Por: Jaime Carrera

No se puede entender a México sin la Virgen de Guadalupe. La devoción con la que se vive la celebración en honor a la Morenita del Tepeyac, cada 12 de diciembre, da fe de ello: una tradición viva que forma parte de la identidad de este país, sostuvo Gerardo Valle Flores, presidente del Centro de Estudios Guadalupanos (CEG) de la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP).

Aunque como en todo fervor, existe un origen, añadió el especialista.

La relación de México y la Guadalupana surgió –indirecta y realmente– a partir de la Conquista Española.

El sometimiento del Estado Mexica ante Hernán Cortes y sus tropas se consolidó en 1521; sin embargo, una década después del nacimiento del nuevo México, el de los mestizos, otra conquista permanecía en estado fallido. La enseñanza y propagación de la doctrina cristiana en el territorio azteca: la evangelización, agregó el especialista.

Los españoles no habían batallado tanto desde la colonización: la desproporción entre evangelizadores y el tamaño del territorio, la cantidad de pobladores y las condiciones climáticas pusieron en riesgo la cristianización.

Años después del encono destructivo y síndrome colonizador, y ya entre 1526 y 1528, la historia de México –una vez más– cambió radicalmente.

“El mal testimonio de los españoles, muchos de ellos eran unos bárbaros, es más, la primera corona impuesta por el rey de España, fue un hombre llamado Nuño Beltrán de Guzmán que esclavizaba. Y en 1528 llega Juan de Zumárraga, nombrado Obispo pero también defensor de los indios, los Reyes ya tenían información de que había excesos en el trato, y tenían diversas cartas donde piden que a los indios se les trate bien”, explica Valle Flores.

Un grupo de frailes dominicos desistió de la evangelización, algunos, inclusive murieron en el intento, a diferencia de los franciscanos que resistieron y permanecieron en el territorio, y aunque acostumbrados a una vida más rigurosa y austera, “también la tuvieron difícil”.

“En otro escrito también, Fray Toribio de Benavente califica como preocupante la evangelización, la considera, incluso, imposible, y dice mejor regresémonos ya, porque no hay suficientes conversiones. En esas circunstancias, Zumárraga dice que eso no es posible, y que si Dios no interviene con remedio de su mano, esta tierra está que se pierde”, apuntó el investigador.

La mano de Dios apareció y en diciembre de 1531 el panorama cambió. 

La Patrona de México sería un agente transformador, pero además transmisor de unión entre los pueblos de indios, luego de su aparición ante el indígena y hoy Santo Juan Diego, explicó el coordinador del CEG. 

“Juan Diego, que había aceptado el cristianismo junto con su tío, iba a la doctrina cada ocho días, y el 9 de diciembre viene de un lugar al Norponiente de Tenochtitlán, y para poder atravesar el lago de Texcoco lo hacía por la Calzada del Tepeyac, al pasar justo antes había un cerro y ahí al amanecer, él escucha algo muy bello, que lo describe como cantos de pájaros”, indicó.

El resto, es historia. Según los relatos tradicionales, tras su manifestación del 12 de diciembre de 1531, la Virgen de Guadalupe ya se había aparecido –previamente– a Juan Diego en el cerro del Tepeyac, con el que mandó a decir al entonces Obispo Juan de Zumárraga le erigiera un templo.

El obispo solicitó a Juan Diego que le llevara una prueba, que a petición de la Virgen consistió en cortar unas flores del cerro, envolverlas en un ayate y entregarlas al religioso. Al desenvolver la tela, milagrosamente apareció la imagen que desde entonces se venera en México.

De Tonantzin a la Emperatriz de América: la otra cara del relato

Algunos científicos aseguran que la Virgen de Guadalupe no existió y es la encarnación de Tonantzin, una diosa de la cultura Azteca, que bien pudo tener otros nombres, refirió Valle Flores. 

“Una versión científica y no tanto porque es interpretativa de la historia, ciertamente, si hay documentos, uno de Bernardino de Sahagún, donde él mismo lo pone en duda, allí (en Tenochtitlán) se adoraba a una diosa (Tonantzin), a lo mejor con otro nombre pero se adoró primero”, explicó. 

Sahagún apunta a que en la tierra Azteca se adoraba “a una Guadalupe”, he de ahí un tanto el desprecio por los españoles provenientes de un catolicismo “muy radical”. 

“No querían mezclar uno con lo otro, no se daba cualquier sincretismo, cuando ver a la Virgen creen que choca, y lo mantienen un poquito al margen, y ciertamente ese primer siglo se distingue porque muchos religiosos no la aceptaban y a medida que pasa el tiempo lo hacen”, argumentó.

Es, al darse cuenta de la importancia que tiene La Morenita que aceptan la imagen y difunden. Aunque detractores siempre ha habido y habrá. 

“Históricamente si se puede probar la devoción, desde un principio, hay documentos históricos desde la ciencia histórica, ciertamente no se pueden probar las apariciones, pero hay, digamos, la prueba misma del ayate, ahí es en donde la ciencia se encuentra con un problema”, concluyó.