Segunda entrega de tres

Por: Mario Galeana

Lo que debe saberse sobre la trata es que es una fuerza centrípeta que todo lo transmuta. Aun después de ser liberadas, muchas mujeres sometidas a la prostitución forzada no se reconocen en la palabra víctima. Porque creer que atestiguaban la sordidez de aquel submundo por decisión propia era, quizá, la última forma posible de aliviar su atrocidad.

Libres de redes criminales y lenones, las víctimas de trata rehacen su vida en la quietud de un refugio de alta seguridad, el único en todo el estado. El refugio fue construido por la Asociación Nacional contra la Trata Humana en la Sociedad y por eso lleva el nombre de Casa Anthus. Allí, en un proceso que puede tomar años o meses, las víctimas se convierten en sobrevivientes.

Anthus posee un modelo integral de prevención y atención a víctimas de trata que consiste, sobre todo, en un plan de resocialización para mujeres y niñas que fueron explotadas sexualmente. La trata en México tiene rostro de mujer: 86% de las víctimas en el país por este delito son ellas, según el Diagnóstico sobre la Situación de la Trata de Personas en México 2019, elaborado por la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH).

Para Mitzi Cuadra Urbina, directora de Prevención del Delito y Vinculación Social de Anthus, la resocialización de las sobrevivientes es uno de los procesos más importantes en el combate a la trata… y quizá el proceso más olvidado de todos.

—Todo mundo habla sobre cuántas víctimas se rescatan, cuántas hay, los números, los indicadores… y se pone mucha atención en eso, y la verdad es que se habla muy poco de qué pasa con estas víctimas. Si se rescatan a 100, ¿qué va a pasar con esas mujeres? Porque son 100 vidas a las que muchas veces no se les abren las puertas.

Desde su apertura en 2014, Casa Anthus ha dado refugio a alrededor de 100 niñas y mujeres de entre 13 y 34 años y ha dado acompañamiento a 200 familias. Un tercio de las víctimas fueron menores de edad. Cada víctima ha sido canalizada por las Fiscalías de los estados de Puebla, Veracruz, Oaxaca, Michoacán, Chiapas y Tlaxcala.

En el refugio no se recibe a ninguna persona de otro modo, porque aun después de ser rescatadas, aquellas mujeres siguen bajo el acecho de redes criminales abocadas a la trata, el tercer negocio ilícito más grande en todo el mundo.

—La cuestión es que todas ellas entran canalizadas por las Fiscalías, quiere decir que hay carpetas de investigación abiertas. Si hubiese víctimas de delincuencia organizada y resulta que estos grupos las quieren recuperar, nosotros se los pondríamos muy fácil si tuviéramos un domicilio conocido o si dejáramos ingresar a cualquier persona que llama diciendo que es víctima de trata. Pondríamos en riesgo al personal y a las otras víctimas.

En el refugio, Anthus da atención psicológica, jurídica, médica, educativa, pedagógica y nutricional a las víctimas. Mientras tanto, algunas libran procesos legales para recuperar la custodia de sus hijos, que muchas veces suelen estar con los tratantes que las sometieron. Los hijos fueron, para muchas, el método de coerción para obligarlas a permanecer allí

—Las víctimas no suelen asumirse como víctimas. En este proceso de encierro en el refugio, lo que logran es contactar con otro tipo de pensamiento crítico, en el que empiezan a cuestionarse si realmente estaban en esas actividades porque querían. Nuestro modelo no es autoritario sino de acompañamiento, por lo que buscamos que ellas mismas vayan buscando respuestas a sus cuestionamientos.

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La resocialización de las víctimas no tiene un plazo determinado. Desde el momento en el que son liberadas hasta el punto en el que recuperan su libertad a plenitud pueden pasar seis meses… o más de dos años. Todo depende del proceso de cada una.

El modelo de atención a víctimas tiene un segundo paso: el Centro de Transición Anthus. Habilitado en octubre del año pasado, el centro permite dar seguimiento a su proceso de resocialización. Aunque su ubicación también es secreta, las sobrevivientes pueden salir del inmueble si lo desean. Y pueden vivir allí el tiempo necesario.

Es en este sitio en el que para casi todas llega uno de los momentos más complejos en el proceso de resocialización: buscar empleo. Mitzi Cuadra asegura que el trabajo remunerado no relacionado a los servicios sexuales comerciales es difícil para las sobrevivientes, porque solían vivir al día, sin un presupuesto, sin horarios. Y el estigma de haber sido víctimas de trata es otra cosa con cual lidiar.  

