Garganta Profunda
Por: Arturo Luna Silva / @ALunaSilva
El regreso del secretario de Gobernación estatal, Fernando Manzanilla Prieto, a su curul en San Lázaro parece inminente y, de concretarse, deberá ocurrir entre el 15 de enero, para preparar agenda legislativa, y el 1 de febrero, día cuando comienza el periodo ordinario de sesiones. Desde diciembre, su proyecto político, ajeno y paralelo al barbosismo, tuvo banderazo de salida. Incluso, desde septiembre pasado, el diputado federal con licencia tenía listo el equipaje, pero debió esperar por los acuerdos que, desde Palacio Nacional, se tomaron para que llegara con el gobierno interino y permaneciera en esa posición en la administración de Miguel Barbosa, hasta estos —al parecer— sus últimos días ahí. Su salida, sin llegar a ser un pleito, tampoco sería de terciopelo. Transcurriría con la cortesía que hay entre los políticos profesionales, pero también con un muy frío y bastante lacónico adiós.
En medio de todas las especulaciones que desde hace meses hay respecto de la salida del todavía secretario —todos los días emisarios oficiales u oficiosos le mandan mensajes en los medios—, lo cierto es que él mismo instruyó para el arranque del “Proyecto Manzanilla”.
Ya se construye formalmente.
Más allá de las versiones periodísticas y los chismes de pasillo.
El pasado viernes 20 de diciembre, con el pretexto del abrazo navideño, el ex subsecretario de Gobierno, José Luis Márquez, convocó a todos los ex delegados de la dependencia.
Incluso a algunos que permanecen luego de que se les pidió la renuncia a la mayoría de los 27 que se habían colocado con el gobierno interino.
Al menos uno de los aproximadamente cuatro que libraron el despido, sí llegó.
En un salón de los rumbos de la junta auxiliar de San Baltazar Campeche, Márquez, también recién corrido, fijó posición.
Dijo que no se cumplieron los acuerdos del actual gobierno.
Fernando regresa a la Cámara de Diputados.
El proyecto se llama Manzanilla.
En enero o febrero, una vez que renuncie, él mismo dará los pormenores.
La alcaldía capitalina y la gubernatura se ven en el horizonte.
A los ex delegados, muchos ex priistas y ex morenovallistas con fuerza y presencia en sus regiones, les pidió operación.
La meta es el “Proyecto Manzanilla”, reiteró en varias ocasiones.
Está alejado del barbosismo.
Pero sin pelearse.
Hay prudencia de Manzanilla y se irá con palabras de cortesía para el gobernador.
Cumple así con los acuerdos que se tomaron en Palacio Nacional desde que llegó a la entonces Secretaría General de Gobierno.
Regresará, todo indica, como coordinador de los 26 diputados y diputadas federales de la bancada del Partido Encuentro Social (PES).
Como cuando se fue, nos dicen, tendrá seguro su lugar en la Junta de Coordinación Política (Jucopo), que es donde se toman las decisiones.
La duda por supuesto es ¿por qué se va?
La respuesta es simple: el gobernador dejó de confiar en él y la burbuja barbosista lo vio, desde muy temprano, como enemigo y fuerte rival tanto para la alcaldía como para La Grande.
Por eso fue perdiendo poder.
Se quedó sin operadores.
Sin participación en las decisiones.
Pero, estoico y profesional, aguantó hasta el final que estaría muy próximo.
Y según algunas versiones, Manzanilla es el menos culpable de haber caído de la confianza de Barbosa.
El tema se remite a la etapa de la campaña de la elección extraordinaria, hace unos meses.
La narrativa más confiable dice que terceras voces, en su nombre, pidieron apoyo para el hoy gobernador.
Pero lo hicieron con dolo.
Dijeron que por su condición de salud, el en ese momento candidato no iba a poder y Fernando quedaría en su lugar.
Aunque no fue él ni Márquez, su operador de cabecera, quienes propalaron la versión, el daño se causó.
Fue irreversible.
Por supuesto, no gustó y se rompió encanto y relación.
Es el tiempo para su regreso.
No tenía caso antes.
Permaneció para no defraudar al grupo político de Palacio Nacional.
Llegó el momento, para desandar el camino…
Rumbo a uno nuevo.
Quién sabe si mejor.