos para lograrlo. 

Antes de comenzar, me gustaría explicitar brevemente por qué prefiero hablar de sostenibilidad y no de sustentabilidad. Si bien ambos términos se utilizan de manera indiscriminada e incluso como sinónimos ambos tienen sus particularidades. El concepto sostenible surge primero en un informe de la ONU y hace referencia a una situación o a un tipo de desarrollo que es soportable en lo ecológico, en lo económico y equitativo en lo social. Personalmente prefiero el término de desarrollo sostenible por ser más antiguo y más amplio que el de sustentable. 

Una vez hecho este pequeño paréntesis, me gustaría comenzar por el primer obstáculo y el principal que encontramos para construir el tipo de viviendas anteriormente descritas y es la idea de progreso que está muy ligada al concepto de dignidad. Cuando se planteó la idea de construir casas sostenibles con baños secos, técnicas de bioconstrucción y energías limpias las personas de la comunidad se mostraron abiertas a la idea, piensan que es necesario cambiar nuestras formas de vida e incluso estaban entusiasmadas por empezar el proyecto, en resumidas cuentas, era un cambio deseable. Sin embargo, en la práctica y cuando llegó el momento de la construcción comenzaron a llegar peticiones de pequeños pero grandes cambios a la vivienda. La primera petición y la más significativa fue conectar el baño al drenaje de la comunidad imposibilitando así la viabilidad del baño seco. Esta idea se sometió a discusión entre la comunidad y universidad; la conclusión a la que llegamos es que el cambio era oportuno ya que de esta manera las personas beneficiadas “podían tener un baño más digno”. 

Quiero enfatizar que de ninguna manera estoy responsabilizando a las comunidades de esta idea de progreso y mucho menos de ser poblaciones que no cuidan el medioambiente. Al contrario, estas ideas han sido transmitidas y aprendidas de los referentes de desarrollo que la sociedad occidental ha marcado globalmente. Es difícil, y quizá injusto, pensar que tienen que ser las propias comunidades quienes modifiquen las prácticas no sostenibles, y de las que poco se han beneficiado, sin incorporar al cambio a las grandes ciudades. Al final de cuentas somos todos quienes tenemos que empezar a modificar nuestras prácticas.

El factor tiempo fue otra de las limitantes. Por un lado, muchas de estas técnicas requerían que la comunidad se familiarizara con ellas, se capacitaran en su uso y la adaptaran a sus necesidades, ello implicaba tiempo que debían dedicar y que no estaban dispuestas a dar. Por otro lado, el factor del tiempo también presionaba a la universidad, que tenía que entregar resultados y cuentas rápidas a sus benefactores. Esta situación hizo que la capacitación y los talleres en técnicas de bioconstrucción se dieran de forma paralela a las viviendas. De esta forma podía acudir quien quisiera a tomar los talleres, generalmente niños, y los talleres no interrumpirían el proceso de construcción para poder terminar en tiempo. Sin embargo, esto impactó en un bajo conocimiento de estas técnicas sostenibles y que no fueran tomadas en cuenta para las viviendas.

Es cuestión de tiempo y de acciones puntuales vivir promoviendo desde el cotidiano la sostenibilidad. Tiempo medido en generaciones enteras para que estas nuevas prácticas vayan asimilándose y cambiando las ideas de progreso alejándolas de la tenencia material y acercándolas al contacto con la naturaleza. Y sin embargo, tiempo es lo que ya no tenemos.