—El estigma social es bien complicado. “Ellas están ahí porque quieren” o “les gusta el dinero fácil” son de los primeros prejuicios. Y si tú le preguntaras a cualquiera de ellas, todas dicen que no es fácil. Es rápido. Pero no fácil.

Anthus ha hecho convenios con la iniciativa privada para otorgar distintos empleos a las sobrevivientes de trata. La condición es que estos se difundan como empleos para grupos vulnerables, sin revictimizar a las mujeres. Así, muchas de ellas se adaptan a sus nuevos esquemas de vida mientras recuperan un vínculo con sus propios hijos.

Y cuando son menores de edad, Anthus prioriza el regreso con sus familias, siempre que representen una verdadera red de apoyo. De lo contrario, las menores suelen ser vinculadas con organizaciones distintas al DIF.

Las familias, en la experiencia de Cuadra, no suelen ser precisamente un bastión de apoyo para las sobrevivientes de trata. Por eso el modelo de atención de Anthus las incluye. A lo largo de cuatro años, alrededor de 200 familias han recibido acompañamiento a la par de las sobrevivientes.

—La mayoría de las familias suelen decir: “Ay sí, siempre fue terrible, siempre me dio problemas”. A las víctimas se les revictimiza incluso en el entorno familiar. Construir desde la felicidad podría ser más sencillo y sólo es posible cuando las familias están agradecidas. Pero aquí las familias están enojadas.

Por eso mismo, Anthus prioriza que las sobrevivientes desarrollen lazos entre sí. Poseen un esquema de convivencia en el que se reparten las actividades del centro de transición, el llevar y recoger a los hijos a la escuela, su cuidado, las labores, etcétera. Estando allí otorgan sus ingresos a una bolsa que les es entregada cuando creen que están listas para retomar su independenci a. Cuando es momento de decir: sobreviví.

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Sobre el escritorio de Mitzi Cuadra yace Teoría King Kong, un ensayo escrito por Virginie Despentes que se popularizó en el último año por su reciente publicación al español en Penguin Random House.

En Teoría King Kong, Despentes defiende la legitimidad de la prostitución voluntaria, no como fuente de goce físico —claro— sino como medio de subsistencia, y de paso cuestiona la concepción del placer masculino. Cuando le pregunto a Cuadra su opinión sobre el libro dice que “tiene sus reservas”, pero en el gesto revela que es más que eso.

Más tarde descubro que Cuadra tiene una visión abolicionista de la prostitución. Permitir el comercio sexual es permitir la duda: aquella prostituta de allí, ¿está allí porque lo desea o es víctima de trata?

 —Nos hace falta invertirle a las campañas para dejar de consumir servicios sexuales comerciales. Las víctimas de trata no tienen una V tatuada en la frente. No podemos decir que haremos “consumo responsable”. ¿Cómo vas a detectar quién es víctima y quién no, si te digo que la gran mayoría no se asume como tal? El paso uno contra la trata debería ser incentivar que se reduzcan las prácticas de consumo sexual comercial.

No existe, para Cuadra, un perfil de víctima ni un método de captación únicos. Algunas sobrevivientes fueron raptadas y otras enganchadas con la promesa de un empleo bien remunerado. Algunas no estudiaron más que la secundaria y otras provenían de entornos rurales. Algunas tenían 34 y otras 13. Algunas eran explotadas por redes criminales y otras por sus ex parejas.

Por eso, las campañas de prevención de Anthus suelen ser generales, dirigidas a todo tipo de personas, pero sobre todo a mujeres, porque una mujer tiene 8.6 veces más posibilidades de ser víctima de trata.

El último paso de prevención es evitar que las sobrevivientes vuelvan a entornos de prostitución. Porque meses o años de trabajo de resocialización en el refugio o el centro de transición no garantizan que el comercio sexual quede vedado.

—Tenemos casos de éxito maravillosos, abogadas que se gradúan como lo mejor de su clase, casos padrísimos. Y claro que tenemos casos en los que dicen: “Esto está muy difícil, mejor me regreso a las calles”. Dependerá mucho de las herramientas con las que cuente la persona, y de la voluntad.

—¿No te de la impresión de que cuando discutimos sobre trata discutimos sobre algo que apenas hemos atisbado?
—Creo que cuando se discute de trata se discute como si fuera un tema aislado. Hay una negación y resistencia a ver la trata como resultado de la violencia de género o violencia patriarcal constante. No se observa como si fuera un delito en el que subyace la violencia de género, y eso puede sesgar nuestras acciones preventivas y afirmativas en el combate a la trata. 

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