Reconocimiento. Raúl Calvario se dijo orgulloso de que la UNESCO haya nombrado a este arte de Puebla y Tlaxcala Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad

Por: Nancy Camacho

“La talavera no es que sea una simple pieza pintada a mano, yo siento que es una pieza con historias; al comprar una, las personas se llevan una historia plasmada”. Así es como Raúl Calvario, originario de Puebla, describe la pasión por el oficio que ha trabajado desde hace 26 años.

Entrevistado para 24 Horas Puebla en Talavera Poblana, relata que su gusto por fabricar esta artesanía nació cuando un día, en vacaciones, su tío lo invitó a trabajar en ello en una casa donde quedó impactado por el proceso que al mismo tiempo lo llenó de amor y entusiasmo.

“Me gustó y es como el tiempo pasó y ya llevo 26 años trabajando en esto y sigo aprendiendo; en la talavera nunca se deja de aprender, a veces te piden formas diferentes, y se intenta y lo hacemos, eso es algo que a mí me ha gustado”, recalco Raúl.

Celebró que la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO) haya nombrado a la talavera de Puebla y Tlaxcala como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, pues es un trabajo que lleva historia, amor y consagración de las personas que se dedican a este oficio.

Raúl Calvario relató que lo primero para fabricar talavera es contar con la materia prima: el barro, agua y las manos. Así es como va observando la transformación de una verdadera obra de arte con la ayuda de un molino giratorio.

Precisó que quienes muestran más interés por las piezas de talavera son los turistas extranjeros, pues lo exportan a otros países para mostrar las bellezas que los poblanos podemos hacer: “Se llevan parte de nosotros, de Puebla y de México, eso a mí me enorgullece mucho”.

PROCEDIMIENTO

Recalcó que antes de iniciar la fabricación de talavera debe cumplir con lo establecido por el Consejo Regulador de Puebla para poder conservar los colores tradicionales: azul fino, verde, naranja, amarillo y negro. El periodo para avalar una pieza terminada es de dos meses.

Además, se revisa que las piezas cuenten con dos clases de barro: blanco y café, los cuales deben ser mezclados en partes iguales, tal como se hizo a principios del siglo XVI.

Posteriormente se deben separar las impurezas de la mezcla barrosa e inducir un proceso de evaporación de hasta tres semanas para poder obtener un barro manejable y de calidad.

“Una vez que el barro ya está preparado, hay que darle forma con las manos, con el corazón”, para posteriormente entrar a un proceso de secado durante tres semanas en la sombra para evitar las fracturas.

Una vez secas, las piezas fabricadas deben colocarse en un horno a 850 grados por seis horas, y después, colocar esmalte, pintura y regresar al horno para que la pieza esté totalmente terminada y lista para vender.